EL JUICIO DEL SIGLO EN NUEVA YORK
El fallo de Griesa que obliga a la Argentina a pagar a los buitres un monto que representa un 1600 por ciento de la inversión inicial ha causado un impresionante revuelo en los ámbitos económico-financieros del mundo.
› Por Guillermo Hang *
El “juicio del siglo”, la disputa entre Argentina y los fondos buitre, parecía haber llegado a su fin con la sentencia del juez Griesa y la negativa de las Cortes superiores de atender las apelaciones de la Argentina. Lejos de ello, apenas hemos terminado la introducción para pasar al nudo de esta historia.
El incomprensible fallo que obliga a la Argentina a pagar a los buitres un monto que representa un 1600 por ciento de la inversión inicial (a sólo 6 años de realizada) ha causado un impresionante revuelo en los ámbitos económico-financieros del mundo. ¿Cómo resulta admisible que para cumplir con la cláusula de pari passu, que se traduciría en “igualdad de condiciones”, un juez sostenga que mientras el 92 por ciento de los bonistas cobra con quitas del orden del 70 por ciento y en sucesivas cuotas, un 1 por ciento de los mismos cobre sin quita y todo en efectivo? Es claro por qué esta noción de justicia llama la atención.
Considerado de manera realista, la Justicia ha sido puesta a un lado para dar lugar a las represalias. Represalias a un país periférico que se ha animado a desafiar las reglas tácitas de un orden jurídico y financiero que privilegia a una minúscula parte de la humanidad en detrimento de la grandísima mayoría. Para colmo, el país del sur ha tenido éxito: Argentina ha vivido el período de crecimiento e inclusión más importante de su historia, contrariando las posturas más difundidas por el pensamiento económico hegemónico, mientras lobbistas foráneos y nacionales se han cansado de pronosticar la caída del modelo. Parece que como el modelo no se cayó, ahora le quieren meter la traba.
No faltarán quienes digan que ésta es una mirada conspirativa de la realidad, que los argentinos nos queremos hacer las víctimas para no reconocer errores. Pero lo que está en juego excede absolutamente a la Argentina. Se discuten las facultades y límites que tienen los mercados financieros de inmiscuirse en las decisiones públicas (políticas) en todo el mundo. Se discute el poder: si quienes determinan las reglas del juego son gobiernos e instituciones multilaterales más o menos democráticas o un pequeño porcentaje de los más ricos del mundo que especula sobre la estabilidad de los países para ver crecer su riqueza e influencia año a año. Pasa con los buitres, pasó con las hipotecas en Estados Unidos, perjudicando a la clase media y media-baja americana, y con el creciente desempleo europeo derivado de la crisis financiera. Mientras crece el número de millonarios, más de mil millones de personas viven en la pobreza extrema.
Dependiendo del desenlace de esta historia, nuestro país oscilará entre ser un ejemplo internacional de cómo generar una estrategia autónoma de crecimiento económico (incluso aquellos organismos que critican la política económica han debido admitir que el crecimiento de la clase media en el país ha sido el más importante de la región, que la cobertura social a jubilados, niños y desocupados es la más extensa del continente y que la Argentina pertenece al club de los países con alto índice de desarrollo humano) o una paria del sistema financiero internacional, un deudor recalcitrante que no comprende las cuestiones más básicas de funcionamiento capitalista en un mundo globalizado.
En el interior de los Estados Unidos, lejos de haber unanimidad contra Argentina, el Partido Demócrata que ostenta el Poder Ejecutivo se ha pronunciado a favor de un tratamiento distinto del caso, aunque con diferencias internas, mientras que los republicanos resultan ser de lo más virulentos en sus declaraciones.
El partido de Obama ha intentado instaurar políticas de corte keynesiano para fomentar la producción y disminuir el desempleo de los Estados Unidos, intentando apuntalar a la clase media que fue estafada durante la crisis de las hipotecas por el mismo sector financiero que hoy intenta expoliar al país. Las trabas que encontró por parte de los republicanos para modificar el sistema de salud y para limitar el gasto público muestran las visiones enfrentadas.
Los fondos buitre tienen una activa participación en la vida política estadounidense. Han aportado fondos para ambos partidos, resultando ser actualmente los mayores aportantes de los republicanos. En su web personal (http://billclinton dailydiary.blogspot.com.ar/2005/02/kennethdartcitizenshipandtax.html), el ex presidente Clinton se refirió al buitre Kenneth Dart. Recuerda que para festejar la elección de un dirigente demócrata fue invitado a la casa de los Dart, importantes donantes de su partido. Clinton se ausentó y dio sus razones: el buitre renunció a su ciudadanía americana por la de Belice para eludir impuestos. Luego buscó crear un consulado beliceño en Florida, para ser él el cónsul.
Esto no genera pruritos en el partido de los Bush. Los buitres resultan funcionales a su estrategia hegemónica. Los demócratas también la tienen, pero resulta ser menos evidente.
Hasta en Estados Unidos la opinión está dividida a favor y en contra de Argentina, y la discusión de fondo excede al juicio en sí. No se sabe cómo termina esta historia.
Por eso, genera bronca que se hable de “malvinización” del conflicto, de que el Gobierno quiere exacerbar el nacionalismo para obtener más apoyo, aun a costa de comprometer el futuro. El Gobierno está encarnando (y no sólo vociferando) una posición que es coherente con lo que ha sido su política económica y externa en la última década, donde el tema Malvinas fue una constante. Lo ha hecho siempre mediante el diálogo y la diplomacia y no agitando posiciones belicistas.
El país está actuando según lo que declama la mayoría del mundo pero pocos hacen: que hay que poner un freno al sistema que siempre beneficia a los financistas, que el colonialismo en el siglo XXI resulta inaceptable, que se debe ir hacia una economía global con mayor cooperación y pluralismo en la toma de decisiones, con foco en la producción y el empleo.
Culpar de “malvinización” al Gobierno es mala fe. En todo caso, la violencia proviene de afuera. No puede pasar desapercibida la frase del Nobel de Economía Joseph Stiglitz sobre el fallo Griesa: “Hemos tenido muchas bombas alrededor del mundo, y ésta es una que Estados Unidos le está tirando a todo el sistema económico global”
* Economista UNLP.
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