UNA MONEDA UNICA PARA EL MERCOSUR
Costos del casamiento
Para reflotar el Mercosur se propone una moneda única del bloque regional. Perjuicios y beneficios económicos de esa decisión.
Por Pablo J. Mira *
En materia de soluciones de política económica, los argentinos suelen ser afectos a las quimeras. Quizás es una reacción psicológica ante el agobio de tener que resolver tantos problemas juntos, o ante la evidencia de que mejorar llevará mucho tiempo. Lo cierto es que, una vez más, están apareciendo los remedios mágicos, el último de los cuales tiene que ver con cómo reflotar al Mercosur. La nueva propuesta para retomar los viejos buenos tiempos del Mercosur es la adopción de una moneda única.
La sugerencia tiene un origen político: el fortalecimiento del Mercosur acarrea necesariamente el debilitamiento del ALCA, y con este último se pondría un límite al poder norteamericano sobre América latina. En este sentido, la moneda única del Mercosur se inspiraría en el experimento monetario europeo. Sin embargo, más allá de los entusiasmos regionalistas, es necesario tener en claro cuáles son las consecuencias desde un punto de vista económico de adoptar un régimen como éste, para no repetir errores del pasado.
Lo primero que hay que reconocer es que el éxito del Mercosur se debe más al crecimiento que estos países mostraron a principios de los ‘90 (fundado a su vez en la disponibilidad de crédito externo) que a los incentivos propios de la rebaja generalizada de aranceles. Esto sugiere que será difícil reflotar el Mercosur en ausencia de crecimiento sostenido en toda la región. Hay quienes argumentan, en cambio, que una razón importante del estancamiento en el comercio regional tiene que ver con la inestabilidad cambiaria, y que por lo tanto una unión monetaria es la clave para recuperar el acuerdo. Las investigaciones empíricas sugieren que los efectos negativos existen, aunque son menores a los que la teoría en principio pronosticaría. En el caso de Argentina y Brasil, además, el estancamiento en el crecimiento del comercio regional sucedió con bastante anterioridad a los saltos cambiarios.
En general, la teoría dice que cuando más “parecidos” son los países en cuanto a los shocks que enfrentan, menores son los riesgos de formar una unión monetaria. Cuanto más cercana sea la evolución del PBI, y cuanto más similar sea la producción de bienes y servicios entre los países involucrados, mejor. Además, fuertes vínculos comerciales aumentan las chances de que la moneda única sea una buena idea.
El problema es que Argentina y Brasil a diferencia de, por caso, Francia y Alemania, tienen demasiado poco en común. Su estructura productiva es obviamente dispar, y el comercio entre los dos países es interindustrial más que intraindustrial, siendo éste último el que mejor caracteriza al comercio europeo. La evolución resultante del PBI ha sido disímil: ambos países comparten más los costos de las crisis que golpean a la región que los beneficios del crecimiento mutuamente reforzado.
Otra diferencia importante se refiere al grado de desarrollo. Brasil es un “país grande”, en el sentido de que el comercio no le rinde beneficios económicos de gran magnitud, a diferencia de la Argentina, que necesita imperiosamente generar divisas en los próximos años. Esto quiere decir que los dos países ven en un hipotético acuerdo beneficios muy diferentes. Brasil priorizará las ganancias relacionadas con su equilibrio interno; Argentina, las relacionadas con su equilibrio externo.
Estas visiones tan apartadas pueden traer problemas. Ser el jugador principal le da a Brasil el poder de ser quien tomará las decisiones. Una unión monetaria significa un Banco Central único, y así como Alemania juega un rol central en la Unión Europea, Brasil tomaría el liderazgo de la política monetaria en la región. Pero en nuestro caso, las ganancias de credibilidad del país líder de la región simplemente son nulas.
A pesar de lo que piensan algunos, el estado de la teoría sobre la conveniencia de formar áreas monetarias óptimas está aún poco desarrollado. Barry Eichengreen, considerado una autoridad en el tema, ha listado las condiciones que deben satisfacer los países dispuestos a formar una unión monetaria para asegurar su éxito. Brevemente, éstas son:
n Autoridad monetaria independiente. Si el país se “acostumbra” a vivir con una política monetaria independiente no sufrirá al ver perder su autonomía monetaria nacional.
n Flexibilidad de precios y salarios. Sin el tipo de cambio como herramienta de ajuste, tanto precios como salarios deberán hacer el trabajo.
n Fortalecimiento del sector financiero. Un sistema bancario fortalecido impedirá la necesidad de utilizar un Banco Central como prestamista de última instancia.
n No generar altos déficit fiscales, que no podrán ser financiados con emisión.
Muchos de los temas discutidos respecto de la unión monetaria se asemejan a los debates sobre dolarización. Una moneda común con Brasil no es una buena idea, pero una moneda única con Estados Unidos, en tanto exacerba los problemas anteriores, es una pésima idea.
* Economista, docente de la UBA.