Dom 21.09.2014
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GANANCIAS DE LAS CORPORACIONES EXTRANJERAS EN LA ARGENTINA

Quimera transnacional

Las corporaciones extranjeras no están abandonando la economía argentina. Por el contrario, las estadounidenses están registrando niveles de rentabilidad elevadísimos en comparación con la que contabilizan en otros países.

› Por Pablo Manzanelli *

Los profetas del apocalipsis están intentando instalar en el “sentido común” que empezó el éxodo de las corporaciones extranjeras del país. En el marco del conflicto abierto con los fondos buitre y el agitado debate en torno de la Ley de Abastecimiento, la inflación –repiten– “ya se comió la devaluación” y los aumentos salariales generan problemas de rentabilidad en un escenario macroeconómico inestable.

El titular de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, cuya frontalidad sólo es equiparable a la de Cristiano Rattazzi, se pronunció al respecto proponiendo una idea poco innovadora: subir el tipo de cambio a 11 pesos por dólar. Lo propio deben opinar los exportadores de soja, que en la actualidad necesitan un dólar a 12 para ganar lo mismo en pesos que lo que hubieran obtenido en mayo si no hubieran especulado con sus expectativas devaluatorias. Omitieron considerar la cotización internacional, que pasó de los 540 dólares la tonelada a los actuales 360 dólares. Por cierto, las expectativas no son favorables atento la cosecha record en Estados Unidos y la desaceleración económica del principal cliente, China.

Entonces, es cierto que: 1) ¿la inflación erosionó el tipo de cambio real tras la devaluación?, y que 2) ¿existen problemas de rentabilidad que, por los incrementos salariales, llevan a las firmas extranjeras a discontinuar sus líneas de producción locales?

Al contrastar con las evidencias empíricas parecen ser, hasta el momento, puras quimeras. Según el último informe de Cifra-CTA el tipo de cambio real fue en junio un 8,2 por ciento superior al vigente en diciembre de 2013, antes de la devaluación de enero. El significativo aumento de los precios en enero y febrero –con una notable reacción oligopólica en el traslado de la devaluación a precios– se fue desacelerando y el tipo de cambio nominal volvió a desplegar –tímidamente y sin horizontes claros aún– las temidas devaluaciones graduales que tanto daño ocasionaron en el segundo semestre del año pasado.

Los primeros indicadores posdevaluación que surgen de los estados contables de las grandes corporaciones muestran un aumento en las utilidades que es consistente con su capacidad de fijación de precios. Es un lugar común en la historia del país que la devaluación provoca transferencias de ingresos desde los sectores populares y las empresas de menores dimensiones a las compañías de mayor tamaño, oligopólicas en sus mercados. De hecho, entre los más beneficiados se encuentran los oligopolios petroleros, siderúrgicos, alimentarios.

No resulta razonable que las empresas extranjeras, que son las predominantes en la cúpula empresaria, opten por el “éxodo masivo” en este contexto. Hasta el momento, se trató de casos específicos de compañías norteamericanas y los datos duros no muestran indicios distintos. Al respecto, el Bureau of Economics Analysis de Estados Unidos difunde una encuesta, la Survey of Current Business, que proporciona información sobre el comportamiento de las filiales norteamericanas en el exterior. El último relevamiento publicado de este valioso instrumento estadístico fue en 2011. Sus resultados son elocuentes.

Durante el período 2002-2011, el valor agregado en dólares corrientes de las compañías no financieras de Estados Unidos radicadas en el país creció al 19,7 por ciento anual acumulativo, superando el desempeño de sus pares en Brasil (14,2), México (3,1) y Chile (13,1). También fue mayor ese crecimiento que el experimentado por las transnacionales norteamericanas en Alemania, España, Francia, Italia y Reino Unido. También superó la expansión que registraron las firmas de Estados Unidos en China, Hong Kong, Singapur, Tailandia y Taiwán.

En los últimos años, tras la implosión de la crisis mundial, en 2008, el crecimiento fue menor, pero el panorama comparativo no cambió sustancialmente: el crecimiento del valor agregado de las compañías no financieras de Estados Unidos en la Argentina (3,0 por ciento anual) fue similar o superior al del resto de la región en el período 2008-2011, como es el caso de Brasil (2,2), Chile (2,9) y México (3,1). También fue superior al que se registró en Alemania (0,1), España (0,3), Francia (0,1), Italia (0,5) y Reino Unido (1,2). Sólo fue superado por el desempeño de las compañías no financieras de Estados Unidos en China (6,3) y Singapur (6,4), aunque no por Tailandia (2,4), Taiwán (2,2) y Hong Kong (3,3 por ciento).

A pesar de los recurrentes reclamos de los costos laborales por parte de los capitanes de la industria, el nivel salarial tampoco parece ser el problema de fondo. Según el Bureau of Economics Analysis, durante 2011 los salarios promedio en dólares que pagaron las filiales norteamericanas en la Argentina fueron 26,5 por ciento inferiores de los que pagaron en el resto del mundo, en tanto que el nivel de productividad (medido como el valor agregado por ocupado) fue 12,6 por ciento superior al desempeño global de las corporaciones no financieras de Estados Unidos. Respecto de los niveles salariales, sólo son inferiores en China, Tailandia y México, donde las remuneraciones representan menos de la mitad de las de la Argentina.

Si bien no hay información más actualizada, es probable que este rendimiento haya mejorado para las corporaciones norteamericanas radicadas en el país después de las microdevaluaciones de 2013 y, especialmente, de la devaluación de enero de 2014. Recuérdese que el tipo de cambio en 2011 era la mitad –4 pesos por dólar– del vigente en la actualidad, es decir, el salario se debería haber duplicado en tres años (o sea, debería haber aumentado más del 30 por ciento anual en 2012, 2013 y 2014) para simplemente mantener la situación favorable que tenían las empresas estadounidenses en 2011, cosa que no ocurrió. Hoy los salarios en dólares –no sólo para las empresas norteamericanas– son inferiores a los de 2011.

Estos son, simplemente, algunos de los indicadores que observan las grandes empresas para evaluar sus decisiones de inversión y, eventualmente, ampliar o discontinuar las líneas de producción domésticas. No parece, entonces, irrumpir un fenómeno generalizado de cierre de plantas por situaciones críticas en materia de rentabilidad sino situaciones puntuales que, ciertamente, deben ser atendidas como tales por la política económica. Ello no quiere decir que no haya problemas en la economía interna. Pero sus causas no obedecen a caídas significativas en la tasa de ganancia sino al estrangulamiento del sector externo; y lo que está en juego es la forma en la que se sale del cuello de botella. Las cartas del poder económico están echadas. El desafío del Gobierno es contrarrestarlas con una mirada de largo plazo.

* Investigador del Area de Economía y Tecnología de la Flacso y del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra-CTA).

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