Una cuestión que tuvo altísima repercusión fue la discusión alrededor de Malvinas, entre el primer ministro británico, David Cameron, y el canciller Héctor Timerman. Desde una mirada regional, ¿la preocupación central por Malvinas se relaciona con los recursos naturales o con una problemática geopolítica?

–Son dos problemas. El primero es la presencia “extra-hemisferio” británica, eso complica las pretensiones hegemónicas de Brasil en la zona, que conlleva, además, el problema de la nuclearización de la zona; América del Sur ha hecho muchos esfuerzos por no tener armas nucleares en su territorio. La otra cuestión tiene que ver no solamente con Malvinas sino con su proyección sobre la potencialidad de recursos de la Antártida, que es lo que preocupa a Gran Bretaña. Ellos dividieron administrativamente a Malvinas de la Antártida para, en caso de que haya que negociar, poder entregar una parte y no todo.

De hecho, en 1968 se firmó el Memorándum de Entendimiento entre Argentina y el Reino Unido para solucionar la disputa sobre la soberanía de Malvinas.

–Claro, porque había un proceso de negociación encaminado, que se frustró con el Memorándum. En función de eso, la administración británica dividió el Departamento Malvinas y el Departamento Antártico, cuando antes formaban parte de una única unidad administrativa.

¿Es decir que la preocupación no es geopolítica?

–Con las nuevas tecnologías misilísticas, ya no es necesario tener presencia para tener control. Entonces, el problema de Malvinas dejó de ser un problema de control del espacio interoceánico cuando se descubrió que es una fuente rica en recursos naturales, pesca e hidrocarburos, eso es lo que cambia el “interés británico”. El proceso de negociación se da en el cambio de ese ordenamiento de la agenda, porque a partir de allí Gran Bretaña se endurece