› Por Cristian Carrillo
El secretario de Política Económica, Roberto Feletti, asegura que existe un alto grado de acuerdo entre los países de la región acerca de la necesidad de crear nuevas instituciones que reemplacen a los actuales organismos multilaterales. “Todos los gobiernos, incluso los de derecha, como Chile, Colombia y Perú, convergen en esa idea”, afirmó el viceministro durante una entrevista concedida a Cash, luego de que se reuniera esta semana con sus pares de la Unasur en el Ministerio de Economía. El encuentro tuvo lugar en momentos en que el FMI vuelve a la carga con las recetas que provocaron la debacle a fines de los noventa. Feletti destacó que se lograron avances importantes en la reunión, aunque reconoció que existen debilidades en Paraguay y Colombia, en su construcción de Estado, que complican el panorama. Señaló la presión de Brasil para imponer el Bndes como banco regional, en vez del Banco del Sur, y el real como moneda de referencia. Apuntó contra el Fondo Monetario por cuestionar las estadísticas oficiales: “No necesitamos ni sus recetas, ni sus recomendaciones”, sentenció.
¿Con el Banco del Sur se busca romper con los actuales organismos multilaterales?
–No sería tan categórico. En primer lugar, el volumen de oferta crediticia al que se arriba post-capitalización, de 15 mil millones de dólares para el BM y 12 mil millones para el BID, resultan insuficientes para un fondeo para el de-sarrollo de largo plazo y bajo costo, según las necesidades que tiene la región. Esa capitalización se llevó adelante además bajo el impulso de los países desarrollados, lo que les da poco espacio a la demanda de los prestatarios. Tienden a reconocer poco las necesidades de los que toman crédito y fijan una serie de condiciones que orientan cualitativamente el destino de esos fondos.
¿Qué condiciones?
–Es muy notoria en el BM la presión de Europa para que haya una mayor orientación de fondos hacia los países más pobres. Atender a los países de ingresos bajos y no de ingresos medios, y a los proyectos medioambientales. En el caso del BID aparecen las salvaguardias climáticas y medioambientales en el otorgamiento de créditos para la inversión. En definitiva pone en duda los márgenes de decisión de los que toman estos créditos.
No parece mal que se cuide el medioambiente.
–El impacto medioambiental lo utilizan para condicionar el crédito. Van a dar más dinero a los proyectos medioambientales, como energías limpias y no contaminantes o reconversiones industriales y no para políticas de desarrollo. Por eso los países en desarrollo tienen poca injerencia en los procesos de decisión de los créditos
¿Y con el Fondo?
–El G-20 le dio un enorme poder al Fondo para monitorear la sustentabilidad global respecto de los desbalances globales. Puede haber desequilibrios permanente en Estados Unidos y Europa, con superávit en el resto del mundo, en particular China. Esto es una discusión permanente.
La realidad es que el FMI como estabilizador no aparece como un organismo renovado que busque impedir las crisis. En cambio, se presenta como una entidad que recuperó poder y con las mismas recetas por todos conocidas.
Vuelve con los discursos de siempre.
En algún momento se mencionó desde el Gobierno un cambio de actitud del FMI.
–No parece. No lo percibí en Estambul ni en Washington (las dos últimas reuniones anuales del organismo). A sus técnicos les preocupa el nivel de autonomía y de comercio intrarregional sur-sur que no controlan y no pueden ordenar, y siguen buscando imponer sus recetas.
¿Eso se refleja en el pedido constante de que Argentina acepte sus revisiones?
–Esa es una discusión instrumental. Lo que no es aceptable que el Fondo diga que las estadísticas no son confiables y que siga sosteniéndolo continuamente. Además, la verdad es que cerramos un trimestre con todos los indicadores viento en popa. Por eso se relativiza la discusión con el Fondo. No lo necesitamos y ésta es la realidad. No necesitamos ni sus recetas, ni sus recomendaciones.
¿Cuáles son los temas más importantes de debate en la integración regional?
–Hay dos discusiones: la multilateralidad de pagos y la multilateralidad de los créditos. Ambas tienen que servir para consolidar la solvencia externa de todos los países de la región. Existe un conjunto de instituciones multilaterales, pero cumplieron un rol poco destacado. Actualmente, todos los gobiernos, incluso los de derecha, como Chile, Colombia y Perú, convergen en la idea de que se necesitan nuevos institutos de integración o, al menos, revisar los que hay.
¿Existe resistencia para desarrollar el Banco del Sur?
–Es verdad. Pero todos coincidimos que hay cuidar la solvencia externa. Esos países plantean que hay que buscar mecanismos que permitan fortalecer más la CAF o revisar la Aladi. Brasil y Argentina proponen desdolarizar el comercio y los países del ALBA presentan el sucre como moneda de intercambio para desdolarizar. Estas son las tensiones.
