EL CRECIMIENTO DE LA CLASE MEDIA EN LATINOAMéRICA
Las transformaciones sociales operadas en diez países latinoamericanos durante el período 1990-2007 revelan una notoria expansión de los estratos medios.
› Por Diego Rubinzal
La composición cuantitativa y cualitativa de la clase media es un tema de debate mundial. Hace algunos años, el Banco Mundial estimó que existen 1300 millones de personas en el mundo que califican en esa categoría. El organismo financiero internacional ponderó muy especialmente la expansión de los estratos medios registrada en China e India. Por su parte, Goldman Sachs pronosticó que el 30 por ciento de la población mundial (2000 millones de personas) alcanzarán esa categoría en el año 2030. En Latinoamérica también se registra un ensanchamiento de los sectores medios. ¿Qué se entiende por estratos medios? ¿Cuál sería el universo comprendido dentro de esa clasificación? Esos interrogantes no tienen una respuesta única. En algunos casos, los investigadores priorizan la utilización de dimensiones objetivas (ocupación, ingreso, educación, consumo). Otros, en cambio, eligen focalizar el análisis en aspectos subjetivos (valores, aspiraciones, estilos de vida).
En un trabajo publicado en la Revista de la Cepal Crece y cambia la clase media en América Latina: una puesta al día, los especialistas Rolando Franco, Martín Hopenhayn y Arturo León seleccionan una combinación de dos variables:
1. Ingresos familiares.
2. Inserción ocupacional del integrante del grupo familiar que percibe el mayor ingreso monetario.
En el primer caso, los estratos medios incluyen a la población que tiene un cierto nivel de ingresos. En el segundo, el universo escogido está conformado por aquellos trabajadores (cuentapropistas o asalariados) que realizan tareas no manuales. Aplicando esas pautas metodológicas, los autores evalúan las transformaciones sociales operadas en diez países latinoamericanos durante el período 1990-2007.
Las naciones elegidas (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Honduras, México, Panamá, Perú y República Dominicana) representan el 80 por ciento de la población regional. De ese universo, la Argentina y Chile ostentan el mayor porcentaje de población de estratos medios, con algo más del 50 por ciento de los hogares. El podio lo completa Brasil, con el 46 por ciento, seguido por un conjunto de tres países que rondan el 40 por ciento, otro lote de tres naciones (30 por ciento) y Honduras, que cierra el listado con apenas el 25 por ciento.
En ese documento se sostiene que, en el período analizado, “los hogares de clase media crecieron en 56 millones”. En Brasil, el número de personas que viven en hogares de estrato medio aumentó de 23 millones en 1990 a 61 millones en 2007. La cantidad de hogares del estrato medio se duplicó al pasar de 9,3 millones en 1990 a 20,8 millones en 2007, y éstos pasaron a representar del 36 al 46 por ciento del total de hogares. En un período similar, en Chile los hogares medios crecieron cerca de 1,1 millones, casi duplicando la cifra de 1,2 millones estimada para el año inicial. En la Argentina, no obstante haberse reducido la proporción de hogares medios del 56 al 52 por ciento, su número absoluto aumentó en cerca de medio millón.
El caso argentino presenta características especiales por las significativas variaciones operadas en el interregno evaluado. La comparación entre puntas (2007 vs. 1990) resulta inadecuada para evaluar las consecuencias generadas por el estallido del modelo neoliberal. La segmentación temporal del análisis revela la sustancial recuperación de los estratos medios producida a partir del 2003. En esa línea, los autores apuntan que “la reanudación del crecimiento a partir de 2003 y hasta avanzado el año 2008 permitió que –en promedio– los hogares de los estratos medio y bajo recuperaran los niveles de ingreso previos a la crisis. Por ello, en la comparación de largo plazo (‘punta a punta’) no se aprecia un deterioro marcado del ingreso de los estratos laborales medios”. Durante la recuperación, el crecimiento del ingreso benefició más a los hogares del estrato bajo (72 por ciento) que a los del medio (39 por ciento), reduciendo marcadamente la disparidad de ingresos entre ambos
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