Dom 27.07.2003
cash

ULRICH BRAND, DE LA UNIVERSIDAD DE KASSEL

Lucha de imperios

La competencia dólar-euro desde la perspectiva de un académico alemán, experto en relaciones internacionales. Las implicancias para el resto del mundo.

CASH EN alemania
Por Veronica Gago Desde Berlín

Alemania se enfrenta por primera vez desde la posguerra a un crecimiento cero. Este dato ha reanimado un debate intenso: ¿Qué significa para el país que cuenta con una mano de obra de las más capacitadas, protegidas y caras del planeta liderar el desarrollo económico de la Unión Europea? O más directamente: ¿Qué tipo de restricciones impone hoy la competencia internacional a uno de los estados nacionales más comprometidos aún con las estructuras del bienestar social? El politólogo Ulrich Brand trabaja en el área “globalización y política” de la Universidad de Kassel, es autor del libro Global governance: ¿alternativa a una globalización neoliberal?. En una entrevista con Cash habló de los posibles escenarios que se abren para la economía mundial ahora que la competencia dólar-euro está definitivamente instalada.
En América latina, muchos de los fenómenos de competencia entre Estados Unidos y Europa se tienden a interpretar como una competencia entre el euro y el dólar, ¿se percibe también así desde Europa?
–El dólar es la moneda principal a nivel mundial y al euro le viene muy bien que haya una moneda internacional. Hay que pensar la paradoja de la cooperación y la competencia simultánea a nivel internacional. La moneda tiene que ver con la productividad y la confianza, y actualmente el dólar está cayendo porque Bush decidió hace cuatro meses que una moneda débil es una ventaja para la exportación. Bush quiere reactivar la economía de Estados Unidos, teniendo en cuenta que tiene elecciones el año que viene, con un dólar débil en relación con el euro. Esta es una estrategia muy clara de la Reserva Federal norteamericana. Pero otro dato importante es que en muchos países de Europa del Este el euro es ya bastante dominante. Obviamente la debilidad de Japón en los ‘90 tenía que ver con la fuerza del yen, moneda que era capaz de cuestionar el dólar en regiones muy activas en Asia. Creo que si el euro se vuelve demasiado fuerte, Estados Unidos va a reaccionar subiendo el dólar y atacando al euro de alguna manera. Por ejemplo, se decía que el gobierno de Irak al final de los ‘90 estaba a punto de reabrir la venta de petróleo y pensaba facturarlo en euros. Esto hubiera sido un desastre para el dólar, porque el petróleo es su base material, un ámbito de cuestionamiento muy fuerte de una moneda sobre otra. Pero hay que pensar aquí cómo funciona la cooperación: ambas son monedas imperialistas, vinculadas totalmente con países fuertes.
¿Qué significa la guerra contra Irak en términos de estas tendencias de la globalización?
–En primer término, es una lucha brutal que empieza con Bush padre, y sigue luego con Clinton y ahora con Bush hijo, por decidir quién puede utilizar de manera legítima la violencia a nivel internacional. En segundo lugar, está la cuestión del control de los recursos naturales de la región. El tercer punto es su importancia para las relaciones internas ya que se consiguen muy buenas justificaciones para el control social.
Pero a la vez hay una competencia feroz de capitales por definir zonas de influencia, sobre todo en Europa del Este. Es decir, no es simplemente que Europa se subordina a Estados Unidos, sino que hay una relación de cooperación y de competencia simultáneamente. Es una lucha muy desigual y al nivel de los capitales se pude ver muy bien en que las empresas francesas tenían enormes intereses en Irak, y perdieron.
En esta dinámica, ¿qué implicancia tendrá la incorporación de los países del Este a la Unión Europea?
–Por un lado, es una amplificación de ciertas zonas de influencia. Al nivel político, es una dinámica que no era previsible después de la caída del Muro. En ese sentido, es también una lógica política y no simplemente una estrategia del capital. En el centro de la cuestión –y hacia adentrode Europa– está, por supuesto, la seguridad de la inversión extranjera, pero también cierta homogeneización del marco jurídico neoliberal. Hacia afuera, la Unión Europea consiste sobre todo en la creación de un mercado común para mejorar la competencia de sus empresas al nivel mundial. Otro punto de referencia central es la estabilidad de la moneda que está en el interés del capital financiero y que se refleja en el enorme poder del Banco Central Europeo. Hay un proyecto de unificación y detrás de él lo que un politólogo de Toronto llama el “neoliberalismo disciplinario” que, al nivel internacional, consiste en formular políticas y leyes europeas que los países candidatos a ingresar a la Unión Europea tienen que incorporar.
Teniendo en cuenta las diversas manifestaciones políticas y sociales que cuestionan la globalización neoliberal, ¿cree que como tendencia hoy está en crisis o no?
–Diría que hay una crisis de aceptación del neoliberalismo. Es decir, a nivel público está cuestionado, pero a nivel material y de las relaciones de fuerza está muy vivo. Si entendemos como núcleo del neoliberalismo una rearticulación de las relaciones de fuerza, una internacionalización de la economía, una redistribución de la riqueza de abajo hacia arriba, a ese nivel no está en crisis. Lo mismo pasa a nivel internacional. Hasta ahora, las fuerzas que podrían realmente cuestionar las políticas materiales de la OMC, del FMI y del Banco Mundial son bastante débiles. Además, las organizaciones poderosas responden de forma bastante inteligente con una “modernización” de sus discursos y muchos piensan que ya las cosas están cambiando.
¿Qué capacidad de maniobra tiene un gobierno como el de Lula en Brasil, que hasta ahora aplicó políticas típicas de la receta neoliberal?
–Me parece que Lula, en el último año antes de las elecciones, tuvo que firmar su paz con el capital, con las fuerzas dominantes, sino no hubiese sido posible su victoria. A nivel simbólico, diría que su gobierno tiene sentido. Pero en el nivel de convertir al modelo neoliberal en su propia materialidad tengo todavía mis dudas. Un gobierno nuevo no puede cambiar las relaciones internas de fuerza fácilmente aun cuando detrás tenga veinte años de lucha. Lo obvio es que Lula ahora tiene que subordinar ciertos movimientos para realmente imponer una lógica de Estado, aun con un discurso nacionalista de izquierda. Desde una perspectiva europea es muy importante la posibilidad de Lula con el Mercosur. A nivel simbólico aparece otro cuestionamiento que no es el de la Vieja Europa, ya que el cuestionamiento de Chirac y Schroeder es totalmente táctico: no cuestiona en lo más mínimo las relaciones económicas.

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