Dom 19.10.2014
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Burguesía...

› Por Alejandro Gaggero, Martín Schorr y Andrés Wainer *

El comportamiento del empresariado argentino volvió a ser objeto de debate a partir de las menciones recientes de miembros importantes del Gobierno (Kicillof, Capitanich y la propia Presidenta), y tal como quedó reflejado en la nota de Alfredo Zaiat del 13 de septiembre y el flamante libro de Aldo Ferrer sobre el tema. Aquí presentamos algunas reflexiones que surgen de un estudio sobre el poder económico durante el kirchnerismo.

“Viejas” y “nuevas” burguesías

La notable extranjerización que sufrió la economía argentina en la década del ’90, que se mantuvo sin grandes cambios en la posconvertibilidad, expresa la debilidad del capital nacional respecto del foráneo. El gran empresariado local ha venido resignando porciones relevantes de la estructura económica y se ha replegado, con pocas excepciones, hacia el procesamiento de recursos básicos relacionados con la “vieja” (pero sumamente actual) inserción del país en la división mundial del trabajo. Estas actividades no dependen en lo sustancial del poder adquisitivo del salario y son poco generadoras de empleo. Entre los “miembros ilustres” de esta fracción del poder económico se destacan los grupos Arcor, Ledesma, Madanes, Pérez Companc, Techint, Urquía y Vicentín, que en la posconvertibilidad se vieron ampliamente beneficiados y, en muchos casos, potenciaron la internacionalización de sus actividades que habían alcanzado en la fase neoliberal (por la vía exportadora y/o a favor de inversiones en otros países).

A ellos debería agregarse un conjunto de grupos empresarios que experimentaron un crecimiento notable bajo los gobiernos kirchneristas y que antes ocupaban lugares marginales o inexistentes en la dinámica de acumulación y en el seno de los sectores dominantes. Dicha expansión económica y patrimonial fue posible por la participación activa de estos actores en muchas de las “áreas de negocios” que se habilitaron desde el sector público en diversos rubros: construcción, infraestructura, energía, medios de comunicación, juegos de azar (Electroingeniería, Calcaterra, Caputo, Indalo/Cristóbal López, Pampa Holding).

La expansión de estos holdings “nuevos” fue posible por tratarse en general de actividades no transables y reguladas por el Estado, en las cuales los vínculos formales e informales entre políticos y empresarios son claves. Pero más allá de posibles favoritismos, lo más interesante por remarcar es que no se trata de un nuevo conjunto de “campeones nacionales” fomentados desde el aparato estatal, a la manera de los chaebols coreanos, para disputar una porción del mercado mundial en sectores dinámicos o intensivos en conocimiento, sino que se vinculan con el aprovechamiento de espacios de acumulación que operan a resguardo de la competencia externa.

Es por ello que, a pesar de las diferencias que puedan establecerse entre estos capitales y los anteriores (procedencia social de los propietarios, trayectoria histórica, inserción sectorial de las firmas, grados de articulación con el capital extranjero, relación con el sistema político y la intervención estatal), es claro que, vistos en conjunto, su crecimiento en los últimos años no ha contribuido a impulsar una reindustrialización basada en el desarrollo de nuevas capacidades productivas que puedan potenciar las ventajas dinámicas de la economía argentina, como mecanismo para hacer viable una sociedad más igualitaria y reducir el nivel de dependencia. Si a esto se le suma la propensión a fugar capitales que ha tenido esta fracción del empresariado en las últimas décadas, difícilmente se puedan considerar estos actores como agentes del desarrollo.

