TIPO DE CAMBIO Y COMPETITIVIDAD
Para producciones regionales, como vinos, frutas, yerba, tabaco, cultivos industriales, lanas, lácteos, ganadería, el problema no es sólo la inflación, sino que ésta vaya más rápido que el tipo de cambio.
› Por Claudio Scaletta
El tema es áspero. Difícil de tratar. Quienes hoy lo demandan se cuentan entre los sectores más privilegiados de la sociedad. Que Federación Agraria, por ejemplo, entidad que tras sus alianzas oligárquicas perdió su histórico capital de legitimidad, demande una devaluación en un contexto inflacionario puede enojar. Pero lo paradójico, dado el contexto, es que enoja especialmente a sus compañeros en la ruta, como los dirigentes de la ultramontana CRA, nostálgicos de la felicidad convertible. Mucho ruido, demasiado para quienes quieren seguir amparándose en un discurso progresista mentando el sinsentido de los “pequeños productores sojeros”. Si existe la posibilidad de la pequeña y mediana explotación en el agro, no es precisamente con la soja; sinónimo de gran escala por antonomasia. Esto lo saben bien el resto de los popes de la mesa de enlace, que por eso hace rato que no desentonan defendiendo a la soja, sino que hablan de los problemas de “la lechería”, el trigo en el árido sudeste bonaerense o el “acoso” de los entes de fiscalización.
Basta además mirar la larga historia de las reivindicaciones agrarias para encontrar un denominador común: los reclamos nunca fueron por el nivel del tipo de cambio, sino por el “tipo de cambio efectivo” recibido; por la obtención del precio pleno. Eduardo Buzzi desentona completamente. Para una actividad donde la mano de obra es marginal, el nivel del tipo de cambio es un dato menor. De allí que las entidades tradicionales del campo nunca protestaran en los ‘90.
Las razones económicas, entonces, van por otro carril. Que el tema de la pérdida de competitividad cambiaria sea planteado por actores que perdieron su legitimidad no significa que el problema no sea legítimo. Quizá no lo sea para la soja, como dice Buzzi, que esta semana volvió a hablar de devaluación vis a vis baja de retenciones en el nombre de las “economías regionales”, pero sí lo es para el resto de las producciones de las regiones, donde el empleo directo, a diferencia de los cultivos tradicionales, es un componente fundamental.
La vuelta de algunos discursos, entonces, hace necesario recordar que buena parte de la recuperación de la posconvertibilidad, no toda como dicen los lobistas agrarios, y el salto del PIB se debieron al fuerte desarrollo experimentado por las economías regionales, no sólo la pampeana. Más allá del discurso conservador-populista de los partidarios de ayer y de hoy del dólar barato, es el crecimiento el que mejora el poder adquisitivo de los salarios, no el valor de los ingresos fijos en dólares. La historia iniciada en 2003 es lo suficientemente elocuente al respecto. Fueron los miembros del actual gobierno quienes dijeron que los salarios locales no se consumían en Nueva York. Para obtener conclusiones basta correlacionar el nivel de tipo de cambio con recuperación del poder adquisitivo del salario y actividad. Para las producciones regionales –-vinos, frutas, yerba, tabaco, cultivos industriales, lanas, lácteos, ganadería– el problema no es sólo la inflación, sino que ésta vaya más rápido que el tipo de cambio. Es muy probable que las tensiones sociales crezcan más por una retracción de la actividad consecuente de la pérdida de competitividad externa y la reanimación importadora, que por las “tensiones” de precios.
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