LA ECONOMíA ARGENTINA EN LA POST-CONVERTIBILIDAD (2002-2010)
Los jóvenes economistas del Cenda publicaron su primer libro. Cash adelanta el prólogo de una obra necesaria para intervenir en el debate sobre la puja existente acerca del sendero de desarrollo económico.
(...) Entre aquellos puntos en los que existe un acuerdo por parte de quienes formamos el Cenda se encuentra el convencimiento de que para contribuir a un proceso de desarrollo económico que mejore sustancialmente las condiciones de vida de los trabajadores es necesaria una decidida intervención del Estado mediante la planificación de la orientación productiva. Esto nos enfrenta con la concepción liberal que, sobre la base de la teoría ortodoxa de las ventajas comparativas, aspira a reeditar un modelo agroexportador a imagen y semejanza del esquema que rigió hasta la década de 1930, régimen al que añoran como al paraíso perdido. Pero nos distingue también de quienes persiguen objetivos que pueden resultar en apariencia similares a los del Cenda, pero que no ponen el eje en la planificación del desarrollo sino en la estabilidad macroeconómica o en la calidad institucional. Si bien estas cuestiones hacen a un programa de desarrollo económico integral, no son en sí mismos puntos de partida ni de llegada. En este sentido, creemos que las discusiones sobre los medios y los fines son fundamentales porque sabemos que la transformación profunda de la matriz de producción y distribución de riqueza del país no será el producto de un ejercicio de especulación teórica. El cambio social, lejos de ser una tarea eminentemente técnica que se define en el laboratorio, sólo puede provenir de una construcción política junto a las organizaciones de los trabajadores y a los movimientos sociales.
Es precisamente en esta clave en la cual debe leerse este libro. Con esta publicación pretendemos realizar una contribución a un debate urgente e impostergable. Después de la debacle del modelo de la convertibilidad, que coronó aproximadamente tres décadas de desindustrialización en la Argentina, la economía nacional comenzó a mostrar cambios en algunas tendencias regresivas muy arraigadas. El Producto Interno Bruto (PIB) mantuvo una senda de crecimiento sostenido a tasas sin precedentes. Simultáneamente se produjo una recuperación del salario y una sustancial caída de la tasa de desocupación, en el contexto de nuevos espacios de rentabilidad que dieron lugar a la reactivación de algunas ramas productivas orientadas al mercado interno y a un incipiente proceso de industrialización sustitutiva. El sector público, en tanto, registró niveles de superávit sorprendentes en el marco de un proceso de fuerte crecimiento del gasto y de las prestaciones sociales. Pero al mismo tiempo, ciertos rasgos estructurales de la economía como el atraso tecnológico, el perfil primario de las exportaciones, la extensión del trabajo no registrado y el salario real históricamente bajo mostraron su resistencia a toda transformación.
En este escenario complejo y contradictorio, las aguas se fueron dividiendo progresivamente –llevando las posiciones a extremos– entre los detractores del nuevo esquema que nostálgicamente deseaban volver a las políticas de la década de 1990 y quienes festejaban el advenimiento de un “modelo productivo con inclusión social”. Las tensiones subyacentes comenzaron a hacerse más evidentes a partir de 2007, cuando el patrón de crecimiento comenzó a exhibir algunas de sus limitaciones. Estas contradicciones se manifestaron con virulencia cuando entre marzo y julio de 2008 el Gobierno fracasó en su intento de modificar el régimen de los derechos de exportación (retenciones). En ese momento, después de casi un lustro de una relativa armonía sostenida en el sólido desempeño de la economía, el conflicto entre las distintas clases y sectores sociales se hizo ver con toda su crudeza. A partir de entonces, el nuevo patrón de crecimiento entró en una encrucijada, y el enfrentamiento entre quienes se embanderan detrás de la “profundización del modelo” y quienes pretenden desandar en todo o en parte el camino recorrido siguió una escalada que no parece tener techo y que se expresa con fuerza en el terreno político como una cada vez más encarnizada disputa entre el Gobierno y una variopinta oposición.
Pese a que las diferencias parecen irreconciliables, lo que asimila a una y otra posición son la notoria vaguedad, la imprecisión y las contradicciones de sus proyectos y definiciones. Por un lado, queda sin explicarse cuáles son las metas, los tiempos y las herramientas del llamado “modelo productivo”. Y por el otro, en un clima de confusión y desorientación, se dejan oír los sordos ruidos de la restauración conservadora. Regresa entonces con toda impunidad el discurso del ajuste monetario y fiscal, el fantasma de la inflación como excusa para la moderación (o incluso congelamiento) de los aumentos salariales, junto con todos los latiguillos del dogma liberal. En los diarios y en la pantalla de los principales medios de comunicación la discusión gira vanamente en torno de algunas medidas aisladas. El dilema parece reducirse, sin ninguna profundidad de análisis, al nivel del tipo de cambio.
El actual contexto de confrontación constituye indudablemente un momento decisivo. Según creemos, la salida progresiva a esta coyuntura implica emprender una nueva fase en el proceso de desarrollo nacional en la cual la industrialización debe avanzar todavía con mayor decisión. Pero para eso es preciso analizar y comprender con mayor rigor qué es lo que ha ocurrido, cuáles fueron las fuentes del crecimiento en los últimos años, cuáles son los puntos de quiebre y de continuidad con la etapa previa y cuáles son los límites estructurales del patrón de crecimiento vigente. No se trata de hacer un ejercicio académico abstracto y fútil. Por el contrario, mientras que el errante sendero seguido por la economía argentina durante las últimas décadas no parece haber quedado definitivamente atrás y las recetas ortodoxas que se encuentran fuertemente desacreditadas son recicladas con nuevos ropajes, hoy más que nunca resulta necesario continuar contribuyendo a la superación de los obstáculos del desarrollo argentino mediante la producción teórica crítica e independiente. El objetivo último es avanzar en un proceso de desarrollo que revierta los elementos regresivos del actual régimen macroeconómico y profundice las transformaciones recientes, de forma tal de consolidar un patrón de crecimiento que permita mejorar estructuralmente las condiciones de vida de los trabajadores
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