LA EXPERIENCIA DE AUTOGESTIóN DEL HOTEL BAUEN
Los trabajadores empezaron a manejar el hotel en 2003, cuando los antiguos dueños abandonaron la empresa. Existe incertidumbre respecto de la situación legal de la actual administración.
› Por Esteban Magnani *
Ni los militantes más optimistas ni los políticos mejor intencionados que apoyaron la recuperación de empresas a manos de los trabajadores en 2001 imaginaban que, ocho años después, casi todas ellas seguirían funcionando. El prejuicio que explica que para manejar una empresa es necesario un saber especializado ya cruje bajo el peso de la realidad: miles de trabajadores sin experiencia en gestión llevan adelante empresas allí donde fracasaron personas supuestamente preparadas. Para justificar las excepciones suele explicarse que los trabajadores parten de una inversión ya realizada, que no hay nadie llevándose una parte significativa de la rentabilidad de la empresa cada mes o que no pagan Impuestos a las Ganancias, entre otros argumentos. Pero quien se aproxima a cada caso en particular puede conocer algunos rasgos únicos que explican el éxito donde había fracaso. Es el caso del Hotel Bauen, donde además de esas variables económicas influye un cambio fundamental en la forma de trabajar: para la gestión actual el objetivo es crecer con el hotel, mientras que los dueños anteriores lo utilizaban para una compleja trama financiera.
“Construyeron el edificio con un préstamo del Estado, del Banade, del que no se pagó ni una cuota. Con esa ganancia, el grupo económico hizo dos hoteles más: uno acá a la vuelta y otro en Brasil. Cambiaron de razón social por lo menos siete veces para licuar deudas”, explica Federico Tonarelli, uno de los encargados de Relaciones Públicas del hotel. Lo que queda claro es que la gestión empresaria anterior no buscaba simplemente una rentabilidad razonable. “Para que te des una idea, el hotel nunca fue registrado como tal; hasta hace poco llegaba una boleta de ABL por habitación. Nosotros lo registramos como hotel”, continúa Tonarelli.
Cuando los trabajadores entraron a Callao 360 en 2003, el edificio llevaba casi un año y medio cerrado. Lo que no había sido saqueado o vendido estaba muy deteriorado. Los trabajadores comenzaron por limpiar un salón que alquilaron para una fiesta de 15 años. Poco a poco, sin llevarse un peso ellos mismos, fueron arreglando otras partes del hotel para generar más ingresos. “Es cierto, hoy hay una autoexplotación para hacerlo crecer. Los retiros son bajos, pero la diferencia es que desde el comienzo ves que las cosas mejoran; no son promesas y nada más. Y generamos más de cien puestos de trabajo”, señala.
Los trabajadores llevan invertidos cerca de 4,5 millones de pesos en el edificio. El año pasado destinaron 800 mil pesos para la estructura de hierro y vidrio, que estaba muy deteriorada. Las asambleas donde se deciden inversiones no son fáciles. Además de las necesidades personales que se podrían satisfacer con ese dinero, existe una gran incertidumbre respecto de la situación legal. “Nos falta seguridad jurídica”, ironiza Tonarelli. Aun así, los trabajadores siguen apostando al negocio que les da de comer: la cooperativa está preparándose para reabrir el piano-bar y el teatro.
“No todos entienden qué es ser socio de una cooperativa. No cambiás de un día para el otro; por eso muchos se fueron”, explica María del Valle, una de las socias que está desde el comienzo. Para aumentar el compromiso y evitar que alguien se sienta sólo un empleado, la diferencia salarial entre socios originales y los nuevos es de 200 pesos. “Los costos mensuales del hotel rondan los 500 mil pesos, retiros incluidos, y en temporada alta, que para nosotros es sobre todo en invierno, podemos llegar a facturar un millón y medio. Pero es muy inestable: con lo de la gripe porcina, por ejemplo, la ocupación hotelera de la ciudad bajó cerca de un 35 por ciento”, indica Tonarelli. Los únicos créditos que recibieron fueron para mejorar el sistema de refrigeración y los han pagado totalmente
* Autor del libro sobre empresas recuperadas El cambio silencioso y miembro de la Fundación La Base/The Working World, que otorga créditos solidarios a cooperativas.
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