BOOM DE AIRE ACONDICIONADOS, CORTES ELéCTRICOS, RESPONSABILIDADES Y CONTINGENCIAS
Las enseñanzas que dejan los cortes de luz en la zona metropolitana. Plan para un uso razonable, responsable y eficiente de la energía. La responsabilidad mayor es de las empresas distribuidoras como prestadoras de un servicio público esencial.
› Por Jose Andres Repar *
La inclemencia de las altas temperaturas y el desarreglo eléctrico convocan a una serie de reflexiones. El calor sostenido puso en marcha los millones de aires acondicionados en los domicilios y comercios, provocando situaciones de sobrecarga en la red de distribución casi en forma generalizada. Las protecciones térmicas actuaron sin pausa y accionaban la salida de los alimentadores. A los cortes eléctricos les sucedieron los cortes de calles y avenidas de los vecinos indignados, pues la reposición no era tan sencilla. Algunos alimentadores y cámara se incendiaron. Las distribuidoras eléctricas se vieron desbordadas. A pesar de que sus ejecutivos han realizado centenas de horas de seminarios, de calidad de servicios, prevención y contingencias, las empresas tardaron en reaccionar.
Edesur y Edenor mitigaron los cortes con grupos electrógenos, pero igual se desató el infierno y una verdadera calamidad en los grandes centros urbanos del país, en particular el área metropolitana. También con las distribuidores de Rosario y Córdoba. Los sectores más afectados fueron zonas de alta densidad edilicia y lugares con numerosas construcciones nuevas.
El fenómeno de la incorporación intensa y caótica de nuevos equipos de aire acondicionado tipo “split” debería haber puesto en alerta a las empresas de distribución. Tuvieron un aviso en diciembre del 2012 sobre el fenómeno del aluvión de acondicionadores. De alguna manera, haber realizado un registro o auditoría de las nuevas cargas eléctricas les hubiera evitado muchos dolores de cabeza. Se sabe que en los hechos nadie informa cuando coloca un split de 1,5 kW o 2 kW en una o más habitaciones. Se estima que en 2013 se instalaron en el país cerca de dos millones de aparatos. La cámara de fabricantes calcula que cerca del 50 por ciento de la población ya posee un equipo de aire. En los últimos tres años los aires introdujeron una carga simultánea al sistema eléctrico nacional en los picos de consumo de entre 5000 y 6000 MW en total. Es una carga enorme, que representa más del 20 por ciento del pico de potencia record registrado el 23 de diciembre a las 14.20, y que fue de 23.794 MW. En diciembre de 2010 el pico había sido de 20.209 MW. El salto en estos tres años fue de 3585 MW (17,7 por ciento de incremento) y se debe en su gran mayoría al consumo eléctrico de los aires.
La estimación se ve reforzada con el dato de que el sector industrial ha tenido en el mismo lapso una variación mínima. Es decir que la mayor parte de las nuevas centrales térmicas instaladas en el país fueron para los “aires”. Dado que es una energía muy costosa, que sale del gas natural y gasoil importado, es válido considerar algún cargo extra en dichos consumos.
En este contexto de comportamientos extremos por el cambio climático, el Ministerio de Planificación y el ENRE (Ente Nacional de Regulación Eléctrica) deberían prestar una debida atención y prevención por los nuevos consumos y establecer nuevos parámetros de diseño y normas de las instalaciones. La planificación a nivel de las empresas distribuidoras se ha presentado como deficiente o inexistente y los entes reguladores diseñados de acuerdo con el modelo de los ‘90, donde el mercado resolvía las inversiones necesarias de realizar, les permiten correrse un poco, dado que los organismos de regulación y control no asumen entre sus objetivos la responsabilidad de planificar. Sin embargo, el gobierno nacional podría tener un organismo de planificación y estudios energéticos al más alto nivel, como lo tiene Brasil con el “Ente de Pesquisas Energéticas” (EPE), que depende de la Jefatura de Gabinete.
Tampoco los gobiernos locales como el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que posee un ente único de servicios públicos, son ajenos a la necesidad de adecuarse a una fundamental cultura de la prevención. Esta crisis pone nuevamente en el escenario las distintas responsabilidades y asignaturas de la sociedad y del modelo inclusivo. En este panorama el tema de la culpa por la crisis se extiende a diversos estamentos.
