AGRO > MáS COMPENSACIONES A LOS TAMBEROS
La decisión de transferir más fondos a los tambos se explica sólo por razones políticas. En términos de equidad entre sectores productivos esos otros 500 millones de pesos al sector lácteo es injusto.
› Por Claudio Scaletta
La política económica posee dos instrumentos básicos: los impuestos y las transferencias. Ambos componentes son sólo su punto de partida, pero también su esencia. Las razones por las que quienes toman las decisiones de política económica aplican transferencias hacia determinados sectores pueden ser políticas o económicas. “Económicas” en el sentido de ser acordes a las enseñanzas de la teoría. Si el análisis se concentra en las razones económicas puede suponerse que se encuentran respaldadas o son el resultado de un diagnóstico. ¿Cuál es el diagnóstico que está por detrás del aumento de las compensaciones al precio de la leche?
El caso del sector lácteo fue tratado muchas veces en este mismo espacio por servir de ejemplo de cómo funciona una política flexible de retenciones. Para los lácteos el Gobierno mostró una flexibilidad que no tuvo o no pudo tener con otros sectores, como por ejemplo con cereales y oleaginosas, en el sentido de subir retenciones a las exportaciones con la leche en polvo a precios por las nubes en los mercados internacionales y bajarlas con precios que se desplomaban. Por supuesto que este mismo efecto se consigue de manera automática con retenciones móviles, pero la cuestión ya es demasiado remanida.
El caso del sector lácteo también fue utilizado como ejemplo de cómo la baja de las retenciones no se trasladaba a los precios pagados al productor primario de la leche, lo que conduce directamente al análisis de los procesos de formación de precios de las materias primas. El dato fáctico fue el de “la inexistencia de una relación directa entre baja de retenciones y aumento del precio pagado por la materia prima”. Las retenciones bajaron, pero los precios pagados por la leche a los tamberos no aumentaron. No se trata aquí de una cuestión ideológica o de una puja intersectorial, sino de lo que sucedió, de la historia, que es el único laboratorio posible para la teoría económica. Sin embargo, el dato de la realidad siempre contrastó con los reclamos de los productores primarios, que en muchos circuitos regionales reclamaron y reclaman contra la política de retenciones, que importa básicamente a los exportadores, como la fuente de los bajos precios recibidos.
Si lo que pasa con las retenciones, es decir, lo que pasa con el precio en pesos recibido por el exportador, no se traslada al precio recibido por el productor primario significa que “algo” debe estar pasando a lo largo de la cadena de formación del precio primario. Ese algo es una “falla de mercado” muy estudiada por la teoría económica convencional, que es la del abuso de posición dominante de los compradores bajo situaciones de oligopsonio. Si sólo hay unos pocos compradores para una multitud de vendedores los primeros estarán en condiciones de apropiarse de una parte mayor del precio final. Bajo una lógica de mercado, que es la única que existe en la economía, los productores solo tienen la posibilidad de fortalecer su posición actuando de manera conjunta a través de cooperativas para acumular fuerza frente a los compradores que integran un oligopsonio probablemente “natural” en el actual estadio de desarrollo tecnológico. Al Estado, en tanto, sólo le cabría trabajar en la transparencia de estos mercados irregulares y evitar los abusos.
Si en este escenario, en cambio, el Estado subsidia precios bajo el trajinado argumento de apoyar a los actores más débiles, se produce un resultado paradójico: el subsidio estatal le permite al eslabón superior seguir pagando por la materia prima el “precio de oligopsonio”, es decir un precio más bajo que el “de equilibrio”. El subsidio estatal cristaliza entonces la relación: le permite al productor primario mantener la reproducción simple de su capital, pero en términos sistémicos el subsidio es apropiado por las usinas lácteas, que siguen pagando un bajo precio por la materia prima. En la otra punta del circuito, el consumidor final ni se entera de estos movimientos al interior del circuito productivo, pues los precios que él paga no cambian e incluso aumentan. Sucede que en la segunda venta el poder de compra de las grandes cadenas de distribución minorista reproduce, en mayor o menor medida, la relación de oligopsonio descripta para la primera venta. Del análisis económico del conjunto del circuito no surge que la solución sistémica se encuentre en aumentar subsidios a la materia prima. Una conclusión posible es que la decisión de transferir se explique sólo por las razones políticas. Pero en términos de equidad entre sectores productivos regalar otros 500 millones de pesos al sector lácteo es, como mínimo, injusto
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