ACCIONES EN MARCHA PARA BALANCEAR LOS EFECTOS DEL MODELO SOJERO
El plan agroalimentario rescata algunas de las sugerencias lanzadas desde el progresismo para reducir los impactos negativos de la ampliación de la producción sojera.
› Por Diego Rubinzal
El esquema productivo agrario tiene una lógica concentradora. Eso se debe a los requerimientos mínimos de capital y de extensión de las explotaciones, que caracterizan el modelo sojero. El avance de la soja produjo profundas transformaciones no solamente en la zona pampeana. En el territorio extrapampeano, la extensión de la frontera agraria también provocó el desplazamiento de cientos de productores.
Sin perjuicio de ello, esos pequeños productores todavía representan el 70 por ciento del total del país y proveen casi el 50 por ciento de los alimentos de consumo interno nacional. Existe un fuerte consenso académico acerca de que la presencia de esos actores productivos promueve un desarrollo territorial y productivamente más equilibrado.
Ahora bien, eso solamente puede ser posible mediante la implementación de políticas públicas que contrabalanceen las tendencias del mercado.
Como plantean los becarios del Conicet Ariel García y Florencia Lampreabe y el investigador principal Alejandro Rofman (“Cómo revertir el legado neoliberal. Orientación Regional, Voces en el Fénix 1”), “el desafío es muy importante: revertir las condiciones de funcionamiento de los circuitos productivos más relevantes en cada una de las economías regionales del territorio nacional de modo tal de cerrar la brecha de la desigualdad entre los actores sociales que operan en ellos a fin de rebalancear el poder económico y la apropiación de excedente”.
En ese sentido, existieron algunos intentos recientes de regulación estatal en los procesos productivos de la vitivinicultura, del algodón y de la yerba mate. Los resultados de esas experiencias fueron variables. En algunos casos, la presencia estatal fortaleció las posiciones de los eslabones más débiles de la cadena productiva. En otros, las experiencias no resultaron tan auspiciosas.
García, Lampreabe y Rofman sostienen que “para implementar regulaciones que alivien o superen las desigualdades hay que resolver los desbalances agudos de poder entre los ‘ganadores’ y los ‘perdedores’ de los procesos de transformación productiva en marcha. Se debe observar con detalle cuáles son los procesos que persisten en debilitar a los débiles y fortalecer a los fuertes en el contexto del de-sarrollo de las fuerzas productivas y del desempeño desigual de los agentes económicos”.
Para ello, los autores proponen: revisar la situación de propiedad, tenencia y tamaño de los predios productivos, preservar y fortalecer una estrategia de diversificación productiva que asegure la soberanía alimentaria, alentar la preservación ambiental, difundir las conductas asociativas para fortalecer el poder negociador de los sectores más débiles de la cadena productiva y proveer los bienes públicos necesarios para que el productor no abandone su predio.
En ese orden de ideas, el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial pareciera tomar en cuenta alguna de esas recomendaciones.
Esa iniciativa oficial se viene implementando mediante una mecánica de trabajo participativa. Por un lado, el Ministerio de Agricultura aporta estadísticas, diagnósticos, proyecciones, estrategias y sugerencias de políticas viables a implementar. Por el otro, diferentes actores del sector productivo y de la sociedad en general participan en el proceso de construcción colectiva de ese Plan.
Como no podía ser de otra manera, el ministerio se reservó la función de garantizar la confección de un plan estratégico que contemple el interés general. Consultados por Cash, funcionarios de esa cartera manifestaron que este proceso de planificación participativa está orientado a “lograr un desarrollo sustentable de la producción agroalimentaria y agroindustrial con el fin de generar una mayor riqueza con valor agregado en origen que beneficie con justicia social, equidad territorial, soberanía y seguridad alimentaria nutricional a toda la población argentina”.
Aportando su experimentada visión, Aldo Ferrer resaltó las cualidades del Plan Estratégico en una conferencia reciente. Sin embargo, no dejó de advertir que “es muy difícil construir políticas válidas para el sector agroalimentario si no tenemos simultáneamente mucha industria con mucho campo y mucho desarrollo regional”
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