FINANZAS > A UN AñO DE LA QUIEBRA DEL BANCO DE INVERSIóN LEHMAN BROTHERS
El sistema financiero de Estados Unidos registró pocos cambios en materia de regulación y fiscalización, mientras se van consolidando megabancos. Estas entidades han recibido millonarios aportes del Estado.
› Por Cristian Carrillo
A un año de la bancarrota de Lehman Brothers, sigue todavía pendiente esa “refundación del sistema financiero” que prometió el presidente estadounidense Barack Obama. Las enseñanzas que dejó la mayor crisis desde el crac bursátil de 1929 parecen no haber sido aprendidas por las autoridades a cargo de la supervisión y el control del sistema bancario. Las regulaciones fueron superfluas y, en muchos casos, en la dirección equivocada. Las entidades que sobrevivieron, gracias a los rescates con fondos públicos, no atomizaron sus actividades, tal como recomendaron varios economistas especializados. Por el contrario, ostentan actualmente una estructura aún más grande y concentrada que en el período previo a la quiebra de ese holding financiero. Obama reiteró esta semana que endurecería el marco regulatorio, en tanto la cantidad de bancos que ya fueron cerrados en ese país alcanza a 92 instituciones.
Lehman, el cuarto mayor banco de inversiones de Estados Unidos, se declaró en quiebra el 15 de septiembre de 2008 con un activo de 639 mil millones de dólares y un stock de deudas por 613 mil millones. Al momento del derrumbe, las acciones del grupo cotizaban en 20 centavos, luego de haber operado a 85,80 dólares. El fin de semana previo, el entonces presidente de la Reserva Federal de Nueva York, Timothy Geithner, convocó a una reunión para analizar la posibilidad de liquidar los activos para sanear la cartera de la empresa. No hubo compradores. La desaparición del grupo desmoronó todo el sistema crediticio estadounidense, debido a que gestionaba unos 46 mil millones de dólares en hipotecas.
El gobierno respondió con sucesivos rescates multimillonarios. En enero de este año reveló un plan de salvataje financiero de dos billones de dólares, con el objetivo de absorber los activos tóxicos de los bancos y restaurar el crédito. El Congreso aprobó también un paquete de estímulo impulsado por Obama de 787 mil millones de dólares. Los programas fiscales estuvieron además acompañados por cambios en la supervisión del sistema bancario. En junio de este año, Obama presentó una amplia reforma del marco regulatorio, denominada “Nueva Fundación”. En ese texto se señalaba como objetivo el control de las entidades financieras, en particular en lo que respecta a los requerimientos de capital y liquidez de las grandes firmas.
No obstante, en la práctica la regulación continúa siendo tan errónea como la que originó la crisis. El ex presidente de la Fed Paul Volcker aconsejó a Obama reducir el tamaño actual de los bancos, mientras que el gobernador del Banco de Israel, Stanley Fischer, propuso a los gobiernos desalentar a las instituciones de exhibir un crecimiento “excesivo”. Sin embargo, en lugar de fraccionar las actividades de los “megabancos” o de limitar su expansión, el gobierno estadounidense otorgó multimillonarias sumas en incentivos y garantías que permitieron incrementar el tamaño de estas firmas. El economista y Premio Nobel Joseph Stiglitz aseguró que Estados Unidos no ha podido solucionar los problemas subyacentes de su sistema bancario después de la crisis y el colapso de Lehman. “En los Estados Unidos y en muchos otros países, los bancos demasiado grandes se han convertido en aun mayores”, describió Stiglitz.
Cuando se cumple un año de la crisis los activos de Bank of America crecieron y los del Citi –cuyo 34 por ciento del capital es del gobierno–- permanecen intactos. El Wells Fargo y el JP Morgan emergieron con una capitalización bursátil 20 por ciento superior a su estructura en 2007. En el Reino Unido, el Lloyds Banking, 43 por ciento propiedad del Estado, ha asumido las actividades de HBOS PLC y en Francia el BNP Paribas posee ahora los activos de banca de Bélgica y Luxemburgo, por intermedio del asegurador Fortis. La estrategia de Geithner, actual secretario del Tesoro, es cuidar a las entidades financieras “sistémicamente importantes”, garantizando su capitalización y una supervisión más estricta. Pero su plan no implica reducir o simplificar las estructuras de los diez holdings más grandes del país.
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