PUJA DISTRIBUTIVA, TARIFAS Y TIPO DE CAMBIO
› Por Andres Asiain y Lorena Putero
El fantasma del ministro de Economía en tiempos que gobernaba Isabel Perón fue invocado recientemente por el titular de la Unión Industrial Argentina para intentar moderar los pedidos de aumento salarial en las próximas paritarias. Meses antes, un ex ministro de Economía de Néstor Kirchner en papel de político opositor había realizado declaraciones similares. Para analizar la veracidad de semejantes afirmaciones, recordemos qué fue el mentado Rodrigazo.
El plan de Celestino Rodrigo de junio de 1975 consistió en una megadevaluación y tarifazo realizado con la excusa de que el retraso cambiario y tarifario era insostenible. La brutal suba del dólar y de los servicios públicos provocaron un incremento del costo de la vida, generando una inmediata reacción sindical que terminó en fuertes incrementos salariales. El único resultado claro del plan fue multiplicar por cinco las tasas de inflación sin cambios significativos en los precios relativos. El hecho de que el autor intelectual de las medidas haya sido Ricardo Zinn, posterior colaborador de Videla, y que el primero en acordar los aumentos salariales haya sido el posterior ministro de Economía de la dictadura, entonces presidente de Acindar, dan indicios de que el objetivo real del Rodrigazo era generar una espiral inflacionaria que preparara el ambiente para el golpe militar.
Quienes invocan hoy la memoria de aquellos acontecimientos sostienen que los aumentos salariales de los últimos años están generando un retraso en el valor del dólar y las tarifas que terminaría forzando un posterior ajuste brusco, similar al aplicado por el ex ministro Rodrigo. Al respecto, hay que señalar que si bien hoy el dólar está barato, no sucede lo mismo con el real o el euro. Si se compara con el 2001, la competitividad con nuestro principal socio comercial, Brasil, se incrementó en más de 80 por ciento, y en 40 por ciento respecto de Europa (tomando en cuenta la evolución de los precios que registran las estadísticas provinciales). Lejos del déficit comercial de 1975, el año que acaba de transcurrir cerró con un superávit comercial record de más de 12.000 millones de dólares. Las elevadas reservas internacionales de más de 44 mil millones de dólares que mantiene el Banco Central contrastan con el casi virtual agotamiento de las mismas en tiempos de Isabel Perón, que llevó a una frustrada gestión para obtener créditos del FMI. Vale recordar que a poco de asumir Martínez de Hoz, el organismo financiero se mostró mucho más generoso facilitándole el acceso a créditos propios y de diferentes bancos norteamericanos y europeos.
Sin embargo, el recuerdo del Rodrigazo debe servir para no hacerles caso a los frecuentes pedidos patronales –y de sus economistas y políticos– de bruscos ajustes en el valor del dólar y las tarifas. En un escenario de relativo bajo desempleo y sindicatos fuertes como el actual, el resultado de semejante plan económico no es una recomposición del dólar y de las tarifas, sino una escalada salario-precios de explosivas consecuencias inflacionarias. Para evitarlo hay que mantener la prudencia en la administración del mercado cambiario, evitando saltos desmesurados que trasladen ingresos a sectores como el minero y agrícola exportador que ya gozan de una alta rentabilidad.
Mientras tanto, el tratamiento de la inflación requiere de acuerdos distributivos entre los distintos actores que conforman el proceso productivo, comercial y financiero. Ello implica no sólo discutir salarios, sino también ganancias y rentas.
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