LA ACUMULACIóN ORIGINARIA Y LAS EMPRESAS DE AUTOGESTIóN OBRERA
› Por Esteban Magnani* y Andrés Ruggeri**
Las empresas recuperadas tienen el problema de lo nuevo. Desde sus inicios han tenido que abrir caminos legales, políticos, sociales y económicos donde no los había. Mientras aprendían a gestionar sus empresas, debían explicarles a los demás actores quiénes eran. En ese sentido, aún hoy tienen serias dificultades para que sus particularidades de origen les permitan hacerse un espacio en el acceso al capital de trabajo. Las recuperadas, además de tener que enfrentar el prejuicio que generan las cooperativas, no entran en los requerimientos normales del sistema financiero: en su mayoría, no tienen bienes para ofrecer como garantía. Aquellas que han accedido al crédito tradicional, generalmente en el Banco Credicoop, lo han hecho para comprar maquinaria que funciona como garantía con excelentes resultados, como es el caso de la UST.
Por otro lado, la concepción general es que las recuperadas son parte de una economía social, entendida como de supervivencia, que se mira muchas veces en forma condescendiente. La Ley de Microcréditos, pensada para apoyar a pequeños emprendedores, limita su ayuda a “unidades productivas cuyos activos totales no superen las cincuenta canastas básicas totales para el adulto equivalente hogar ejemplo”. Por otro lado, establece un límite en los montos a prestar de hasta doce salarios mínimos. El criterio que ha primado hasta ahora es que, si bien las recuperadas no suelen ser propietarias de los bienes sino que tienen un permiso de explotación, éstos se incluyen en el cálculo de sus activos. Cooperativas grandes como Crometal o Rabbione quedan fuera del acceso a este tipo de créditos.
Las recuperadas han recibido variados subsidios y préstamos provenientes de distintos organismos de Estado como el Inaes, el Ministerio de Desarrollo Social y el de Trabajo. Según el relevamiento realizado por un equipo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en 2004, el 41 por ciento de las recuperadas a nivel nacional había recibido algún tipo de fondo externo, fuera subsidio o crédito, cifra que aumentó con el correr de los años. En un nuevo relevamiento de fines de 2007 para la ciudad de Buenos Aires, la totalidad de las cooperativas había recibido subsidios, y un 33 por ciento declaraba haber usado esos fondos para la adquisición de maquinarias y bienes de capital, en lugar de un 100 por ciento destinado a capital de trabajo de épocas anteriores. Esto refleja la gran capacidad de regeneración de trabajo que, aun en estas condiciones, pueden exhibir estas empresas. Estos subsidios se debían a un apoyo del gobierno porteño que terminó abruptamente en 2007, lo que permite presagiar lo que puede ocurrir si se consolida el viraje ideológico a escala nacional. Si bien muchos de estos subsidios fueron importantes para las recuperadas, en muchos casos los planes de desarrollo y de negocios que se les exigían requerían de una complejidad de elaboración que obligaba a las cooperativas a recurrir a la colaboración de universitarios o profesionales para poder llenar los formularios. Así se generaba otro subproducto: las cooperativas no tomaban como algo propio ese plan que pensaban como un requisito formal y terminaban ejecutando el dinero a su manera, con las consiguientes dificultades para la rendición del dinero. También ha sido muy común que, a causa de la inflación, cuando el dinero finalmente llegaba no alcanzara para comprar aquello para lo que se había propuesto.
Frente a estas dificultades son muchas las recuperadas que han pedido pequeños préstamos a sus pares para arrancar con la producción. La cantidad de este tipo de préstamos es importante y permite prever un funcionamiento sistemático de esta red de crédito. Vale mencionar, además, que muchas recuperadas han recibido préstamos para proyectos productivos de la Fundación La Base, pero éstos también han tenido montos limitados que, al menos por ahora, no permiten financiar proyectos de gran envergadura. Frente a esta dificultad para acceder al crédito, muchas cooperativas se ven obligadas a hacer la “acumulación originaria” por medio de un extraordinario esfuerzo, demostrando que el capital proviene del trabajo. Mientras tanto, otras que ya llegaron a niveles productivos importantes encuentran grandes dificultades para dar un nuevo salto que expanda la capacidad productiva.
* Miembro de la Fundación La Base.
** Titular del Programa sobre recuperadas Facultad Abierta (UBA).
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