RECORDANDO A JORGE SáBATO
Profesor, educador, investigador, director del departamento de metalurgia de la CNEA, director de Segba, creador e impulsor del programa nuclear, Jorge Sábato es uno de los grandes intelectuales de Argentina. Se cumplieron 30 años de su muerte.
› Por Alberto Diaz *
Estamos festejando nuestros primeros 30 años ininterrumpidos de Democracia y hace 30 años, pocos días antes de que Raúl Alfonsín asumiera como Presidente, fallecía el profesor Jorge Sábato. “... qué falta que me (nos) hacés....” Valga este verso tanguero para comenzar la nota para alguien que era un amante del tango y del fútbol, que unía a su pasión por la cultura, la ciencia y la tecnología, en fin, un gran humanista.
Hacia fines de 1982 y comienzos de 1983, la “cultura de catacumbas” que fuimos desarrollando durante la dictadura militar comenzaba lentamente a salir “a la calle”, es decir, comenzaba a realizarse en centros culturales, barriales, en algunos cafés, donde alguna personalidad de la cultura y de la política daba una charla, al final de la cual se discutía, se intercambiaban ideas e informaciones, se comenzaban a activar nuestras neuronas visualizando el futuro que comenzaba a abrirse.
Uno de los expositores que contaba con alta concurrencia era Jorge Sábato, quien exponía, en general, sobre el problema militar: tema de gran importancia y muy original en esa época. Lo abordaba con su alta y rigurosa formación intelectual, con datos, anécdotas.
En la presentación que se hacía de cada disertante, como ahora, se mencionaban sus excelentes y amplios curriculum vitae. Sábato detenía a su presentador para decir que él era periodista de la revista Humor. Escribir, o mejor ser, del staff de Humor en esos años no era para cualquiera, sólo para personas de calidad, con conocimientos para compartir y muy valientes.
Sus textos, recopilados en el libro Ensayos con Humor, son los menos recordados, por eso a continuación voy a copiar algunos párrafos de esos artículos, para conocer las ideas (siempre vigentes), las opiniones de Jorgón sobre política, sociología, tecnología, cultura, que lo muestran como un intelectual de muy alto nivel, con profundo interés por el desarrollo de nuestro país y conocedor del mismo hasta en detalles de nuestra vida cotidiana (el tema de los colectivos como algo a estudiar porque nos representa), pero además teoriza basado en la enorme experiencia adquirida en sus realizaciones, como profesor, educador, investigador, director del departamento de metalurgia de la CNEA, director de Segba, creador e impulsor del programa nuclear argentino, de la primera Atucha. También agregó algunos textos que se encuentran en otra mítica revista de los ‘70: Ciencia Nueva, que hoy se puede visitar por Internet.
En fin, Sábato es uno de los padres, tal vez el más importante de nuestro desarrollo tecnológico y de nuestra sociedad y, en ese sentido, combatió (pero no ganó) dos grandes males del país que eran, para él, la mediocridad y la “chantocracia”.
“Me considero un intelectual; me autodenomino un intelectual porque lo que uso para mi oficio es el intelecto. Como intelectual el primer compromiso que asumí es ser un buen intelectual. Si ejerzo una profesión, la debo hacer con el mejor nivel posible y, dando el mejor producto, ayudar a mejorar, cambiar lo que sea.”
“Yo diría que los mayores obstáculos han provenido de la situación del país, en términos genéricos. Este es un país que avanza y retrocede permanentemente, lo que produce enorme cansancio y esfuerzo para dar un pasito.”
“En el terreno de la ciencia y la cultura, las mayores dificultades provienen de lo que he llamado la conspiración de los mediocres. La mediocracia probablemente haya sido, y es, una enfermedad más grave en Argentina que la aristocracia, la oligocracia, la plutocracia. Yo les tengo más miedo a los mediocres, primero porque son más, segundo porque viven más y, además, se disimulan más. Uno cree que no están, pero sí, siempre están.”
Pregunta de E. López Saavedra: Pasando a otro tema: ¿Qué opina de lo que dijo monseñor Bonamín acerca de que los miembros de la Junta Militar serían glorificados por las generaciones futuras por lo que habían hecho por el país?
Respuesta de Sábato: ¡Dios Santo!
Pregunta de Miguel Brascó: Entonces, ¿el deber de un gobierno es planificar el caos?
