LA “NEOLENGUA” DEL ESTABLISHMENT
› Por Andrés Asiain y Lorena Putero
El 21 de abril pasado se conocieron las “Bases para formulación de políticas de Estado” del Foro de Convergencia Empresarial. En ese agrupamiento participan las principales cámaras y asociaciones empresarias, aunque, a poco de difundirse el documento, algunas de las más importantes, como la Cámara Argentina de Comercio, la Cámara Argentina de la Construcción y la Unión Industrial Argentina, desmintieron haber adherido. Más allá de las bajas, vale la pena realizar un breve análisis del documento, donde parte del empresariado local condensa en 21 puntos los reclamos que considera más urgentes para el futuro de la nación.
Las propuestas empresariales comienzan por una serie de cuestiones de carácter institucional, como el reclamo por la “vigencia de las garantías, derechos y libertades constitucionales”, el “respeto a la propiedad privada”, la “división de poderes y la independencia de jueces y fiscales” o “la libertad de prensa”. Lo particular de las demandas empresariales de orden institucional es que, a diferencia de los tiempos de la última dictadura militar o cuando el gobierno de la Alianza estableció el Estado de sitio, todas esas instituciones se encuentran en vigencia. Al exigir lo que ya se encuentra vigente, el Foro se expresa en un lenguaje similar al de la neolengua de la novela 1984 de George Orwell, donde, por ejemplo, se denominaba paz a la guerra y libertad a la esclavitud. En la neolengua de esos empresarios, la defensa de las instituciones democráticas es en realidad su avasallamiento, de manera que cuando reclaman “libertad de prensa” se debe entender que se reclama la no vigencia de la ley de medios, para asegurar los intereses de los grandes multimedios.
En el ámbito económico los reclamos apuntan a “una fuerte reducción de la elevada presión tributaria” con una reforma que “elimine impuestos”. También critican las “intervenciones distorsivas” en materia de precios y tipo de cambio, proponiendo eliminar los “factores que desalientan, restringen o prohíben las exportaciones”, que en la neolengua empresarial significa eliminar las retenciones. Esos reclamos por no pagar impuestos y que les dejen exportar sin importar el abastecimiento del mercado interno a precios razonables no son novedosos por parte de un sector del empresariado. Sin embargo, la novedad es que van acompañados de una serie de reclamos por la “mejora de la calidad educativa”, “la erradicación de la pobreza y la exclusión” con una “política nacional de vivienda, provisión de agua potable y construcción de cloacas”. Si se permite la exportación sin importar el abastecimiento del mercado interno y forzando el aumento de los precios de los alimentos hasta su valor internacional, ¿cómo piensan reducir la pobreza y la exclusión? Si los sectores empresarios que representan al sector más rico del país pagan menos impuestos, ¿cómo se va a financiar la política educativa, de vivienda, aguas y cloacas?
Para un sector del establishment argentino, en forma similar al Gran Hermano de la novela de Orwell, el poder puede más que la lógica. De esa manera, quienes quieran gozar de su favor (o al menos evitar su enojo) deben aceptar las contradicciones de los 21 puntos de convergencia con la misma naturalidad con que, en la ficción orweliana, se hablaba de negroblanco
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