Los grandes centros urbanos han adoptado la cultura del aire acondicionado con “sálvese quien pueda con un split”. La calidad de vida, sin embargo, se halla más cerca del verde y de los ventiladores que de los splits. Esta actitud de mejorar el contexto ambiental urbano se puede complementar con muchas acciones entre ellas adosar paredes verdes a las medianeras, o techos verdes en las grandes construcciones nuevas, que aíslan y ahorran energía.
En realidad, frente a una ciudad ya construida no se pueden reconformar fácilmente parques y paseos, y por ello por ahora la ciudad verde que propone el gobierno del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es sólo un verde publicitario. Una acción clave –y ello lo reconoce la misma Dirección de Espacios Verdes del Gobierno de la Ciudad– es cuidar mejor los 360.000 árboles existentes y plantar unos 200.000 nuevos, que posibilitaría incorporar más de 3.000.000 de m2 de cubierta vegetal que mejorará notablemente la temperatura casi tropical y el hábitat de la ciudad.
Es cierto que lo mismo podría decirse con los municipios del conurbano, donde 400.000 árboles nuevos serían una bendición, para mejorar las condiciones de vida. La región metropolitana posee un suelo ideal para que crezca una infinidad de tipos de árboles. Quizá por su clima cada vez más tropical, sea la hora de poblarla con especies del norte, como los históricos ibirá pita o el urunday.
También se puede conformar en distintos sectores lo que el eco-urbanismo de Barcelona popularizó como supermanzanas. Estas son agrupamientos de cuatro manzanas donde en las cuadras interiores se eliminan los cordones, se amplían las veredas, sólo se dejan pasar vehículos de los vecinos y se parquiza todo ese nuevo espacio, incluyendo la esquina interior, con sendos árboles. También se ubican bancos donde sentarse. Además de promover la vida comunitaria, que debido a una ciudad cada vez más fragmentada se halla muy reducida, posibilita que esas personas no estén atrapadas en los cubículos refrigerados cual cámara frigorífica.
En la Ciudad de Buenos Aires también se observa con mayor intensidad el fenómeno del derroche de energía. Los comercios se hallan sobreiluminados, y en los mismos aún no se generalizó el uso de leds de bajo consumo. Tampoco el alumbrado público avanzó con los bajos consumos y con teleoperaciones inteligentes. Los edificios nuevos se construyen supervidriados, cuando allí y en los comercios debería obligarse a colocar vidrios dobles. También cabe insistir en nuevas normas para el uso obligatorio de materiales más aislantes. El ahorro de energía en la Argentina no es sólo una posibilidad sino también una necesidad. El ahorro es posible. Representa un desafío a nuestra cultura. ¿Es una meta imposible? Para nada. Brasil lo hizo hace algunos años, en un contexto de restricción de oferta hídrica, y se generó una actitud de ahorro solidaria y responsable de la población.
En resumen, la zona metropolitana debería sacar enseñanza de esta crisis de la distribución eléctrica, planteándose seriamente el uso razonable, responsable y eficiente de la energía. En lo inmediato, la gestión de la contingencia al fin se desarrolló con un comité específico, que mitigó en gran parte la situación, pero un poco tarde y sin previsión. Parece que es muy difícil ir con la información por delante de los sucesos, en particular dar a conocer sobre los alimentadores que están al límite y su zona de influencia. En las zonas muy conflictivas ante una eventual racionalización del uso de equipos de aire, usando el frío por poco tiempo y apelando a ventiladores, quizá se hubieran evitado cortes. Las contingencias son imprevistas, pero no totalmente imprevisibles.
Planificar y prevenir son asignaturas pendientes. Sin duda la responsabilidad mayor es de las empresas distribuidoras como prestadoras de un servicio público esencial. Por último, cabe una apelación a la Legislatura para que se debata la modificación de los esquemas regulatorios de los noventa, y otros aspectos de ordenamiento económico que permitan un control más eficaz y un servicio más eficiente y que eviten que sucedan estas crisis.
* Ingeniero, miembro del Instituto de Energía Scalabrini Ortiz y del Consejo de Planeamiento Urbano Ambiental (COPUA) de la CABA.
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