Después de casi tres años de discusión, ¿se llegó a algún tipo de acuerdo para el Banco del Sur?
–Sí. Lo que se busca es fondeo de muy bajo costo y de largo plazo, y que además los prestatarios puedan decidir qué hacer con el dinero según sus necesidades de desa-rrollo. También cada uno podrá definir la búsqueda de proyectos de integración regional, en particular sobre obras de infraestructura, como el entramado energético, transporte y alimentos.
En el grupo de los siete países que ya aseguraron su participación, ¿continúan las diferencias?
–Hay cierta vocación de Brasil de instalar el Bndes como una alternativa al Banco del Sur. Por eso abrió una sede en Montevideo. A ellos les interesaría que el Bndes fuera un banco regional, aunque no lo dicen explícitamente. Ellos ponen como ejemplo que un real apreciado hoy es una moneda con la cual pueden financiar a la región. Acá es donde también entra la discusión o la defensa del uso de la moneda local como referencia para la región.
¿Qué está trabando el proceso?
–Estamos trabajando desde marzo de 2007. El Banco del Sur originalmente iba a contener el Fondo de Estabilización Regional, y luego esa instancia se retiró del convenio. La idea era que ayudara a salvar los desequilibrios de corto plazo colaborando con las bancas centrales. Sin embargo, no avanza porque la crisis internacional lo agarró en pañales. Ahora hay que ver también cómo se redefine el sistema financiero internacional.
¿El avance de la derecha en la región podría complicar el proceso?
–La salida de Lula de Brasil será un factor a tener en cuenta. Lula tuvo un importante comportamiento en el disciplinamiento de los intereses empresariales brasileños respecto de la región. Pudo ordenarlos y priorizó la política por sobre intereses concretos. Eso responde a un liderazgo que, incluso, limitó las tensiones de esos empresarios con la Argentina.
¿Brasil busca ser la Alemania de la región?
–En realidad lo que se observa son las debilidades del propio proceso brasileño, que no deja participar a países como Uruguay y Paraguay en su mercado. Pero es un tema solucionable. Lo que veo más complejo son algunas debilidades que se ven en Paraguay y ahora en Colombia, de construcción de Estado, de capacidad de tener el imperio de políticas públicas en su territorio. Pero no veo enormes asimetrías. La asociación entre Argentina y Brasil puede ayudar a los países más pequeños.
¿No son demasiado grandes las asimetrías entre países como Brasil o Argentina y otros como Paraguay o Uruguay?
–Pareciera que en la región hay una ecuación energética y alimentaria y hay desarrollo industrial complementario. Esto plantea un desafío, para superar la pobreza, de lograr un mercado ampliado. Si hoy invirtiera como empresario, la garantía del mercado argentino, que suele ser chico o limitado, se ampliaría con un acuerdo con Brasil.
¿Qué beneficio implica una integración con Brasil?
–Tener un mercado regional es importante para el país. La Argentina necesita recuperar cierto rol industrial. En la Argentina el proceso de industrialización estuvo definido desde el Estado, en la década del ’40, como autárquico y exclusivamente orientado a un mercado interno con potencia salarial. En cambio, la industrialización de Brasil se dio a partir de una elite y no desde un Estado populista, por eso perdura en el tiempo. Esto es una diferencia no menor. Pero ese proceso orientado al mercado interno se quiebra y muchos cree que no tienen que invertir para el mercado local. Eso se ve en la recuperación actual: hasta el 2005 invirtieron y después se frena porque esperan un crac, que no se produce.
¿Con la integración ese comportamiento cambiaría?
–Si la Argentina estuviera atravesando otro ciclo económico, donde la demanda regional opera por encima de la propia demanda interna, es posible que pudiéramos tener un proceso de desarrollo sostenido. La Argentina no puede producir todo, sino que tiene que hacerlo con productos diferenciados, apoyada en sus ventajas comparativas naturales y de recursos humanos. Es la única manera de tener un desarrollo sustentable. Además es muy necesario tener un escudo financiero frente a los mercados internacionales. Para esto es importante la integración de los mercados de capitales para canalizar el ahorro interno.
¿Cuál fue la agenda de la reunión de ministros del Unasur de esta semana?
–La idea es crear el consejo sudamericano y elevar la propuesta a los presidentes de la región. Existe consenso sobre el uso de la moneda regional y los organismos multilaterales de crédito y la posibilidad de crear un fondo de estabilización. Sería bueno darle un estadio institucional. El objetivo es otorgar a esas reflexiones un marco institucional para que ingresen en el proceso de toma de decisiones
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