Dom 03.05.2015
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PRIORIDADES DE LA POLíTICA CAMBIARIA

Reservas y dólar ahorro

En estos meses preelectorales comenzó un debate sobre la administración de la escasez de divisas. Se plantea la liberación total de compra de dólares o limitar el régimen de venta del Banco Central. Propuesta alternativa.

› Por Daniel E. Novak *

A medida que avanza el ciclo preelectoral se profundiza el debate sobre el manejo de la política cambiaria y la administración de las reservas de divisas. Las opiniones se dividen en dos grandes grupos: el de quienes proponen volver a la libre disponibilidad de divisas en un plazo más o menos breve, y el de quienes sostienen que es inevitable continuar con un mercado de cambios controlado y administrado por el Estado.

En el primer grupo se encuentran los partidarios de lo que denominan “ajuste” de la economía, que incluye una importante devaluación de nuestra moneda hecha por “el mercado”, con su secuela de aumento de precios internos, puja para evitar el deterioro del salario real y, luego de una escalada secuencial entre tipo de cambio, precios y salarios, un valor real del dólar más alto, salarios más bajos y mayor desempleo para que esto último sea posible. El ajuste tradicional conocido.

En el otro grupo se ubican quienes, tratando de evitar estos efectos indeseables del ajuste tradicional, reconocen que es preciso corregir la estructura de precios relativos de la economía para llegar también a un dólar más competitivo que contribuya a neutralizar los efectos de la restricción externa estructural, pero con mecanismos que no afecten el salario real y el empleo y que necesariamente implican instrumentos de mayor intervención estatal.

En este contexto se destacó recientemente el debate respecto del uso de las reservas en divisas del Banco Central, centrado en la venta de dólares para ahorro de los particulares, surgiendo también dos posiciones antagónicas: la que sostiene que esa disponibilidad debe continuar (con la condición de que las personas justifiquen el origen de los fondos y el cumplimiento de sus obligaciones impositivas) y la que propone limitar esa posibilidad y condicionarla, además, a las prioridades del uso de divisas para otros fines más importantes, como son la importación de insumos para la producción nacional o el cumplimiento de compromisos de la deuda externa.

Primero partamos de la base, que no por obvia debe dejar de reiterarse, de que nuestro país no emite dólares y que por lo tanto sólo puede generarlos genuinamente a través de su comercio con el resto del mundo (la obtención de divisas por endeudamiento o por inversión directa de empresas extranjeras en algún plazo debe ser devuelta). Eso implica un esfuerzo económico importante que debe ser cuidado y preservado para que luego las divisas no sean utilizadas improductivamente.

La defensa de mantener la venta de divisas para ahorro tiene dos fundamentos principales: 1) evitar una señal de debilidad de la política cambiaria si se restringiera y 2) permitir la contención parcial de la brecha con el dólar blue, ya que una parte importante de estas ventas van a parar al mercado ilegal incrementando su oferta. La contracara o costo de esta variante es que en marzo le costó al Banco Central una reducción de casi 500 millones de dólares de caída en sus reservas de libre disponibilidad.

La propuesta de restringir la venta de divisas para ahorro de los residentes en el país se fundamenta principalmente en el uso racional de las mismas para atender otras prioridades económicas más significativas, que en orden de importancia serían: 1) la adquisición de insumos no elaborados en el país para la producción local; 2) la adquisición de bienes imprescindibles no producidos internamente, por ejemplo medicamentos; 3) el pago de servicios de la deuda pública y privada con residentes en el exterior; 4) la transferencia total o parcial de beneficios de empresas extranjeras radicadas en el país; 5) las transferencias a familiares radicados en el exterior por razones de estudio o los de inmigrantes residentes en el país; 6) la provisión de divisas a quienes deben viajar al exterior, dando prioridad a quienes lo hacen por razones de trabajo o estudio.

Sin ser una lista exhaustiva, queda claro que la venta de dólares para ahorro es la última prioridad y que en un contexto de disminución de las reservas por los demás motivos está más que justificado establecer algún régimen de administración que evite agravar el problema por esta razón. La alternativa de dejar flotar el tipo de cambio para que el dólar se encarezca por este motivo produciría impactos muchos más costosos en la economía.

Sin embargo, hay que tomar en cuenta los efectos negativos que produciría sobre las expectativas económicas establecer una restricción absoluta a la venta de dólares para este fin. Sin ninguna duda sería visto como un signo de debilidad de la política cambiaria y también de la económica, parecido a lo que sucedió con el tristemente célebre “corralito” a fines de 2001, lo que se traduciría en un fuerte incremento de la brecha con dólar blue.

Como tantas veces en economía, las desventajas de ambas alternativas nos ponen frente a un dilema, que no es otra cosa que tener que decidir entre dos situaciones desfavorables. Pero tal vez haya un atajo, una especie de alternativa intermedia que tome algo de cada una y neutralice al menos parcialmente las dificultades de ambas.

Esta solución podría consistir en lo siguiente: a) que el Banco Central programe mensualmente su cashflow en divisas y diga públicamente a principios de cada mes cuántos dólares va a poder disponer para ahorro, y no llevarse así la sorpresa de que en un mes complicado se le vayan otra vez 500 millones; b) que licite ese monto sólo para particulares, utilizando como criterio de asignación la cotización de dólar en pesos que ofrece cada adquirente, con un límite máximo por operación para que se reparta mejor; c) que adjudique las ventas por el sistema de “bookbuilding”, es decir ordenando las ofertas en forma decreciente en función de la cotización ofrecida hasta agotar el monto total licitado.

Este mecanismo tiene la ventaja de poder programar estas ventas de divisas de acuerdo con las disponibilidades de cada mes y además evitaría “regalarles” a los ahorristas globalizados una cotización que está más acorde con las necesidades comerciales del país. Además, se podría complementar con medidas adicionales, por ejemplo establecer un cupo para compras pequeñas (hasta 1000 dólares) al tipo de cambio oficial, donde el corte no sería por cotización sino que se adjudicaría en forma proporcional al grado de saturación del cupo. También, sin muchas diferencias, se podría instrumentar un esquema parecido con la venta de divisas para turismo en el exterior.

Ninguna solución es perfecta y lo ideal sería que, como en el fútbol, hubiera dólaresahorro para todos (y todas). Pero tal como están las cosas y para no entrar en el todo o nada de las propuestas extremas, ésta podría ser una alternativa viable. La única desventaja para muchos de mis colegas es que no funciona con piloto automático, como les gusta a los ortodoxos, sino con mucha pericia en su administración.

* Docente de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Ex subsecreatario de Coordinación Económica.

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