LA CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL
La ortodoxia económica no está brindando respuestas a la actual dinámica de la crisis internacional. Frente a esa carencia, círculos académicos han regresado a las obras de Keynes, Galbraith y Marx.
› Por Diego Rubinzal
El crecimiento de las ventas de las obras de Keynes, John Kenneth Galbraith y Carlos Marx revela la creciente preocupación por encontrar respuestas que no brinda la ortodoxia económica a la crisis internacional. Aunque se trata de un fenómeno de ciertos círculos académicos, empezaron a proliferar cursos sobre teoría marxista dictados en universidades de todo el mundo. El investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Juan José Martínez Olguín, recurrió al arsenal marxista para descartar las difundidas tesis de financiarización y la teoría del subconsumo como hipótesis explicativas del desencadenamiento de la crisis mundial.
La mencionada tesis sostiene que la crisis es resultado del rol dominante que tiene el capital financiero en el capitalismo mundial actual. De acuerdo con esa visión, el capitalismo atraviesa por una etapa de estancamiento y de crecimiento ficticio, debido a que las ganancias son –en su mayor parte– reinvertidas en el sector financiero. Esa valoración ficticia del capital financiero no encuentra un correlato real en el capital productivo. En su trabajo “Crítica a las tesis de financiarización y la teoría del subconsumo” (revista Realidad Económica Nº 250), Martínez Olguín señala que “si bien es cierto que el capital financiero ha crecido desde 2000 dicho capital no se ha convertido en fracción dominante de la clase capitalista, pues las fracciones del capital productivo también participaron de las ganancias y, por lo tanto, tampoco el crecimiento del capitalismo ha sido ficticio sin base real en la acumulación productiva”.
Por su parte, la teoría del subconsumo sostiene que se está en presencia de una sobreproducción generada por una insuficiente demanda. A su vez, la escasa demanda es producto de la creciente de-sigualdad. El investigador sostiene que las crisis periódicas del capitalismo son causadas por las características sistémicas intrínsecas y no por la insuficiencia de demanda. Para explicarlo recurre al propio Marx, quien sostenía que “hay que observar que las crisis van precedidas de un período de subida general de salarios, en que la clase obrera recibe realmente una participación mayor en la parte del producto anual destinada al consumo”. Entonces, ¿cómo se explica la actual crisis en clave marxista?
Martínez Olguín plantea que durante la década del ‘90 se produjo un aumento de la composición orgánica del capital –aumento relativo de la relación capital/trabajo– que redujo la tasa de ganancia. Esta tendencia a la disminución de la tasa de ganancia fue denominada por Marx como ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia. Entre 1992 y 2002, la inversión norteamericana en equipos y software creció a una sorprendente tasa anual del 11,5 por ciento, produciendo una sobreacumulación de capital. En este sentido, el aumento de la inversión por obrero influyó en la reducción de la tasa de ganancia. Esta caída de la rentabilidad determinó la instalación de un ambiente recesivo durante 2001 y una sustancial disminución del ritmo inversor en los Estados Unidos. Ahora bien: ¿por qué el estallido de la crisis se pospuso hasta 2007/08? Según Martínez Olguín, las corporaciones norteamericanas lograron reponerse debido a los fuertes estímulos fiscales y monetarios, al ingreso de capitales extranjeros y a la caída del dólar. Sin embargo, los niveles de inversión permanecieron deprimidos, determinando que el exceso de liquidez y ahorro tuviera como principal destinatario el mercado inmobiliario y el crédito hipotecario. La acumulación desproporcionada en ese sector generó la famosa burbuja inmobiliaria.
Martínez Olguín concluye que “la actual crisis financiera es producto de las contradicciones inmanentes de la acumulación capitalista. Su causa no debe remitirse a coyunturas históricas específicas, como una etapa particular del capitalismo, de dominio del capital financiero sobre el productivo, ni tampoco a problemas de insuficiencia en la demanda que se fundamentan, en última instancia, sobre la creciente desigualdad social (desigualdad que como tal es irrefutable y que no negamos en absoluto). Los factores que la explican deben rastrearse en la propia lógica de funcionamiento del modo de producción en el que vivimos”
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