Dom 25.04.2010
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CONFLICTO. DE LA INTERDEPENDENCIA A LA DEPENDENCIA CON CHINA

Imperialismo comercial

El gobierno chino se quejó por medidas proteccionistas de Argentina sobre sectores sensibles. Frenó embarques de aceite de soja. Debate sobre el desarrollo económico con base en productos primarios.

› Por Martin Burgos

China para muchos es un país enigmático, con un desarrollo económico fantástico: es el que más crece en el mundo y el mayor receptor de inversiones extranjeras directas. A la vez, es un desarrollo difícil de explicar desde la teoría económica ortodoxa, ya que se trata de un país caracterizado como “comunista”: no precisamente por los límites a las libertades políticas otorgadas a sus ciudadanos, sino por las fuertes regulaciones impuestas al sector privado y la amplitud de la propiedad pública y comunitaria. La aceptación de China en la Organización Mundial del Comercio, organismo multilateral que no suele acoger a países que no siguen determinadas normas, se realizó recién en el año 2001 y su aceptación se realizó bajo el rótulo de país “sin economía de mercado” (sic).

Durante los años noventa, los productos chinos fueron llegando a las góndolas de las clases populares argentinas a través de los negocios conocidos como “todos por 2 pesos”, para luego generalizarse. De esa manera, se asoció el creciente desempleo de esa época con la llegada de productos chinos a precios ridículos, ayudados por la apertura comercial con tipo de cambio bajo. Como contrapartida, Argentina empezó a exportar hacia China granos y derivados oleaginosos por valores crecientes. Sin embargo, poniendo en perspectiva dichos intercambios comerciales, las importaciones desde China sólo representaron 12 por ciento del total importado por Argentina en 2008 y 2009, y sólo 9 por ciento de las exportaciones totales en 2008 (6 por ciento en 2009).

La balanza comercial con China fue positiva entre 2001 y 2008, año en el cual volvió a ser negativa. Desde entonces, numerosos empresarios y trabajadores industriales mostraron su preocupación por las crecientes importaciones, y pidieron una actitud activa del gobierno para frenar la “avalancha” china. En el marco (liberal) que le impone la OMC, Argentina defendió su producción nacional, aumentando los casos de antidumping y, ya en el contexto de la crisis internacional de fines de 2008, imponiendo licencias no automáticas y realizando una leve devaluación de 3,15 a 3,80 pesos.

La tensión comercial de este mes fue motivada por las medidas impuestas por Argentina contra las importaciones de origen chino realizadas en condición de dumping. Aunque en términos de las exportaciones totales de China es insignificante, dichas importaciones alcanzan 5 por ciento del total que realiza nuestro país desde China, y dicha protección redunda en mayor empleo. La retaliación anunciada parece ser también significativa: el cierre a las exportaciones de aceite de soja tendría un impacto importante dado que representan la mitad del total realizadas en 2009 hacia China. No es la primera vez que ese país arremete contra las medidas antidumping

Este conflicto nos tiene que hacer reflexionar sobre el modo de desarrollo argentino, en particular su inserción comercial internacional, y sus perspectivas a mediano plazo. La interdependencia y complementación de las economías de China y Argentina, que favorecieron la salida de la crisis neoliberal, pareciera ahora volverse como un boomerang: el perfil exportador primario se fue acentuando con el aumento de los precios y de la demanda china de alimentos. Esto, además de crear problemas como el peligro del monocultivo, del desmonte y el desarraigo de miles de agricultores familiares creó poderosos actores sociales que hoy no dudarían en trocar la protección a la industria nacional con tal de conservar sus negocios.

Aunque el gobierno chino no esconde su pedido bajo un manto de teoría liberal, se trata de lo mismo: el control sobre los precios y el poder de negociación alerta ante la posibilidad de volver a una suerte de “imperialismo comercial”, donde el intercambio desigual podría atentar contra el actual modelo de desarrollo con inclusión social

* Economista Centro Cultural de la Cooperación.

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