DAGONG, AGENCIA CALIFICADORA DE RIESGO
› Por Carlos Weitz
Una de las consecuencias de la caída del Muro de Berlín ha sido el avance de China como potencia política y económica. Con una población superior a los 1300 millones de habitantes, con niveles de Producto y comercio crecientes, y con las tasas de ahorro y stock de reservas internacionales más elevados del planeta, la economía china constituye en este mundo globalizado un actor cada vez más relevante. Consciente de su creciente protagonismo, China ha buscado que Occidente reconozca su poderío y la fortaleza de su economía. Sin embargo, a juicio de los asiáticos, las agencias calificadoras internacionales responsables de evaluar la solvencia de los Estados y de las empresas privadas han subestimado su potencial al emplear criterios inapropiados. La industria “occidental” de calificaciones de riesgo, duramente criticada por su rol durante la reciente crisis internacional, se encuentra concentrada en tres grandes empresas de origen norteamericano: Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch, que controlan más del 90 por ciento del mercado global de calificaciones.
Estas agencias son empresas privadas con fines de lucro cuyas calificaciones son utilizadas por los reguladores de todo el mundo.
Si bien Europa ya ha expresado su intención de romper ese monopolio a través de la creación de una agencia europea, el primer paso en este sentido lo ha dado la principal empresa calificadora privada china, llamada Dagong, solicitándole autorización a la Comisión Nacional de Valores de Estados Unidos para poder calificar empresas de ese origen. Con el mismo objetivo, el mes pasado Dagong removió el avispero internacional al publicar sus calificaciones para 50 países, entre los que se encuentran las principales naciones desarrolladas, contradiciendo los criterios tradicionales. Dagong acusó a sus pares occidentales de poner demasiado énfasis en parámetros tales como la independencia de los bancos centrales o el Producto Bruto por habitante, señalando que –a su juicio– deben priorizarse variables como la salud fiscal, el nivel de reservas internacionales, así como la posibilidad de una economía de crear riqueza.
El informe de la compañía asiática –a diferencia de las agencias norteamericanas– le otorgó a China una calificación más alta que a países desarrollados como Estados Unidos, Inglaterra o Japón. Para que no queden dudas de sus diferencias, el presidente de Dagong, Guan Jianzhong, efectuó declaraciones a la prensa internacional señalando lo siguiente:
- Las calificadoras de riesgo occidentales no adhieren a estándares objetivos, están politizadas y tienen un componente altamente ideológico.
- La crisis financiera ocurrió debido a que estas agencias no calibraron apropiadamente los riesgos.
- Estados Unidos es un país insolvente, puramente deudor, pese a lo cual las agencias calificadoras de riesgo le brindan las más altas calificaciones.
Ante esta afrenta, el contragolpe occidental no se hizo esperar y el presidente de Standard & Poor’s, Don Harold McGraw III, defendió el rol de su empresa durante la crisis, sosteniendo que “un par de supuestos que hicimos no funcionaron y por ello nos perdimos la recesión en el mercado hipotecario norteamericano”, señalando que Dagong atacaba a las agencias norteamericanas siguiendo “una moda populista que lleva a buscar villanos” y que la agencia china aún “debía demostrar transparencia, publicando los criterios y supuestos que toma en cuenta para efectuar sus calificaciones”.
Más allá de la diferencia de criterios entre los unos y los otros, extrañamente, tanto las agencias occidentales como la china han coincidido en la importancia de mantener la independencia de las mismas respecto de los Estados, olvidando mencionar la necesidad de que esa independencia se extienda a las empresas que les pagan generosas cifras para ser calificadas
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