› Por Javier Lewkowicz
Orientar la inversión extranjera directa hacia sectores que el Estado considera prioritario desarrollar, captar una mayor parte de la renta que surge de la explotación de los recursos naturales y desplegar una política industrial definida que impulse el crecimiento de los sectores intensivos en tecnología. Esas son las claves que Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, destacó para alcanzar un cambio estructural en las economías de la región, que permita conjugar crecimiento con inclusión social en el largo plazo. En diálogo telefónico con Cash desde El Salvador, anticipó que Argentina cerrará el año con un crecimiento de 2,5 por ciento, por debajo del promedio de la región, que sería de 3,2 por ciento. Bárcena es bióloga, de origen mexicano, y dirige la Cepal desde mediados de 2008. Antes manejaba, en la sede de Nueva York, el gigantesco presupuesto de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
¿Qué evaluación hace sobre la situación económica actual en la región?
–Hay una desaceleración económica vinculada con la situación internacional. Estados Unidos continúa con crecimiento lento y China también se desacelera, lo que impacta sobre otras economías emergentes, además de la debilidad de Europa. Lógicamente la dinámica de los precios internacionales es noticia, por la suba en petróleo y alimentos, debido a la sequía que afecta a Estados Unidos, Rusia y Brasil. Pero esto puede hacer subir la inflación y afectar a las poblaciones más vulnerables. La desaceleración puede continuar en 2013. Este año el crecimiento en la región no llegará al 3,2 por ciento en promedio, algo que nos preocupa. Eso tiene que ver mucho con el comercio y la caída de la demanda externa. Ojalá Europa y Estados Unidos puedan lograr acuerdos que nos ayuden a recuperar la demanda. Por el lado de China, aunque también el crecimiento se redujo, vemos que seguirá habiendo dinamismo, con subas del 8 por ciento anual. Creemos que el comercio sur-sur va a superar al norte-norte antes del 2020, porque los emergentes van a seguir creciendo. Es claro el cambio en el eje económico, del norte al sur y del Atlántico al Pacífico.
¿Cuáles son las perspectivas para Argentina?
–Hay una desaceleración en Argentina, y nuestra hipótesis es que el crecimiento de la economía sea de 2,5 por ciento este año. Esto tiene mucho que ver con la situación de la demanda externa, en particular con el desempeño de Brasil, que registra una desaceleración importante.
¿En qué consiste el concepto de cambio estructural que pregona la Cepal?
–Es el crecimiento con igualdad sostenible en el largo plazo. Se trata de transformaciones cualitativas en la estructura productiva para fortalecer sectores intensivos en conocimiento y el crecimiento de la demanda interna, de modo de generar más y mejor empleo. La llave de la igualdad y la sostenibilidad ambiental es un tejido productivo más diversificado y menos polarizado entre ramas tecnológicas y las de mayor informalidad.
¿Qué lugar ocupa el tipo de cambio en ese esquema? ¿Es una herramienta central del desarrollo o una variable más para definir la competitividad?
–Creo que se requiere una política macroeconómica del desarrollo, que implica superar el enfoque tradicional. Sin embargo, la tasa de cambio es la que proporciona las señales más importantes al sector productivo. Una apreciación cambiaria incentiva más las importaciones que las exportaciones, es una señal sobre la productividad. Por eso creo que hay que evitar el sesgo a la apreciación cambiaria y también preservar la autonomía en la política monetaria, junto a una administración decidida de los flujos de capital, de modo de minimizar los riesgos del sistema financiero, que son elementos que también dan señales. Debe haber un cambio en las rentabilidades relativas, mayor apoyo a sectores intensivos en conocimiento, sectores que se asocien al paradigma tecnológico vigente.
¿Considera importante conservar la estabilidad nominal, de precios?
–Es esencial. Hay que tener estabilidad nominal. Pero tampoco el control excesivo de la inflación puede ser un único objetivo. Hay que ampliar las herramientas a utilizar para que haya efecto sobre la estructura productiva. Este va a ser uno de los grandes temas. La macroeconomía no es neutral, manda señales a la producción. La noción de estabilidad nominal, además, sería necesario ampliarla a los mercados financieros. Queremos que haya mayor sinergia entre la macroeconomía y la política industrial.
¿La política industrial debe buscar el crecimiento de todos los sectores manufactureros o concentrar los esfuerzos en aquellos que sean, por ejemplo, complementarios a los principales socios comerciales?
–No proponemos un modelo único. Cada país tiene ventajas competitivas iniciales, una historia particular. Todo eso cuenta, también las capacidades institucionales. En general proponemos una política industrial que busque una diversificación productiva priorizando los sectores más intensivos en conocimiento. Argentina y Brasil han progresado mucho en este sentido. La política industrial es indispensable para insertarse en el mundo globalizado. Permite dotar de mayores capacidades y competitividad a las actividades existentes y crear ventajas comparativas dinámicas, como la nanotecnología, la biotecnología y los servicios de la información. Hay que invertir en ciencia y tecnología, para tener un proyecto de país con objetivos nacionales de desarrollo.
¿Qué rol cumple el capital extranjero en esa estrategia de desarrollo?
–La inversión extranjera directa (IED) tiene un papel muy importante. Pero cada país debe determinar la estructura productiva que desea para sí mismo. La IED tiene que jugar en favor de esa estructura, no puede estar divorciada del desarrollo nacional. Hay que adaptarla o reorientarla hacia sectores que juegan a favor del desarrollo. En Brasil, por caso, el año pasado la IED arribó en sectores más intensivos en manufacturas que en materias primas. Somos nosotros los que tenemos que plantear las prioridades para que el capital extranjero sea un instrumento.
¿Los castigos e incentivos fiscales pueden moldear la IED?
–Tiene que haber políticas, no es algo espontáneo. Ecuador decidió, por ejemplo, transformar acuerdos con las empresas petroleras para que el Estado pueda apropiarse en mayor medida de las ganancias de productividad, en un pacto concertado entre empresas y Estado. Creo que se debe invitar a las empresas y explicarles cuál es el proyecto, hacia dónde se intenta ir. Con conversaciones y reglas claras.
¿Cómo analiza la nacionalización de YPF, en la medida en que el accionar de Repsol iba a contramano de las necesidades de la economía nacional?
–No conozco los detalles. Dentro de la Cepal estamos hablando de generar pensamiento alrededor de la gobernanza de los recursos naturales. Debemos plantear un debate en la región sobre el papel soberano de los Estados para actuar sobre la propiedad y los mecanismos de ganancias de productividad. Tomando como base que los Estados tienen la soberanía sobre los recursos naturales, tienen que generar esquemas más acordes al desarrollo económico, en términos de propiedad, distribución de ganancias y transferencia de tecnología.
¿El Estado debe participar directamente en la producción de los bienes de carácter estratégico?
–Más importante es ver cómo se dan las ganancias de productividad. Nadie está en desacuerdo con que haya ganancias, pero deben ser equilibradas para mantener una congruencia con la política de desarrollo. Es necesario que las empresas privadas sean socias de un proceso de desarrollo, no sirve que sólo extraigan riqueza. Aunque no necesariamente tiene que ser a través de la propiedad estatal el esquema de apropiación de renta.
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