› Por Claudio Scaletta
Esta semana se cumplieron ocho años de la cumbre de Mar del Plata, cuando los principales países de la región sepultaron la trampa del ALCA. Pero el debate sobre el libre comercio nunca termina de morir. Todavía subsisten voces locales que abogan en favor de los recurrentes intentos de la Unión Europea por firmar acuerdos comerciales bilaterales. La persistente recesión de la UE redobló los esfuerzos del bloque para colocar sobrantes de stocks en terceros mercados. Y, conocedores del paño, no desean encontrar aquí nada parecido a su propia medicina, es decir: profusas barreras arancelarias y paraarancelarias.
Un trabajo publicado esta semana por Cancillería estudia el doble estándar de la UE en materia de administración de comercio y reseña todos y cada uno de los mecanismos utilizados. El resultado es impactante: las pérdidas provocadas en la economía local por el proteccionismo europeo alcanzan los 2500 millones de dólares anuales sólo en exportaciones y 12.500 millones de dólares en producción, lo que supone una resta de 200 mil puestos de trabajo. Los mayores pasivos se concentran en las ventas externas de productos primarios, principalmente de carne bovina, por cerca de 1500 millones de dólares, y en verduras, frutas y hortalizas, por algo más de 300 millones, siempre en divisas. Entre las barreras que contribuyen a este resultado se destacan:
- Aranceles de entre 71 y 151 por ciento para productos como manteca, queso fresco, arroz, carne vacuna, cebada, centeno, trigo duro, maíz, hortalizas, jugo de frutas y aceite de oliva. Estos valores, como destaca Cancillería, exceden por lejos al arancel máximo del Mercosur, que es del 35 por ciento, y al arancel promedio de Argentina, que es de 11,8 por ciento. Al impacto vía precios se suma la restricción de cantidades vía cupos.
- Subsidios a la producción y las exportaciones de productos primarios que en 2013 sumarán, en el marco de la Política Agrícola Común, 57.500 millones de euros. Este tipo de subsidios suelen ser muy cuestionados por los defensores del libre comercio, en tanto su primer efecto es establecer precios internacionales artificialmente bajos, con consecuencias devastadoras para los productores y exportadores de las economías más débiles. La estimación de aportes para la PAC en los próximos siete años alcanza los 360.000 millones de euros. Entre los productos argentinos afectados se destacan lácteos, trigo y sus harinas, carnes bovinas, porcinas y aviares, huevos, azúcar y aceite de oliva.
- Derechos antidumping y medidas compensatorias. A principios de 2013 se encontraban vigentes en la UE 87 medidas antidumping y 10 compensatorias, a las que se sumaban 48 investigaciones en trámite. La ironía es que en una supuesta búsqueda de mayor transparencia se propuso establecer derechos más altos para las “importaciones procedentes de países que utilizan subvenciones injustas y crean distorsiones estructurales en sus mercados de materias primas”. Entre los productos argentinos afectados por estas barreras discrecionales se destacan desde el pasado octubre los biocombustibles, a los que el Consejo Europeo sancionó con un “derecho antidumping” de entre el 22 y el 26 por ciento. Llamativamente, organizaciones internacionales de lobbistas, autodenominadas “ambientalistas”, festejaron la medida “porque los biocombustibles se producen con transgénicos”.
- El presunto ambientalismo también cumple su función en la legitimación de una cuarta línea de barreras, en este caso paraarancelarias, las que se agrupan en lo que el trabajo de Cancillería denomina “proteccionismo verde”. Estas trabas no se basan en principios científicos sólidos o en normativas internacionales, sino en metodologías unilaterales de la UE, como la “huella ambiental”, “huella de carbono” y “ecoetiqueta”. Muchas veces se sustentan en simples directivas ad hoc, como la elaborada para el mercado de biocombustibles sobre “energías renovables”, que brindan ventajas a determinados biocombustibles en detrimento de otros a fin de favorecer los productos propios.
- Una quinta línea de barreras son las sanitarias y fitosanitarias, las que para los exportadores argentinos funcionan como fuentes de mayores costos (desventaja competitiva). Un caso típico es el de los límites de residuos de plaguicidas, los que no siempre se establecen sobre bases científicas, sino acudiendo mayormente al trajinado “principio precautorio”. Con este criterio se limitó el uso de sustancias químicas que se utilizan desde hace décadas sin evidencias de efectos negativos, las que de paso debieron ser reemplazadas por otras mucho más caras producidas y patentadas por... empresas europeas.
Aunque existen trabas adicionales, la cinco citadas son las principales. Uno de los resultados de esta verdadera batería de restricciones comerciales fue que desde 2003 Argentina fue el país que más cayó como origen de las importaciones europeas. Entre 2008 y 2012 las toneladas exportadas de productos primarios cayeron un 64 por ciento, en tanto que las de MOA lo hicieron el 34 por ciento.
Si el lector pasó por estudios de Economía seguramente entró en contacto con 153.222 gráficos, con sus respectivas ecuaciones, en los que se demostraba cómo la menor barrera a la libre circulación de bienes y servicios afectaba el desarrollo capitalista, el crecimiento, el empleo y la felicidad de la especie. El debate es larguísimo y se remonta a los orígenes mismos de la economía política. Desde que Adam Smith atribuyó la riqueza de las naciones, entre otras razones, al mayor tamaño de los mercados y desde que David Ricardo marcó la necesidad de que los países se especialicen en los productos en los que poseen ventajas comparativas, afectar la plena libertad de los intercambios es considerado pura miopía que entorpece todas las virtudes predichas por la teoría. Después, como siempre, está la realidad; que se empeña en ser flagrante. Así, los países que urbi et orbi pregonan el libre comercio fueron y son especialmente proteccionistas con sus sectores menos competitivos. La afirmación no es ideológica, el doble estándar es un dato duro y tiene una virtud: marca el camino. Como lo demuestra la experiencia de los países más desarrollados, los originales y los que lograron el cierre de brecha más tardíamente, si lo que se pretende es sostener o desarrollar sectores con menor competitividad relativa algún grado de proteccionismo resulta indispensable. Lo contrario también vale, si el desarrollo no importa, adelante con el librecambio. Europa, en tanto, se mantiene como una particular “fortaleza proteccionista” que, además, acusa a la Argentina de proteccionista e intervencionista
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