Dom 01.12.2002
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¿A QUIENES FAVORECE LA INTERVENCION ESTATAL?

El mito keynesiano

El neoliberalismo critica a los keynesianos, al tiempo que los gobiernos que proclaman esa ortodoxia intervienen redistribuyendo ingresos a los sectores más concentrados.

“Puedo estar influido por lo que me parece ser justicia y buen sentido, pero la guerra de clases me encontrará del lado de la educada burguesía.”
J. M. Keynes (1925)

Por Alejandro Fiorito *

Acompañando a los ciclos económicos, los argumentos fundados en la ortodoxia neoclásica y los que surgen de una heterodoxia keynesiana van trocando su lugar en la modas editoriales. Pero lo que permanece constante es la ambigüedad cuando se habla de “políticas keynesianas”. Primero, el técnico macroeconómico por el cual se supone un Estado neutral y racional; segundo el de la teoría, que por su relativa dificultad está ausente de la cobertura mediática. Por último, el aspecto político de análisis de los intereses económicos sectoriales cuya inclusión historiaría las intervenciones estatales, hace imposible denominar a esta época como de una “resurrección keynesiana”.
La visión de las políticas a implementar en épocas de crisis no han cambiado ahora que Estados Unidos se apresta a una nueva “prueba armamentística” en Irak y que Greenspan aseguró que habría recesión. Desde el 12 de septiembre Estados Unidos aplicó medidas económicas a las que rápidamente se denominaron “keynesianas”, sin dar cuenta de que el hecho de que los gobiernos de las principales potencias aumenten el gasto y mantengan déficit no significa que se comporten “keynesianamente”.
A la hora de suavizar el ciclo económico, tanto los neoclásicos como los neokeynesianos recomiendan temporalmente dichas políticas. En cambio, a largo plazo el keynesianismo resultó perjudicial para la acumulación de capital y mantener las tasas de beneficio. Para descartar una posible confusión entre el “keynesianismo” con “políticas activas”, deberemos partir de la no neutralidad del Estado, en punto a que sectores sociales se defienden y las relaciones de fuerza sociales y políticas.
El proceso inverso en la “reaganomics” en EE.UU. y thatcherismo en Inglaterra en los ‘80, o en Argentina durante los ‘90, fueron procesos donde la intervención estatal no disminuía, sólo cambiaba los favorecidos por su política. No se producía el “desguace” del Estado, sino que se intervenía activamente a favor de sectores empresarios configurando una efectiva redistribución regresiva del ingreso.
Es decir que descartada esta primera comprensión ingenua, analizaremos la pertinencia actual de su significación “redistribucionista del ingreso” históricamente asociada a economía de bienestar en Europa y al populismo en América latina. Lo que se conoce de la teoría de Keynes es una divulgación por parte la manualística inherente al negocio editorial en las facultades de economía: la síntesis neoclásica. En efecto, no es más que una interpretación neoclásica en base a ecuaciones simultáneas que tiran “el bebito con el agua sucia”. Es decir, con la excusa de hacerlo operativo –o “mas estético” como lo hizo el propio Hicks en su artículo de 1937, “Mr Keynes y los clásicos”– eliminan la causalidad clásica keynesiana, por la cual la inversión es la que determina el ahorro y no al revés. Pero dicha síntesis fue desdibujándose siendo interpretado erróneamente como sinónimo de descrédito de la original teoría de Keynes.
En este sentido es interesante observar los cambios en los manuales de economía de Paul Samuelson que, a lo largo del tiempo, fue cambiando su concepción sobre la síntesis neoclásica, primero como una “teoría neoclásica general que incorpora a la tradición clásica todas las partes del análisis keynesiano y neokeynesiano que parezcan poseer una validez descriptiva en el caso de la economía actual”(1951, pág. 1271). Luego afirmó que con la “síntesis se salva la brecha que separa la macroeconomía agregada de la microeconomía tradicional y las une en forma complementaria” (1955, pág. 6). En la undécima edición, la denominación de “síntesis neoclásica” desaparece del índice (1980).
En Keynes, el nivel de inversión dependerá de la relación entre la tasade interés definida por oferta y demanda de dinero y lo que llamó “eficiencia marginal del capital” o rentabilidad del último proyecto que otorgue una tasa de beneficio apenas mayor o igual al tipo de interés.
Con lo que junto al dato del ingreso y el consumo, el ahorro resulta un residuo derivado de la inversión.
De esta manera toma argumentos malthusianos, descartados durante el siglo XIX, y le da un andamiaje teórico a la demanda efectiva, cuyo desarrollo es una continuación de la problemática clásica de realización del excedente, y tienen hasta el día de hoy importantes avances por parte de algunos investigadores que no forman parte de la corriente económica principal.
Desde 1930, la recomendación de elevar la demanda efectiva por medio del gasto público –aun endeudándose–, fue caracterizado como “keynesianismo”, aunque como veremos no son sólo las medidas fiscales las que lo definen específicamente. “Los movimientos de clase pueden parecer ilegales porque el equilibrio de fuerzas que condicionaba el sistema, que determinaba la legalidad, ha venido a menos. Las relaciones de fuerza han cambiado: a la nueva situación va correlacionada la legalidad”. De esta manera contestaba Keynes a sus colegas liberales y compañeros de militancia cuando los sindicatos entran a escena económica, en un contexto en que el impacto de la revolución bolchevique y el crecimiento de los planes quinquenales, mostraban a los trabajadores de Occidente la inmunidad de la Unión Soviética frente al desempleo y las crisis.
Keynes integra a los trabajadores en la demanda efectiva, como momento de equilibrio ante una nueva relación de fuerzas, en la que la clase obrera amenaza salirse de la esfera del capital y transformarla. Por tanto la crítica de Keynes apunta a salvar al capitalismo de sus propias taras: la poca flexibilidad de sus conductores para inteligir una nueva ecuación en la puja de intereses, marcando el fin del laissez faire. Keynes es el economista que ve lo necesario de adecuar la teoría económica y la actividad del Estado al nuevo equilibrio del conflicto social, ceder algo para no perder todo, hacer que el Estado “elimine la incertidumbre”.

* Economista del EDI.

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