SE AFIANZA EL PROCESO DE INTEGRACIóN EN EL MERCOSUR
La última cumbre del Mercosur sancionó el Código Aduanero Común y confeccionó un esquema de eliminación del doble cobro arancelario. Así se avanzó hacia la unión aduanera.
› Por Javier Lewkowicz
Luego de la última cumbre del Mercosur, donde se sancionó el Código Aduanero Común y se confeccionó un esquema de eliminación del doble cobro arancelario, el camino hacia la unión aduanera parece haberse allanado en términos formales. Sin embargo, el muy desigual peso industrial de los países del bloque supone serios desafíos para los gobiernos, ya que la unión aduanera elimina completamente las barreras internas y homogeniza de lleno al armado externo, como por ejemplo la política de retenciones. El director del Mercosur por la Cancillería argentina, Pablo Grinspun, encargado de llevar adelante buena parte de las negociaciones, analizó estas cuestiones con Cash.
El objetivo, según explicitan los gobiernos, es llegar a una unión aduanera. ¿Ese esquema no supone una mayor liberalización de la economía y la pérdida de autonomía en algunos aspectos comerciales relevantes?
–No necesariamente. En realidad, desde el momento en que se suscribió el Tratado de Asunción (que creó al Mercosur), hace casi 20 años, se delegó la autonomía en materia comercial, fundamentalmente en relación a los derechos de importación. Lo que pasa es que la unión aduanera nunca se perfeccionó, por lo que todavía hay, aunque bastante reducido, espacio para políticas nacionales. Ahora existe para la Argentina una lista de 100 productos de excepciones nacionales, pudiéndose bajar el arancel para un bien de capital, o elevarlo para productos sensibles. Sin embargo, por ejemplo, en materia de bienes de capital a fin de año se vence una prórroga, por lo que se empezará a aplicar el régimen común.
¿En qué se diferencia este proceso con experiencias de corte liberal que aplican otros países?
–El hecho de no poder aplicar aranceles nacionales no necesariamente es ir hacia una política más liberal, de hecho puede ser todo lo contrario. Acá hay una estructura arancelaria fuerte que es el arancel externo común (ACC). Es más, en general las excepciones al ACC son a la baja, para impulsar la importación de bienes para determinados sectores. Este proceso no tiene nada que ver con la política neoliberal que pueda tener en materia comercial por ejemplo Chile, que directamente no tiene aranceles, y tiene una economía muy abierta.
¿Qué pasaría con la política de retenciones?
–En la medida en que el gobierno argentino no va a resignar su política en materia de derechos de exportación, éstos deberían pasar a tener un carácter regional, a nivel Mercosur.
¿Cuál es el objetivo central de conformar la unión aduanera?
–La idea es construir una unión aduanera para juntos tener mucha más fuerza. Discrepo del hecho de que avanzar en ese sentido sea liberalizar la economía. Con los socios del bloque ya hay libre comercio desde 1995. Pero una cosa es al interior de la región, y otra con el exterior. Y en las negociaciones con terceros países el Mercosur es bastante defensivo. De ninguna manera hay incompatibilidad entre el Mercosur y tener una política nacional productivista.
La unión aduanera se montaría sobre un esquema en el cual, hay cierto consenso, existen “vicios de origen” vinculados al no tratamiento de las asimetrías entre las cuatro economías. ¿Cómo se están trabajando estos temas?
–Es cierto que en sus orígenes el Mercosur no tuvo en cuenta el tema de las asimetrías, siendo países con estructuras productivas tan disímiles. Y la diferencia relativa entre los cuatro países es mucho más aguda ahora que hace 20 años. Básicamente, en los ’90 el Mercosur fue un armado comercial. Ahora, para completar la unión aduanera es necesario encauzar el tema de las asimetrías. Por eso en esta nueva etapa introdujimos fuertemente el tema de la integración productiva y hoy por hoy el trabajo más importante es a través de los fondos estructurales. En ese marco se aprobaron nueve proyectos de inversión por un monto de 800 millones de dólares. El fondo es de 100 millones de dólares por año, donde el mayor aporte es de Brasil, con 70 millones, seguido por Argentina con 27. En general son proyectos de infraestructura y de integración productiva, en sectores como petróleo y gas, y autopartes
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