› Por Carlos Weitz
El martes pasado, Francia sufrió una de las mayores desilusiones deportivas de su historia, al quedar eliminada en la primera ronda del Mundial de Fútbol, luego de ser derrotada por México y por Sudáfrica. Del otro lado del océano, el inversor norteamericano más rico y famoso del mundo, Warren Buffet, festejó la derrota francesa por motivos puramente extra futbolísticos. La compañía Berkshire Hathaway, que le pertenece, había vendido un seguro que la comprometía a pagar una cifra millonaria en caso de que Francia ganara la competencia. En un reportaje otorgado a la cadena CNBC, en marzo pasado, Buffet había señalado: “Creo que vamos a perder cerca de 30 millones de dólares si Francia gana”. Si bien no se dieron nombres respecto de quiénes serían los clientes que pagaron por dicho seguro, la cadena de supermercados Carrefour había lanzado en Francia una promoción mediante la cual se comprometía a reembolsar el precio de los televisores a aquellos clientes que compraran los plasmas antes del Mundial, en caso de que Francia se alzara con la copa. La devolución alcanzaba al 50 por ciento de la compra si Francia llegaba a la final pero no conquistaba el título.
No siempre la suerte ha acompañado a Buffet en este tipo de negocios, ya que en 2007 tuvo que reembolsarles el importe total de las compras efectuadas a 30.000 clientes de una cadena de ventas de muebles, luego de que el equipo de Boston “Red Sox” ganara el campeonato norteamericano de béisbol. La pasión futbolera poco tiene que ver con los valores de las primas que cobran las compañías de seguros, que surgen de cálculos actuariales que asignan probabilidades a que determinados hechos sucedan de una forma u otra. Cada cuatro años, durante los meses de junio y julio, los mercados de futuros de productos financieros y materias primas ceden protagonismo ante su majestad el fútbol, deporte que concentra la mayor cantidad de negocios a nivel global.
Los principales bancos de inversión del mundo han utilizado todo el potencial de sus modelos econométricos para predecir cuáles serán los resultados de este mundial (la mayoría dio a Brasil como principal candidato al título), alimentando las expectativas de los apostadores.
Como todo negocio que mueve elevadas cantidades de dinero, las apuestas deportivas han dado lugar a fraudes en distintas geografías. En 2009, en lo que la Unión Europea de Fútbol Asociado (UEFA) calificó como el mayor escándalo de arreglo de encuentros, se investigaron unos 200 partidos de fútbol en Europa, cuyos resultados habían sido manipulados para ganar apuestas a través de sobornos a jugadores, técnicos, árbitros y dirigentes.
La Asociación Europea de Apuestas, que agrupa a compañías estatales de lotería y proveedores de apuestas deportivas de más de 40 países europeos, viene reclamando desde hace años una política de apuestas deportivas restrictiva. Friedrich Stickler, ex Presidente de la Asociación del Fútbol de Austria, ha señalado que “el crecimiento exponencial de las oportunidades de apuesta y de los operadores, como ha ocurrido en Internet en los últimos años, ha hecho que el control sea cada vez más complicado, lo que facilita los intentos de amañar los partidos”. Un buen ejemplo ocurrió en 2004, cuando la Juventus de Italia debía “ganar o ganar” un partido ante la Sampdoria. Según diversas publicaciones, en una cinta grabada el 21 de septiembre de ese año, el responsable de designar a los jueces de los partidos Pier Luigi Pairetto le ordenó a Paolo Dondarini, árbitro para ese encuentro: “Vos sabés lo que tenés que hacer; tenés que ver todo, incluso lo que no existe”. Dondarini respondió: “No te decepcionaré”. Juventus ganó 3-0, con un penal polémico. Si bien los modelos econométricos pueden prever actuaciones desequilibrantes de Messi o de Kaká, este otro tipo de “imponderables” resultan más difíciles de contemplar
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