Dom 29.09.2013
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CRECIMIENTO DE LA PRODUCCIóN, DEBILIDAD EXTERNA Y PRECARIEDAD LABORAL

Vestimenta informal

La industria textil ha registrado una muy fuerte recuperación luego de la devastación de la década del ’90. Inversiones, expansión de la demanda y más empleo conviven con una elevada informalidad laboral e impositiva.

› Por Julián Blejmar

El sector textil y de indumentaria exhibe la mejor y peor cara de la industria nacional de la última década. Por un lado, ha experimentado un muy fuerte crecimiento de producción y empleo, que la ubica en su mayor punto histórico. Por el otro, sostiene elevados niveles de informalidad laboral, así como también de regresiva distribución del ingreso y de déficit comercial. Según datos del Ministerio de Industria y de la Fundación ProTejer, en 2002 el sector redujo su actividad a su mínimo histórico, para luego crecer entre 2003 y 2012 el 160 por ciento, exhibiendo cifras positivas en todos los rubros: hilados, tejidos, tintorería, confección e indumentaria. De acuerdo con cifras de ProTejer, las 15.000 empresas del rubro –en su mayoría pymes nacionales– han incorporado un total de 2200 millones de dólares en tecnología y equipos, alcanzando el año pasado un valor bruto de producción de cerca de 4200 millones de dólares. De acuerdo con fuentes oficiales, esta industria se encontraba creciendo durante el presente año en más de 10 por ciento, sosteniendo una utilización de su capacidad instalada del 83 por ciento.

Estas cifras marcan un verdadero contraste con gran parte de lo experimentado por el sector durante la década del noventa. Según se señala en el trabajo de la Facultad Flacso La industria argentina durante los años noventa, de Daniel Azpiazu, Eduardo Basualdo y Martín Schorr, durante esos años se manifestó una “muy acentuada involución productiva de ciertas actividades vinculadas con los bloques textiles”, señalando que “los aportes relativos a la producción total de la fabricación de productos textiles y de prendas de vestir y pieles disminuyeron entre 1993 y 1999 un 32 y un 23 por ciento”. De acuerdo con los censos industriales de 1994 y 2004, los establecimientos textiles y de indumentaria se redujeron en un 19 por ciento, mientras que los obreros textiles disminuyeron en un 27 por ciento y los de indumentaria, en un 14 por ciento.

Sin embargo, junto al contrastante y rotundo crecimiento de la última década, también se experimentaron otros resultados: la informalidad laboral –con sus consecuentes bajas remuneraciones y precarias condiciones laborales–, la distribución regresiva de los ingresos y el déficit de la balanza comercial. Estos elementos están expuestos en el trabajo La industria textil y de indumentaria en la Argentina. Informalidad y tensiones estructurales en la posconvertibilidad, publicado por los investigadores del Conicet Esteban Ferreira y Martín Schorr. Demuestran que, si sólo se tuviera en cuenta el segmento formal, “el sector textil no habría alcanzado los niveles más elevados de la convertibilidad en materia de producción, los habría superado en empleo y mantenido en cantidad de empresas. Sin embargo, la creciente informalidad en los últimos años, fundamentalmente en el rubro de la confección, induce a presumir que la producción y el empleo total (formal e informal) habrían superado los registros más altos de la década del noventa”. De hecho, utilizando datos cruzados del Indec e Inti textiles, Schorr y Ferreira calculan en casi 180.000 el total de ocupados en este sector en 2012, con un índice de informalidad del 65 al 70 por ciento. Estos investigadores describen la dinámica de la apropiación de la renta que se concreta en tres niveles: en primer lugar, los segmentos más concentrados, que son los proveedores oligopólicos de insumos, para luego ubicarse los grandes centros comerciales y los bancos, y en tercer lugar las marcas de ropa, que como vía de ajuste de toda la cadena tienden a mantener las bajas remuneraciones a los costureros.

De acuerdo con cifras de la Fundación ProTejer, la balanza comercial de toda la cadena, que incluye agro, textil y confección, que ha tendido a ser históricamente deficitario, en 2012 continuó manteniendo esta tendencia, con un balance negativo de 959 millones de dólares. Según se afirma en el “Diagnóstico Sectorial” de septiembre 2011 del Banco Ciudad, en relación con el denominado “bloque textil”, durante los últimos años “las distintas medidas implementadas se guiaron a proteger la industria local de las importaciones a bajos costos: establecimiento de Licencias No Automáticas, estudio de casos de dumping, precios de referencia, y líneas especiales de financiamiento que permitan la incorporación de capital”. Estas políticas también se aplicaron al sector de indumentaria, y entre los varios programas de créditos para ambos sectores se pueden mencionar la obligatoriedad de que las entidades financieras otorguen en préstamos el 5 por ciento de sus fondos para inversiones productivas, el Fondo de Financiamiento del Bicentenario, el Fondo Nacional de Desarrollo para la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Fonapyme), el programa Mi Galpón, y el de Capital Semilla, entre otros.

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