Sábato: Digamos que su misión primordial es estudiarlo como a cualquier otro fenómeno, y convencerse de que tiene que navegar necesariamente por sus aguas. Aprender a usar la crisis puede llegar a ser utilísimo. Tal vez las crisis no sean situaciones de excepción sino el estado normal de las sociedades humanas. En particular, de la nuestra.
“Una de las principales razones (aunque por cierto no la única) por las que se debe fomentar y proteger la investigación científica y técnica en el país: porque es el fundamento de la capacidad propia de decisión autónoma con que el país debe contar. Sin una capacidad autónoma estaremos condenados a comprar toda clase de buzones, tranvías y afines, a continuar encandilados por las cuentas de colores de los traficantes de turno. ¡Pero atenti! La investigación científica –tecnológica– y los investigadores, que son su subproducto más valioso, servirán para muy poco si el país no define e implementa una política económica que utilice plenamente esa capacidad autónoma.”
“Si se trata en cambio de ‘aprovecharla’ (a la ciencia) en la producción de tecnología, entonces lo anterior no basta (se refiere a las condiciones para desarrollar la ciencia). Quizá sea condición necesaria, pero no suficiente, porque la ciencia es uno de los insumos de la tecnología, pero no el único, y muchas veces ni siquiera el más importante. Es esencial que al menos haya una política económica que incluya entre sus objetivos específicos el de lograr una capacidad autónoma de producción y distribución de tecnología en el circuito económico y que provea, además, de un adecuado sistema de castigos y recompensas para hacer factible la tan mentada conexión entre investigación (e investigadores, por supuesto) y realidad. Simultáneamente hacer que la tecnología adquiera un lugar propio en la política cultural, porque si bien es una mercancía –y por eso mismo un elemento esencial de la política económica–, es mucho más que eso, pues es una de las expresiones más relevantes de la cultura de una nación.”
Sábato responde sobre Segba: “Hubo un aspecto en la cogestión que se perdió luego, que era la participación del usuario. Quería hacer que todos los clientes participaran, e incluso había inventado un sistema para que votaran por medio de la factura de luz”.
“Mi idea es que una de las alienaciones mayores de la sociedad contemporánea es que está manejada de arriba hacia abajo.”
“Producción de tecnología. Fábricas y laboratorios: la producción de mercancías se hace en talleres o fábricas, lo mismo sucede con la tecnología, sólo que a las fábricas y talleres de tecnología se los llama laboratorios de I y D. Investigación y Desarrollo. Son verdaderas fábricas y así se las debería llamar para evitar confusiones, porque su objetivo es producir una mercancía: Tecnología.”
“El Misterio Atómico. Cada día son menos los asuntos sobre los cuales hay acuerdo entre la mayoría de los argentinos. Generalmente se reduce a algunas pocas verdades tan universales como que el agua para cebar mate no debe hervir, el asado hay que hacerlo sobre las brasas pero cuidando celosamente de que no se produzcan llamas, Carlitos Gardel cada día canta mejor, fútbol era el de antes. Hay, sin embargo, una actividad política
–la energía atómica– que notoriamente concita el consenso positivo de una gran mayoría, aun de los críticos más acerbos de nuestra triste realidad cotidiana.”
“Creo que vale la pena tratar de explicar este misterio especialmente para ver si aprendemos algo que nos pueda ayudar en esta desigual guerra contra las reiteradas frustraciones argentinas y logramos ganar (o por lo menos no perder tan fiero) alguna que otra batalla más. No tengo una explicación total de este misterio atómico, pero creo que los siguientes factores han sido de gran importancia:
1. Claridad en los objetivos;
2. Recursos humanos: el elemento más importante de un instituto de investigaciones no es el número de metros cuadrados que ocupan sus laboratorios ni los millones de dólares invertidos en sus equipos, instrumentos y máquinas, sino la cantidad y calidad de la materia gris de sus investigadores. (Otra trivialidad, ¡pero diablos, cómo se la olvida! Eso lo comprendió la CNEA desde su fundación);
3. Política nuclear de todos: una de las características más singulares de la política nuclear argentina es que ésta no ha sido formulada de arriba hacia abajo –desde la tecnoburocracia de la Casa de Gobierno hacia el organismo responsable de su ejecución–, sino de abajo hacia arriba. Fueron los científicos y técnicos de la CNEA, y no de un día para otro sino a lo largo de los años, los que definieron lo que sería esa política.”
* Especialista en Biotecnología, INTI/UN de Quilmes.
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