Dom 25.05.2014
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HISTORIA DE UNA EMPRESA NACIONAL EMBLEMáTICA

La reapertura de SIAM

› Por Santiago Fraschina y Hernán Aruj *

En una entrevista del 26 de octubre de 2006, el profesor Jorge Schvarzer afirmaba que “la empresa SIAM es la historia de una frustración nacional”. El periodista resumía el tema de esta forma: “Un empresario innovador generó una de las industrias más poderosas de la Argentina. Pero su itinerario terminó mal. En otro país con vocación industrial, el Estado habría rescatado a esa empresa”.

La reapertura de la fábrica SIAM, en mayo de 2014, simboliza el legado de una generación de empresarios argentinos que apostaron por un desarrollo centrado en la industria y el mercado interno. Es una reivindicación de la memoria de tantos industriales que apostaron por el país. Las oportunidades que brindan los avances normativos son las rendijas por las que muchas veces los emprendedores pueden desplegar su genio: en este caso, en 1910 la Ciudad de Buenos Aires prohibió el amasado de pan a mano. Cuenta la historia que, a los 18 años, Torcuato Di Tella preguntó a un amigo mecánico: “¿Puede usted fabricar una máquina amasadora de pan superior a las importadas?”. El mercado potencial era de 700 máquinas. En 1911 patentaron la primera máquina de amasar pan, bautizada Sección Industrial Amasadoras Mecánicas (SIAM). Nuevos desarrollos, mediante acuerdos con empresas nacionales y extranjeras, potenciarían al grupo. A la YPF comandada por el ingeniero Mosconi la proveyó de los surtidores de nafta. Por un acuerdo con la italiana Lambretta, se fabricó en el país la Siambretta, la motoneta que usó Perón. Tomando un modelo de la British Motors Corporation se fabricó el mítico SIAM Di Tella 1500, al calor de los acuerdos para promover la industria automotriz argentina de la década del sesenta. El 1500 sedán, un éxito en ventas, alcanzó las 45.785 unidades producidas entre 1959 y 1966. El modelo rural, Di Tella Traveler, totalizó 1915 unidades desde 1963 a 1966.

Pero lo que marcó y perduró en la memoria de las familias argentinas fueron las heladeras SIAM, que por su durabilidad y confiabilidad se convirtieron en un clásico. Su característica manija en forma de bocha las diferenciaba. Pero ese pasado de innovación tuvo tropiezos financieros y deudas impositivas de las que no se pudo recuperar. Aquí es donde la voluntad política y el rumbo elegido marcan la diferencia de resultados: la estatización de 1972 buscó mantener el activo industrial. Pero la dictadura militar, con su orientación hacia la economía de libre mercado y de Estado mínimo, marcaría el fin del intento. Finalmente la empresa se reprivatizó en 1986, dividida en tres partes.

Símbolo de un país industrial con desarrollos autónomos, la marca volvió hace unos días de la mano del grupo Newsan, con tecnología de última generación. La planta reinaugurada en Avellaneda por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner requirió 35 millones de dólares de inversión, cuenta con 100 operarios y se espera que genere 1000 empleos más en tres años. La producción de este año alcanzará las 100.000 heladeras en 16 modelos con la última tecnología, esperando que se duplique en 2015, con un proceso que utiliza más del 50 por ciento de insumos nacionales. Los próximos productos serán lavarropas, lavavajillas, secarropas y freezers.

El camino de la industrialización y el agregado de valor, como demuestra la historia, no mantiene su prosperidad ni los beneficios que el proceso en sí mismo implica. Requiere decisiones estratégicas, confianza en las propias fuerzas del país, compromiso con la mejora de la calidad, superar barreras de otros países, y sortear muchos otros inconvenientes que se presentan

* Economistas integrantes del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP).

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