SIGNIFICADO E IMPLICANCIAS DEL DéFICIT FISCAL
Existe una idealización de un 70 por ciento del campo como “agricultura familiar”, como destacan dependencias oficiales. Ha habido cambios en ese sector agrario en la expansión de la matriz productiva denominada “agronegocio”, y cuyo paradigma es la soja.
› Por Juan Manuel Telechea *
Pocas recomendaciones de política económica se repiten tanto en la actualidad como la de reducir el déficit fiscal. Recomendación que no distingue orientación política, ya que la piden tanto los economistas de izquierda como los de derecha, opositores, e incluso algunos afines al gobierno actual.
¿Por qué esta obsesión? La respuesta de estos economistas es automática: el déficit fiscal genera inflación. Sin embargo, esta afirmación no resiste el más mínimo análisis, teórico ni empírico.
Para poder entender qué es el déficit fiscal resulta necesario mostrar cómo gasta y recauda un país soberano que emite su propia moneda, porque existe la creencia generalizada de que un Estado tiene que recaudar primero para poder gastar, cuando en realidad lo que sucede es lo contrario. El arraigo tan profundo de esta creencia radica en la asociación que se suele hacer entre las finanzas estatales y las de una familia, en la cual es evidente que primero se tiene que conseguir de algún modo el dinero necesario para poder gastar. Pero de ninguna manera se puede pensar al Estado como si fuera un hogar, porque éste detenta el monopolio de la creación de dinero, y por lo tanto necesita primero gastar para luego poder recaudar. Esto es así porque el dinero surge sólo cuando el Estado gasta.
En el hipotético caso de una economía en una situación inicial donde no hay dinero, el Estado no puede recaudar impuestos porque las personas no tienen los medios para pagar los tributos. Por lo tanto, el Estado debe primero crear el dinero para poder luego ponerlo en circulación. La manera de hacerlo es a través del gasto, por ejemplo contratando a esas personas y pagándoles un sueldo. Una vez que las personas tienen dinero, el Estado puede cobrarles los impuestos. Lo que se observa entonces es un flujo circular del dinero, que nace (con el gasto) y termina (con la recaudación) en el Estado.
De manera análoga se realiza el cobro de impuestos (es decir, retirando dinero de la economía), y su objetivo principal no es, insistimos, financiar el gasto público sino la redistribución de los ingresos y el manejo de la demanda agregada.
Ahora bien, cuando un Estado gasta más de lo que recauda se origina un déficit fiscal. Esto es lo mismo que decir que el Estado introduce (gasta) más dinero del que retira (recauda) en la economía. Y los destinatarios de ese excedente de dinero son justamente las familias y las empresas. Lo que se observa, entonces, es que un déficit fiscal significa un incremento de la riqueza del sector privado, mientras que un superávit fiscal implica una destrucción de la misma.
Al margen de su significado en términos macroeconómicos, el problema principal de estos economistas yace en cómo se financian los déficit fiscales, dado que la base fundamental de su trillada argumentación es que el financiamiento se realiza con pesos que emite el Banco Central (BCRA) y eso es lo que genera el aumento en el nivel de precios. Vemos entonces que el mecanismo por el cual el déficit generaría inflación es indirecto, y que no es otro que el arcaico argumento monetarista de que la emisión genera inflación.
El problema con esta teoría, repetido hasta el hartazgo, es que el orden de causalidad es inverso: toda economía capitalista necesita dinero para funcionar, y si la producción y los precios aumentan, está claro que la cantidad de dinero también debe hacerlo. Por lo tanto es la inflación la que “causa” la emisión, y no viceversa.
De aquí se desprende que el BCRA no controla la emisión de dinero, lo que hace es proveer toda la cantidad necesaria que demanda el sector privado. Esto significa que la oferta y la demanda de dinero se encuentran siempre en equilibrio, por lo que no puede existir tal cosa como un “exceso” de oferta, algo que estos economistas no se cansan de repetir para afirmar que por eso bajaría el precio del dinero, aumentando la inflación.
Otro punto por destacar es que, una vez que el dinero está puesto en circulación, los bancos privados pueden acrecentar esa cantidad de moneda a partir de la demanda de créditos provenientes del sector privado. Esto lo hacen “creando” dinero (por medio de depósitos bancarios), a la vez que obtienen un beneficio por la tasa de interés que cobran. Siguiendo la lógica de estos economistas, no se entiende por qué no critican con la misma ferocidad a los bancos, que también serían culpables de expandir la emisión.
Por último, a nivel empírico los datos para la Argentina no muestran una correlación estrecha entre la emisión y la inflación: tomando los datos de cualquiera de las consultoras privadas, lo que se observa es una inflación relativamente estable entre 2010 y 2013, mientras que la emisión monetaria se expandió notablemente entre 2010 y mediados de 2011, y en todo 2012. Paradójicamente, a fines de 2013 se observa un aumento de la inflación acompañado de una caída en la tasa de emisión, lo opuesto a lo que esta teoría afirma.
A pesar de todo lo anterior, se podría argumentar que en la actualidad el financiamiento del déficit fiscal pasó a ser una de las fuentes principales de creación del dinero y que justamente esta variable sí es controlada por el Gobierno. Esto es efectivamente lo que viene sucediendo desde 2013 y lo que va de 2014. Sin embargo, de nuevo, esto demuestra que estos economistas no entienden cómo funciona una economía capitalista, pero periférica, como la Argentina: en un contexto de menor crecimiento y de escasez de divisas como el que se observa desde principios del año pasado, el financiamiento del déficit fiscal funcionó como un factor contrarrestante de la contracción monetaria. ¿Por qué sucede esto? Porque los exportadores, que son quienes ingresan los dólares y a cambio reciben pesos (lo que se traduce en un aumento de la cantidad de dinero) últimamente no lo están haciendo al ritmo de años pasados. Esta había sido hasta ahora la principal fuente de creación del dinero.
A partir de todo lo anterior, no debería hacer falta aclarar que no se puede culpar al financiamiento del déficit fiscal como el causante de la inflación. Pero, como decía Voltaire, a fuerza de repetir una necedad terminamos creyéndola, así que vale la aclaración.
¿Esto implica que el déficit fiscal se puede financiar infinitamente? Desde ya que no. Toda política expansiva tiene límites. Pero, por lo general, éstos se encuentran bastante más allá de lo que afirma la ortodoxia
* Economista (UBA), docente (UNLZ).
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