EL MODELO AGROEXPORTADOR Y RESTRICCIONES AL DESARROLLO INDUSTRIAL
El mantenimiento y profundización de la integración con Brasil podría generar ventajas comparativas dinámicas en los sectores involucrados. De esa forma se evita la vulnerabilidad de una economía basada en la agroexportación.
› Por Diego Rubinzal
El vínculo de la economía argentina con el mercado mundial sufrió diferentes variaciones. Durante el modelo agroexportador (1880-1929) se integró plenamente a las corrientes comerciales mundiales como abastecedor de productos primarios. Primero las lanas y luego las carnes y cereales empezaron a desembarcar en el puerto inglés de Smithfield. La crisis mundial de 1929 desnudaría los límites de ese modelo de desarrollo. La evolución posterior del comercio mundial reveló que aquellos países que no avanzaron en complejizar su oferta exportadora quedaron marginados de las corrientes más dinámicas del intercambio comercial. Más allá de las históricas fluctuaciones en sus precios, la participación relativa de las commodities en el comercio mundial sigue siendo tendencialmente descendente.
A pesar de ese proceso, las voces que fomentan una reprimarización productiva siguen siendo poderosas. Por ejemplo, el presidente de la Sociedad Rural Hugo Biolcati manifestó en la inauguración de la Exposición de Palermo que “cuando el campo dice Patria piensa con nostalgia en aquel magnífico granero del mundo”. Pero esa visión está lejos de ser patrimonio exclusivo de las corporaciones agropecuarias.
Algunas voces sostienen que el patrón más eficiente de vinculación comercial de cada país depende de la abundancia relativa de sus factores de producción. De acuerdo con esa visión, la Argentina debería producir fundamentalmente bienes primarios e intensivos en trabajo y debería importar aquellos que son más intensivos en capital. Ese enfoque objeta el crecimiento intraindustrial verificado dentro del Mercosur, ya que no se trataría de un comercio “genuino”. La única razón por la cual aumenta el intercambio de bienes industriales radica en la presencia de preferencias arancelarias. Siguiendo con esa idea, los países miembros comercializan entre sí bienes que no resultan competitivos en los mercados ajenos al bloque generando desvíos ineficientes.
Esa postura es rebatida por aquellos economistas que defienden el intercambio industrial intraMercosur como herramienta idónea para el desarrollo de economías de escalas y procesos de aprendizaje. En ese sentido, el mantenimiento y profundización de ese proceso podría generar ventajas comparativas dinámicas en los sectores involucrados. En el documento Impacto de la integración sobre la regionalización comercial. El caso de Argentina y Brasil elaborado por Marta Bekerman, Cecilia Rikap y Haroldo Montagú se hace un detallado repaso de esos temas. Esos investigadores realizan un detallado análisis de la evolución del intercambio comercial argentino-brasileño en el período 1997-2006.
Lo primero que se corrobora empíricamente es el aumento de las exportaciones industriales brasileñas hacia la Argentina. Ese incremento es notorio en el caso de los automóviles, tractores, cosechadoras, electrodomésticos, autopartes y calzados, entre otros. Un párrafo especial lo merece el drástico aumento de las exportaciones de los teléfonos celulares brasileños hacia el mercado argentino. En ese caso, ¿se trata de un desvío ineficiente de comercio proveniente de Brasil o se trata de un desarrollo de nuevas ventajas comparativas por parte de ese país? “Las estadísticas muestran claramente esto último ya que, para los productos industriales señalados, Brasil muestra también una fuerte expansión de sus exportaciones hacia el resto del mundo”, señalan los autores. Esos datos avalan la idea de que las ventajas derivadas del mercado ampliado del Mercosur pueden fomentar el desarrollo de procesos de aprendizaje.
El segundo aspecto señalado por los investigadores es la comprobación de una tendencia a la caída relativa de ciertas exportaciones argentinas comercializadas en tierras brasileñas. Ese es el caso de los vehículos, tractores, cables de electricidad y algunas materias primas de la industria petroquímica. De esa manera, Brasil ha dejado de ser el principal destino de las exportaciones argentinas provenientes de las ramas automotriz y autopartista.
Los investigadores sostienen que “podríamos afirmar que la experiencia exportadora hacia dicho socio comercial ha servido como un proceso inicial de aprendizaje. En cuanto Brasil comenzó a disminuir las compras de autos y piezas, la Argentina pudo desviar y expandir este tipo de exportaciones hacia otros países”. Más adelante, Bekerman, Rikap y Montagú agregan que “desde la perspectiva de la Argentina, podría señalarse que el seguimiento de las propuestas de exportar en función de las ventajas comparativas estáticas (productos primarios y algunas manufacturas de origen agropecuario) le dio pobres resultados en su comercio con el Brasil a mediano plazo. Es más, ese resultado podría haber empeorado de continuar o haber generalizado esa estrategia, dado que Brasil se está convirtiendo o bien en autosuficiente o bien en un fuerte exportador de muchos de esos productos”.
El redireccionamiento de esos productos hacia otros mercados no invalida los peligros emergentes de aquellos cantos de sirena que claman por someterse a un patrón exportador primarizado
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