CAMBIOS EN LA POLíTICA ECONóMICA DE BRASIL Y LA CRISIS INTERNACIONAL
Dilma Rousseff está cambiando la estrategia de tasas de interés altas y atraso cambiario por una de reducción de las tasas, un ajuste del tipo de cambio, un programa de estímulo fiscal y política industrial.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
El Banco Central de Europa y el Popular de China bajaron las tasas de interés, el de Inglaterra anunció una nueva inyección monetaria en la economía para bajar las tasas de los bancos y aumentar el crédito a las empresas pequeñas y medianas. En Brasil, Dilma Rousseff está cambiando el modelo de alta tasa de interés y atraso cambiario por uno de reducción de las tasas y un ajuste del tipo de cambio, junto a un programa de estímulo fiscal y de política industrial. Cash dialogó con Gabriel Palma, economista de la Universidad de Cambridge y experto en economía comparada, quien evaluó la marcha del plan Rousseff y su impacto sobre el resto del Mercosur.
¿El gobierno de Brasil ha cambiado su política económica?
–Es una rectificación necesaria. Lula es uno de los políticos más hábiles de América latina, pero creyó que podía dejar a todos contentos. Les entregó el Banco Central a los monetaristas, el BNDES a sectores pro-industria, facilitó un desarrollo de las finanzas con poca sustentación en la economía real y siguió adelante con sus programas sociales. Pero en política económica –y ésta es una de las grandes enseñanzas de las economías asiáticas– hay que elegir. En el escenario brasileño, o se sigue el camino de la industrialización, o uno se inclina por otra estrategia económica basada en las finanzas y las commodities. El PT tuvo un extraordinario éxito político gracias a esa estrategia porque logró un amplio consenso. Aparentemente casi todos estaban felices. El problema es que económicamente eso no funciona. Un tipo de cambio sobrevaluado es bueno para las finanzas, los rentistas y los servicios, pero es destructivo para la industria. Y viceversa. Es como con un auto. No se le puede entregar el acelerador a un grupo, el freno a otro, el embriague a un tercero. El resultado fue que se terminó con un modelo de crecimiento basado en commodities y finanzas y se abandonó la industria. Un crecimiento así no es sustentable en el largo plazo. Hoy la industria manufacturera brasileña es la mitad de lo que era en los ’80 en relación al PBI. Es uno de los grandes procesos de desindustrialización de la historia. Dilma Rousseff está intentando cambiarlo.
En el caso de Lula, ¿no fue inevitable esa política para neutralizar el miedo que había generado su elección en los mercados?
–Es verdad que había temor en los mercados financieros, pero lo único que pedían era que no hubiera un default en la deuda interna o un cierre de la cuenta de capitales. Hay que recordar que Lula asumió en enero de 2003, cuando Estados Unidos lo último que quería era un nuevo frente de conflicto político y estaba muy necesitado de aliados en su política externa post 11 de septiembre. Además la economía y finanzas internacionales se reactivaban fuertemente con la política expansiva de la Reserva Federal. Esa política adquirió una dinámica propia pro-neoliberal. Es un cambio que no obedece a una urgente necesidad objetiva. Si bien las cosas no eran una maravilla en Brasil, tampoco había una bomba de tiempo. La deuda pública era muy alta pero manejable, una deuda externa baja y sustentable y una situación de balanza de pagos que no era tan mala. No es que Lula asumía el gobierno en una situación de crisis en la que los mercados le dictaban la política a seguir. Lula tenía esa ilusión, creía que se podía tener a todos contentos. Y esto no es posible en el largo plazo, ya que lleva a una parálisis de la política económica y, dentro del contexto brasileño del momento, sólo podía favorecer a los grupos neoliberales del PT en lo político, y a las finanzas y commodities en lo económico.
¿Las actuales medidas de Rousseff, entonces, están avanzando en la dirección correcta?
–Hoy hay un sector público que intenta tomar un rol más activo. En las últimas tres décadas la inversión pública de Brasil no llegó al 3 por ciento del PIB. En India es del 15 por ciento. En China, del 12 por ciento. Y lo cierto es que la infraestructura brasileña se cae a pedazos. Esto es una traba para el crecimiento. En este sentido veo un cambio. Se empieza a optar. Se bajan las tasas de interés, se busca un tipo de cambio competitivo, se favorece la inversión pública. Ahora, hasta dónde se va a llegar con esta política, todavía está por verse. Pero lo que he notado en mis recientes visitas a Brasil es que hay una conciencia mucho más clara de que hay que optar y se necesita una política mucho más desarrollista. Estos cambios requieren tiempo. Es como tener un trasatlántico y querer cambiar el rumbo en el océano. El efecto de esta nueva política económica no va a ser inmediato.
¿Este cambio de política puede generar tensiones en el Mercosur? En Argentina hay una tendencia a pensar que le conviene un real sobrevaluado porque eso favorece sus exportaciones.
–A la Argentina le conviene que Brasil crezca. Una economía con un tipo de cambio favorable para Argentina pero que no crece no es una situación ideal. Una economía que crezca rápido puede ser un mercado muy interesante para Argentina. En este momento Argentina parece más vulnerable que Brasil a la crisis económica mundial. Brasil tiene muchas reservas que le dan un colchón frente a posibles problemas externos. Y si bien la deuda interna sigue siendo un lastre, el sector público está relativamente equilibrado, mientras que Argentina está más vulnerable a cambios bruscos tanto por su situación de reservas como por la situación del sector público, tan dependiente del sector externo.
En el marco de la política más amplia del Mercosur, ¿se está siguiendo una estrategia de bloque para enfrentar la crisis mundial?
–En general los países del Mercosur han llevado adelante sus propias políticas independientemente de lo que hacía el resto. En un momento como el actual el Mercosur puede ser un instrumento fundamental para que sus países sigan políticas más concentradas en el crecimiento interno. Es decir, podría ser un gran mercado interno para los países que lo constituyen, que le podría dar un eje de dinamismo interno muy interesante. Esto no significa cerrarse al mundo. Significa que, con una economía y finanzas externas con el nivel de locura como el que existe ahora a nivel mundial, exigen que se relacionen con el exterior con cautela y en forma selectiva. Hoy se requieren políticas más orientadas al mercado interno y la industrialización, como lo hacen China e India. El Mercosur puede ser un instrumento fundamental para ese proyecto
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