Dom 16.02.2014
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SOBRE LOS NI-NI

Aumentó el empleo juvenil

› Por Diego Rubinzal

Los niveles de vulnerabilidad económico-social son mayores en las franjas etarias más extremas (jóvenes y adultos mayores). La realidad argentina no escapa a esa tendencia global a pesar de los avances registrados durante los últimos años. La implementación de diversas medidas (Plan de Inclusión Previsional, fuerte recomposición de las jubilaciones y pensiones en términos reales, Asignación Universal por Hijo) modificó positivamente el angustiante cuadro social previo. El Plan Progresar viene a sumar en esa tarea, abordando con políticas específicas la problemática de los jóvenes que no trabajan ni estudian, o que están empleados y cobran un salario por debajo del mínimo. Esta cuestión fue estudiada en dos informes que contaron con amplia repercusión mediática. Por un lado, el trabajo elaborado por el Area de Estudios Sociales y Laborales de Poliarquía sostiene que los jóvenes Ni-Ni crecieron del 8 al 10 por ciento, entre el primer semestre del 2003 y el mismo período del 2012. En esa línea, el Monitor Social de la Fundación Mediterránea (FM) sostiene en “El problema de inserción social de los jóvenes a nivel regional en Argentina y en perspectiva internacional” que “es importante notar que pese a un contexto de expansión económica entre 2003 y 2012... la proporción de jóvenes Ni-Ni fue incrementándose en el tiempo, pasando de un 13,1 por ciento en el año 2003 al 15,3 por ciento correspondiente al año 2012”. La tendencia alcista es coincidente en ambos trabajos a pesar de la existencia de ciertas diferencias porcentuales explicadas por los disímiles universos considerados (Fundación Mediterránea: 18-24 años, Consultora Poliarquía: 15-24 años). El economista Germán Saller señala en “Juventud, divino tesoro” que los informes instalan la idea de que “después de 10 años de crecimiento, de mejoras en el mercado de trabajo y de mayor inversión en educación, los jóvenes que no estudian ni trabajan aumentan, lo que marcaría un fracaso de tales políticas públicas en esa franja etaria y —lo que es peor— un crecimiento de un núcleo duro con consecuencias sociales nefastas a futuro”. Sin embargo, el trabajo de la Mediterránea revela que la participación de jóvenes trabajadores creció del 29 al casi 32 por ciento. A su vez, la población juvenil estudiantil se incrementó del 24,6 al 30,5 por ciento. “El conocimiento que nos da la matemática nos indica que si el porcentaje de jóvenes que trabaja respecto del total se incrementó y el porcentaje de jóvenes que estudia también se incrementó... no queda otra posibilidad que el tercer grupo de jóvenes que no estudia ni trabaja tiene que haber bajado”, señala Saller. ¿Por qué entonces se postula lo contrario? Porque se excluye del cálculo a los jóvenes que, sin estudiar ni trabajar, buscan trabajo. Esa elección metodológica desafía al sentido común, ya que la existencia de una búsqueda laboral no implica una disminución de la vulnerabilidad social de esas personas. Las conclusiones varían significativamente al corregirse esos “problemas” metodológicos. En efecto, la proporción de jóvenes nini (de 15 a 24 años) desciende del 22,7 por ciento en 2003 al 19,0 por ciento en 2012. Así, el porcentaje termina siendo inferior del registrado (21 por ciento) durante el mejor año de la convertibilidad (1998). El incremento del empleo juvenil es la contracara de ese proceso. Entre 2003 y 2012, el porcentaje de jóvenes insertados en el mercado laboral creció 2,3 puntos (de 30,3 al 32,6 por ciento). Otro aspecto a considerar es que el 30 por ciento de los jóvenes nini son madres con hijos de muy baja edad. En ese sentido, el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, sostiene que “esto implica que son personas que desarrollan una actividad relevante para el hogar. Cuidan de sus hijos o de sus casas. Pero son rotuladas como que “no hacen nada”..., esto no significa que sea deseable que estas mujeres jóvenes dedicadas a las actividades domésticas estudien o tengan la posibilidad de acceder a un empleo de calidad. El aspecto que se quiere destacar es que estas jóvenes no responden a un rótulo negativo que habitualmente se le asigna a este colectivo” [email protected] @diegorubinzalPágina/12

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