Dom 18.08.2013
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ECONOMISTAS, LOBBY Y EL PODER ECONóMICO

“El clima de negocios”

› Por Andrés Asiain y Lorena Putero

Los economistas suelen ser profesionales ambiciosos que no dudan en invadir espacios tradicionales de otras disciplinas para expandir su área de influencia. Ello ha despertado el recelo de los demás profesionales, como los meteorólogos que observan sorprendidos la creación de un nuevo clima, el de negocios, que los economistas parecieran medir con una precisión superior al pronóstico del tiempo del Servicio Meteorológico Nacional.

“El Indice de Clima Esperado disminuyó 16,9 por ciento respecto de 2012, debido principalmente a que el Gobierno continuó agregando mayores controles a la economía”, dice textual un informe de una universidad privada que se dedica a medir el clima de negocios. “El capital espera un mejor clima de negocios para volver con fuerza”, titula un periódico especializado para explicar la compra de dólares y la caída de la inversión. Es así como, entre precipitaciones cambiarias, nubarrones impositivos y vientos salariales en aumento, el lobby empresarial amenaza a la sociedad argentina con trasladar sus inversiones a las soleadas playas de Brasil, Chile, Colombia, Perú o Uruguay.

El mito del “clima de negocios” es una forma metafórica que los empresarios utilizan para presionar por ciertas medidas favorables a sus intereses, so pena de no invertir y desestabilizar la economía comprando dólares. Los nubarrones que ensombrecen las inversiones son tan variados como los intereses empresariales de los diversos sectores de la economía nacional y su nivel de peligrosidad depende, como todo en el mundo de los negocios, de la cantidad de dinero del lobbista en cuestión. Así, las retenciones a la exportación de granos que afectan al poderoso sector agroexportador son comparables a una tormenta eléctrica que podría provocar destrozos en el frente externo de la economía, mientras que las que afectan a la exportación de metales usados en desmedro del chatarrero y en beneficio del grupo Techint, ni siquiera son informadas por el servicio meteorológico del mundo empresarial.

La promesa de mejorar el clima de negocios cediendo a los diferentes reclamos empresarios puede ser una buena estrategia de algún candidato en búsqueda de financiamiento para su campaña. Sin embargo, su aplicación real no deja de ser dificultosa. Ello no sólo por la previsible conflictividad social que pudiera desatar semejante programa, sino también por lo contradictorios que son los intereses de los grandes grupos económicos entre sí. A modo de ejemplo, un aumento de tarifas que satisfaga el reclamo de las empresas proveedoras de servicios no sólo afectaría el ingreso real de la población desatando previsibles reclamos de aumento salarial, sino que encarecería los costos de producción de los empresarios, que tendrían que pagar un mayor precio por la energía. Un incremento brusco en el valor del dólar tal como reclaman los exportadores, generaría una caída de las ganancias de los empresarios que venden al mercado interno como consecuencia del menor poder adquisitivo del salario y el encarecimiento de los insumos y máquinas importados.

El programa de “mejorar el clima de negocios” cediendo indiscriminadamente a los diferentes lobbies empresariales que se van presentando puede llevar a un descontrol económico que termine perjudicando no sólo a la mayoría de los argentinos que viven de su trabajo, sino también a una parte considerable del poder económico. En ese sentido, invertir en algunos candidatos pro clima de negocios puede ser un mal negocio

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