Vientos de cambio
Roberto Feletti *
Argentina ha comenzado a transitar, no sin severas dificultades, hacia un modelo socio-económico más integrado y equilibrado en el espacio nacional y crecientemente desestructurado en el escenario internacional.
Este tránsito presenta aristas singularmente complejas, debido al lapso prolongado desde la partida hasta la llegada al nuevo escenario, y los procesos intermedios de relegitimación del poder político mientras se enfrenta a las fracciones de poder económico afectados por el cambio.
La primera fricción se centra en la interrupción inmediata de la oferta de bienes e insumos importados, en una economía altamente dependiente de éstos y la marcha forzada hacia una organización productiva, hoy deteriorada o inexistente, que sustituya la oferta importada. El correlato en el plano social será la reacción adversa de las capas de altos ingresos e inclusive medias, que se verán rápidamente alejadas de las mieles de la globalización que disfrutaban en el marco de un país con millones de desempleados, pobres y excluidos. El interrogante se sitúa en la capacidad del Gobierno de conformar un fuerte polo de apoyo en los sectores castigados en la década del 90.
Para abordar esto último, también se plantean otros dos caminos de desfiladero angosto. El primero, recuperar consumo con una cobertura universal, masiva y no clientelar de los excluidos, como antesala hasta la reinserción vía empleo. El segundo, recomponer medios de pago en la economía, compatibles con el crecimiento del nivel de actividad. Ambos objetivos encuentran límite en la necesidad de ser alcanzados, sin desmadrar las variables de precios, lo cual lleva a analizar cómo se ensanchan los márgenes de maniobra de un programa de equilibrio macroeconómico de salida de la convertibilidad, que requerirá de una combinación de superávit comercial y superávit fiscal, sin crédito externo privado.
La dolarización de los ingresos fiscales y un riguroso esquema de importaciones, son las llaves que amplían el estrecho margen de maniobra referido. El gran desafío es reflejar que puede abandonarse la convertibilidad con un equilibrio expansivo.
Un programa monetario apoyado en el desarrollo de superávit combinados, tiene que necesariamente recomponer liquidez para las transacciones sin que impacte en la demanda de divisas. Simultáneamente, es imprescindible constituir un fondo movilizador de activos bancarios que incentive la aplicación del ahorro interno en bienes de la economía real, como medio de desplazar la noción de reserva de valor del ahorrista local, desde la divisa extranjera hacia activos reales. Esto implica refundar el sistema bancario, con mayor gravitación de entidades nacionales especializadas por regiones y segmentos de mercado.
El otro tema complejo que intenta abordar el Gobierno para constituir el nuevo escenario de gobernabilidad, es desplazar el centro de gravedad político construido en los 90 desde el interior hacia los grandes centros urbanos y la pampa húmeda en general, severamente dañados por el modelo de apertura, desregulación y privatizaciones. La recuperación, en clave “aggiornada” del naciente siglo, del complejo agro-industrial, es decisiva para crear un escenario de crecimiento e integración. Es indudable que esta reforma política que revitalice el mayor peso de la pampa húmeda reabre la discusión sobre un nuevo pacto fiscal más homogéneo.
En lo inmediato, se asistirá a esta confrontación entre el nacimiento de un nuevo modelo productivo, más integrado pero más lejos de la modernidad de los países desarrollados, hegemonizado por la región que lideró procesos similares en la Argentina, frente a los ganadores de los 90 con su reestructuración de frontera tecnológica pero cada vez menos incluidos. El interrogante, y también el posible definidor de la disputa, será qué oferta alcanza el mayor grado de legitimidad política.
* Economista del Frente Grande.