EL LASTRE DEL NEOLIBERALISMO EN LA NORMATIVA QUE RIGE LA ENTIDAD MONETARIA
La aprobación del pliego de Mercedes Marcó del Pont para ejercer la presidencia del Banco Central inaugura un período novedoso en la institución monetaria. La referencia de la Reserva Federal y las restricciones de la actual Carta Orgánica.
› Por Roberto Briscioli
El pensamiento neoliberal plasmado en el artículo 3º de la Carta Orgánica define que la función del Banco Central debe reducirse a sostener el valor de la moneda. En la visión ortodoxa se traduce en estabilidad de precios. En ese mismo artículo se toma como válido de manera sacrosanta el apotegma neoliberal que dice que la inflación es producto del exceso de emisión de moneda. Además de cuidar de que no haya inflación, ese artículo 3º transforma al Banco Central en un ente independiente del poder político y, por ende, de la voluntad popular. Lo cual no deja de ser un contrasentido constitucional. Otra incongruencia que se desprende de la anterior es que el Poder Ejecutivo no puede dar “órdenes, indicaciones o instrucciones” al Banco Central, pero sí puede designar sus autoridades. Sin embargo, al designar a dichas autoridades está creando un poder político paralelo y al hacerlo existe la posibilidad cierta de conflicto de poderes, como ocurrió varias veces, donde sobresalen los casos recientes de Alfonso Prat Gay y Martín Redrado.
En Estados Unidos, cuna de la ortodoxia neoliberal, la Reserva Federal (banca central estadounidense) está obligada, según normativa vigente, a lo siguiente: “Mantener el crecimiento sostenido de los agregados monetarios y crediticios de un modo consistente con el potencial de crecimiento de la economía, así como para promover efectivamente los objetivos de pleno empleo, estabilidad de precios y moderadas tasas de interés a largo plazo”. Como se observa, el neoliberalismo argentino es más papista que el Papa. Otro párrafo de esa normativa es relevante y no porque sea un ejemplo, ya que resulta ser el país más endeudado del planeta, con déficit fiscal y comercial desproporcionado, sino porque es el espejo virtuoso de los neoliberales autóctonos, a saber: “... mantener el crecimiento sostenido de los agregados monetarios y crediticios de un modo consistente con el potencial de crecimiento de la economía...”. Esto quiere decir que la base monetaria, es decir la cantidad de dinero en circulación, se dimensionará en función del crecimiento de la economía. Es decir, del crecimiento del PBI.
Sin embargo, en nuestro país, para la ortodoxia neoliberal, la base monetaria debe estar en función de las reservas. De esta manera, el PBI que desde 2003 hasta 2008 ha venido creciendo a un promedio del 8,5 por ciento (situación poco común en nuestra historia económica reciente), tuvo que soportar una base monetaria no acorde (inferior) con su crecimiento. Esto es así porque en principio la base monetaria siempre fue inferior al nivel de reservas y, lo más grave, se ignoró el fenomenal crecimiento del PBI. En otras palabras, un crecimiento potencial determinado con una base monetaria intencionalmente disminuida provocará necesariamente un crecimiento económico inferior al que hubiere sido posible realizar.
El Banco Central independiente del poder político y de la voluntad popular, pero dependiente del poder económico y financiero concentrado, fue un lastre mayúsculo para el plan económico de desarrollo productivo e inclusión social estructurado a partir de 2003. Además, esa independencia facilitó que se fugaran más de 50 mil millones de dólares desde 2007 hasta fines de 2009. En dos años se fugaron posibles reservas internacionales por una cifra superior a las acumuladas.
La normativa de la FED continúa diciendo: “... así como para promover efectivamente los objetivos de pleno empleo...”. Los paradigmas neoliberales autóctonos no consideran en absoluto el concepto “pleno empleo”. Es más, el pleno empleo contradice sus postulados dado que la base fundamental de su teoría se estructura en función del desempleo que provocará necesariamente caída de salarios y mayores beneficios empresariales. Continúa la normativa de la FED: “... estabilidad de precios...”. Esta es la única coincidencia con el artículo 3º de la Carta Orgánica del BC, pero para la FED es un objetivo más y colocado en último lugar, cuando para la lógica neoliberal local se trata de una “misión primaria y fundamental del Banco Central...”.
Por último, dice la FED: “... y moderadas tasas de interés a largo plazo...”. La mención a las tasas de interés y su moderación brilla por su ausencia en el artículo 3º de la Carta Orgánica. Nadie debe creer que es por olvido o casualidad. Esta omisión intencional implica que la banca comercial podrá cobrar las tasas de interés que se les plazca para otorgar créditos primordialmente para consumo, sin tomar en cuenta las necesidades de la actividad productiva.
Las consecuencias que ha pagado la sociedad en su conjunto fueron funestas con un Banco Central independiente, bajo una presidencia institucional en connivencia y dependiente del poder económico financiero concentrado. La Carta Orgánica del BC se intentó modificar a través de un proyecto de ley elaborado por la ex diputada Mercedes Marcó del Pont, actual presidenta del Banco Central, pero tuvo la resistencia en ese momento por parte del titular de la entidad monetaria, Martín Redrado. Si ese proyecto de ley hubiera prosperado, la sociedad se hubiera evitado el escandalete circense de los últimos meses
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