RESTRICCIóN EXTERNA
› Por Diego Rubinzal
La superación de la “restricción externa” es el desafío central de la economía argentina. La escasez de divisas está asociada a la Estructura Productiva Desequilibrada (EPD) que caracteriza a las naciones periféricas. Los primeros autores que analizaron esa cuestión fueron los pioneros de la literatura estructuralista del desarrollo. Por ejemplo, el argentino Raúl Prebisch identificaba la estructura productiva heterogénea como uno de los obstáculos centrales que debían sortear los países periféricos. En esa línea, el ingeniero Marcelo Diamand explicaba que la EPD está “compuesta de dos sectores de niveles de precios diferentes: el sector primario... que trabaja a precios internacionales, y el sector industrial, que trabaja a un nivel de costos y precios considerablemente superior al internacional. Esa configuración peculiar da lugar a un nuevo modelo económico, caracterizado por la crónica limitación que ejerce sobre el crecimiento económico el sector externo”. Osvaldo Sunkel sostenía que esa heterogeneidad era retroalimentada mediante diversos mecanismos acumulativos (tecnológicos, económicos, sociales, políticos) que caracterizan a la relación centro-periferia.
En ese marco, la insuficiencia de divisas disminuye (o detiene) el ritmo de crecimiento económico, impidiendo alcanzar la plena utilización de los recursos productivos. La superación definitiva de la “heterogeneidad estructural” fue una de las asignaturas pendientes del esquema de industrialización por sustitución de importaciones. Los economistas Martín Abeles, Pablo Lavarello y Haroldo Montagú, en Brechas tecnológicas y restricción externa: un análisis heurístico, sostienen que “las brechas tecnológicas constituyen un determinante de mayor importancia en la participación de cada país en los flujos internacionales del comercio y, a través de éstos, en la máxima tasa de crecimiento compatible con la restricción externa que cada país pueda alcanzar”.
Dentro de la estructura económica argentina, los sectores que operan en un nivel cercano a la “frontera tecnológica” comprenden un reducido conjunto de actividades (producción primaria, manufacturas ligadas al procesamiento de recursos naturales, industria automotriz). La tendencia desindustrializadora, iniciada durante la dictadura militar, fue revertida en la última década. La recuperación del tejido productivo incluyó a ciertos sectores (intensivos en trabajo e ingeniería) muy debilitados por las políticas previas. De todos modos, la brecha de productividad no pudo ser reducida en la mayoría de los casos. “En consecuencia se presenta un dilema para la elección de una estrategia de desarrollo que asegure una superación de la restricción externa. En el marco del actual contexto de alta demanda de materias primas agrícolas, la profundización de la especialización existente llevaría a expandir sectores donde las brechas tecnológicas internacionales son menores, lo que reforzaría la heterogeneidad estructural interna, tal como dicta el principio de las ventajas comparativas estáticas... desde una perspectiva shumpeteriana, la Argentina se especializaría en actividades que, por un lado, están cerca de la “frontera” tecnológica y que, por otro, no experimentan un dinamismo significativo a nivel internacional. En consecuencia, la productividad media de la industria argentina no lograría converger hacia los niveles de los países centrales. El crecimiento quedaría así limitado por la capacidad de generar divisas en un conjunto muy acotado de sectores”, advierten Abeles, Lavarello y Montagú.
La disminución de las brechas de productividad en las ramas industriales más dinámicas se presenta como uno de los principales desafíos para la próxima década
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