AGRO > AUMENTO DE PRECIOS DE LOS COMMODITIES
Aunque el valor de la soja se desinfló en las últimas semanas, se encuentra en un nivel elevado en términos históricos. Expectativas y riesgos de que vuelva a generarse una situación ficticia.
› Por Claudio Scaletta
Si se mira la evolución de los precios de los commodities puede hacerse una inferencia probablemente muy incorrecta: que la crisis internacional terminó. Redondeando los números, la soja llegó a cotizar 600 dólares la tonelada a comienzos de 2008, cayó por debajo de los 280 a fines del mismo año, volvió a superar recientemente los 400 dólares en el CBoT, la Bolsa de Chicago y ahora se ubica en 360 dólares.
Los 600 dólares fueron el cenit de un largo período de crecimiento, también largamente explicado, en el que tuvo mucho más que ver la sobrevaluación mundial de los activos y la especulación financiera que las causas “reales” del aumento de la demanda asiática o el arrastre por el horizonte futuro de los biocombustibles. El aumento de la demanda real existió, pero de ninguna manera provocó un desequilibrio con la oferta capaz de explicar las alzas registradas. La caída de las cotizaciones durante la parte final del año pasado parece haber sido, ante todo, un sinceramiento de las variables. Sin embargo, el frenesí alcista recomenzó. Aunque 360 dólares la tonelada es bastante menos que los 600 de hace poco más de 18 meses, vuelve a ser un valor históricamente alto. Tanto que hasta podría considerarse que se asiste a una segunda burbuja, una interpretación temeraria, pero no tanto cuando se ponen en perspectiva algunos datos de la economía mundial.
Luego de un largo tiempo de negación, en el último año los economistas profesionales se vieron obligados a explicar la crisis global. Como resultado se asistió a un frenesí descriptivo de un proceso que reconoce sus antecedentes ya desde mediados de la década pasada, cuando Alan Greenspan habló de la “exuberancia irracional” de las cotizaciones de los activos de Wall Street, pero que recién se desató con fuerza en el segundo semestre de 2008. La descripción estándar suele comenzar con los problemas financieros en el centro (la generación de las subprime y los activos tóxicos) y el posterior contagio a la economía real.
Para otros economistas, el gran problema de los profesionales del mainstream reside, precisamente, en que no explican la crisis, sino que se limitan a describirla. A la hora de las causas, critican, el mainstream busca culpables. Algunos algo insólitos, como por ejemplo, la avaricia de los banqueros, lo que no sólo no representa un dato nuevo, sino que además es una variable endógena del sistema capitalista. Desde la izquierda de la izquierda, en tanto, se tuvo una nueva oportunidad de predecir el colapso inminente del capitalismo.
Una explicación alternativa a la del mainstream y menos apocalíptica que la de la izquierda es la de los keynesianos auténticos, es decir; no los de la síntesis neoclásica, sino la de quienes siguen las enseñanzas de la Teoría General. Estos economistas creen que la crisis actual es, como todas las crisis, una crisis de demanda real. Afirman que lo que sucede en las finanzas es un mero reflejo de transformaciones más profundas que ocurren en la producción. A un nivel muy grande de síntesis, Estados Unidos, Europa y Japón trasplantaron sus líneas de montaje al Este asiático, con eje en China, lo que significó un estancamiento de salarios en el centro. Para seguir manteniendo en los mercados centrales un nivel de demanda que evite el colapso se recurrió al crédito, situación que no podía mantenerse eternamente. Lo que hoy sucede no sería más que el ajuste demorado, un proceso gradual, pero continuo e inexorable. Las economías centrales están efectivamente en recesión y el desempleo en Estados Unidos y Europa alcanza niveles record en las últimas décadas. Sin dudas esta caída del empleo afectará la demanda y con ella se resentirá también a una de las factorías mundiales, China.
Si Estados Unidos invirtió, todavía con Bush, unos 600 mil millones de dólares en rescatar a su sistema financiero y actualmente se habría superado el billón, China ya destinó 2 billones para evitar la caída de su economía real. La apuesta del país asiático es simple: aguantar hasta que pase el cimbronazo de la demanda externa, uno de los principales componentes de su demanda agregada. Pero si la crisis en el centro se prolonga, nadie sabe cuánto tiempo podrá resistir. Visto desde Argentina, China es el comprador número uno de los principales commodities de exportación: la soja y sus derivados. Dicho de otra manera: si la crisis global sigue su curso llegará a la Argentina vía China. La pregunta del millón, entonces, vuelve a ser si las cotizaciones actuales son el comienzo del cambio de tendencia o una segunda y transitoria burbuja
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