› Por Diego Rubinzal
La planificación económica alcanzó su auge a mediados del siglo pasado. Las experiencias del New Deal norteamericano y del centralismo soviético, inspiraron prácticas similares en numerosos países. Argentina no fue ajena a esa tendencia mundial al crear, en 1944, el Consejo Nacional de Posguerra. El trabajo de esa dependencia se plasmó en el Plan de Ordenamiento Económico Social, utilizado como insumo para la elaboración del Primer Plan Quinquenal (1947-1951). Propuso impulsar el desarrollo industrial, reducir la vulnerabilidad externa, elevar los niveles de vida de la ciudadanía y crear un amplio mercado interno.
Las prioridades y objetivos del Segundo Plan Quinquenal fueron diferentes. Ese programa fue abortado por la autodenominada Revolución Libertadora y disolvió la Secretaría Técnica de la Presidencia, encargada de la confección de los planes quinquenales. En su reemplazo, las autoridades solicitaron asesoría técnica a organismos de las Naciones Unidas. Esa tarea culminó con la presentación de tres informes elaborados por Raúl Prebisch.
La planificación endógena retornó al primer plano mediante la creación de una serie de organismos específicos (Consejo Nacional de Desarrollo, Comisión de Administración del Fondo de Apoyo al Desarrollo Económico, Consejo Federal de Inversiones), durante la presidencia de Arturo Frondizi. La Conade, el ámbito más importante de planificación, elaboró el Plan Nacional de Desarrollo 1965-69 en la gestión presidencial de Arturo Illia. En su trabajo Organismos de planificación y Estado Desarrollista en la Argentina (1943-1975), Nicolás Tereschuk relata que ese plan “fue cuestionado por distintos sectores por su carencia de valor operativo a partir de la ausencia de proyectos y previsiones para su implementación. El onganiato diseñó un sistema de planificación articulado sobre la base de los Consejos Nacionales de Desarrollo (Conade), Seguridad (Conase) y Ciencia y Técnica (Conacyt). Esos organismos elaboraron el Plan Nacional de Desarrollo 1970-1974, que luego se reformularía como Plan Nacional de Desarrollo y Seguridad 1971-1975. Por su parte, el tercer gobierno peronista diseñó un Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional (1974-1977).
“La dictadura militar adopta en lo discursivo una actitud ambigua en relación con la planificación. Por un lado, crea el Ministerio de Planeamiento, luego degradado a Secretaría de Planeamiento. Poco es lo que sobrevive de los cuadros anteriormente formados en el Conade, tanto por razones ideológicas como por el impacto de la represión política. Esta estructura además no plasma ninguna iniciativa relevante, siendo neutralizada desde el Ministerio de Economía por el poderoso titular de cartera, José Alfredo Martínez de Hoz, que, como es sabido, es el que marca la política económica del período, nada proclive a asignar importancia a la planificación”, sostiene Alberto Muller en “La (no) planificación en la Argentina de los ’90 y los 2000: apuntes para una historia y posibles lecciones para el futuro”.
El principal responsable de la elaboración del Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional, el recientemente fallecido Benjamín Hopenhayn, decía que las diferencias contextuales entre 1973 y la actualidad son evidentes. “No tenemos el grupo central de coordinación y planificación, no tenemos una Conade, es decir, no tenemos un instrumento de planificación económica y social armado y con experiencia. Sin embargo, quizá por el optimismo que me reconocen los amigos, creo que éste es un problema más de decisión política que de disponibilidad de equipos técnicos y tecnopolíticos. Estoy convencido de que ahora estamos más maduros que hace un par de años. Se está terminando un Plan Agropecuario y se está avanzando en un Plan Industrial. Tenemos planes energéticos, de transporte, de integración territorial. Y no faltan elementos centrales de lo que sería el marco macroeconómico”, afirmó en “Planificación y otras brechas” publicado en Revista Argentina Heterodoxa.
Benjamín Hopenhayn fue uno de los economistas que, nucleados en el Plan Fénix, elaboraron una estrategia de reconstrucción de la economía argentina en 2001. En esos tiempos tormentosos, Hopenhayn continuó alimentando esperanzas con propuestas concretas con el objetivo de elaborar un sistema de planificación que permita ejecutar eficientemente los planes de un proyecto nacional y popular
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