Estado, poder económico y desarrollo

En la actualidad, pese a ciertas construcciones discursivas y a la eventualidad de algunos conflictos “en el margen”, se manifiesta una fuerte confluencia de intereses entre el capital extranjero y los diferentes segmentos del gran capital nacional. En un caso, el de los “miembros ilustres”, por su inserción en el mercado mundial a partir del aprovechamiento de las ventajas comparativas domésticas. En el otro, el de los “nuevos burgueses”, porque allí tampoco se busca modificar las modalidades de inserción de la Argentina en la economía global, en la medida en que el objetivo casi excluyente pasa por garantizarse ciertos “nichos de privilegio” al amparo de múltiples acciones y omisiones estatales. El problema es que, en ambos casos, el resultado es el mismo: la profundización de un perfil de especialización sumamente regresivo en diferentes dimensiones y una inserción pasiva y subordinada en el mercado mundial.

Esto marca una diferencia sustancial entre el caso argentino y diferentes experiencias de industrialización tardía (Japón o algunos países del Sudeste asiático), cuyas empresas nacieron mayormente como proveedores o clientes de compañías foráneas pero luego se desarrollaron hasta terminar compitiendo con ellas. Más allá de las condiciones particulares que permitieron su despegue, muchas de las cuales son muy diferentes de nuestra realidad y en algunos casos ni siquiera serían deseables, un punto central fue el rol que tuvieron las políticas industriales activas, que buscaron crear o fortalecer capitales asentados en la producción fabril con creciente densidad tecnológica. Ello, a partir de burocracias estatales con grados más o menos relevantes de autonomía relativa respecto del poder económico.

En cambio, en la mayor parte de América latina, y particularmente en la Argentina, los gobiernos no han llevado adelante una verdadera política industrial y el grueso de los sectores dominantes sigue asentándose en buena medida sobre la explotación de las ventajas comparativas que ofrecen sus recursos naturales o en “nichos” de negocios regulados por el sector público. De allí que las distintas regiones de la periferia (este de Asia y América latina) ocupen hoy en día lugares tan disímiles en la división internacional del trabajo. En el caso argentino de la última década, este “pecado por omisión” se produjo en un contexto histórico favorable para la implementación de cambios estructurales, ya que luego de la salida de la crisis de la convertibilidad la economía doméstica experimentó un importante período de estabilidad, crecimiento y mejora en las condiciones de vida de la población. Además, desde el punto de vista político, el fracaso de la convertibilidad había generado un desprestigio bastante difundido de las ideas y los postulados neoliberales, lo cual abría la posibilidad de potenciar el rol del Estado para comenzar a modificar el perfil económico.

Intereses empresarios y subdesarrollo nacional

La ausencia de un proyecto de desarrollo a largo plazo que genere un cambio en la estructura productiva tiene consecuencias centrales para el desarrollo del país. En tal escenario, difícilmente se encuentre entre las prioridades de las empresas trasnacionales el modificar sustancialmente el rol de la economía argentina en el mercado mundial, mucho menos cuando la misma casi no ofrece ventajas comparativas más allá de su abundante dotación de recursos naturales y ciertos ámbitos de acumulación privilegiados por las políticas públicas. Pero tampoco parece existir una burguesía nacional dispuesta a llevar adelante un proyecto de país distinto del que surge “naturalmente” de la tradicional división del trabajo a escala mundial. Ambas cuestiones quedan en evidencia cuando se observa la relativamente insuficiente inversión por parte de las grandes empresas extranjeras y nacionales, así como la persistencia de una parte importante del excedente en estado “líquido”, en su mayor parte bajo la forma de fuga de capitales al exterior.

Se trata de cuestiones de suma relevancia, en tanto los importantes niveles de crecimiento que registró la economía argentina en la posconvertibilidad no se tradujeron en una modificación del perfil de especialización e inserción internacional del país, el cual pivotea sobre producciones con un bajo o nulo grado de industrialización y un alto nivel de extranjerización. Todo esto invita a repensar los criterios que guían la intervención estatal y el esquema real de ganadores y perdedores de la última década en términos de clases y fracciones de clase.

* Autores del libro Restricción eterna. El poder económico durante el kirchnerismo, editorial Futuro Anterior.

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