Dom 17.04.2016
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REPORTAJE > ACUERDO CON LOS FONDOS BUITRE

Una relación de poder

Los sectores conservadores confunden un acuerdo, a partir de resignar posiciones, con la idea de confianza. Esa estrategia, en la historia de las finanzas, no se traduce en beneficios para el débil.

› Por Natalia Aruguete

Basados en la idea de que la salida del default significará una “vuelta a la normalidad”, el oficialismo logró imponerse en ambas cámaras legislativas para alcanzar el acuerdo con los fondos buitre en las condiciones impuestas desde Nueva York. El argumento de la oposición es que este arreglo no sólo no da seguridad jurídica sino que abre la posibilidad de que se inicie un nuevo ciclo de endeudamiento. Para Alexandre Roig, decano del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES-UNSAM), el acuerdo con los buitres tiene implicancias geopolíticas significativas para la Argentina. En diálogo con Cash, Roig propone trascender la tesis de los costos-beneficios para pensar en los efectos sociales, políticos e institucionales de organizar la acumulación capitalista en torno al sector financiero.

¿Cómo evalúa el acuerdo con los fondos buitre?

–No sé si la mejor forma de enfocar el tema de la deuda es desde la relación costo-beneficio porque esos horizontes son muy variables. El costo va a ser altísimo y no es ni racionalmente una buena opción. Se puede discutir cuáles serían las buenas opciones porque no hay que quedarse en la cuestión meramente denunciativa. Nadie puede decir que Argentina no tenía un problema de restricción externa y que necesitaba acceso al crédito, pero tampoco es beneficiosa una inserción internacional basada en una relación de sumisión de las condiciones impuestas por un grupo que a nivel internacional es muy cuestionado. El problema es cómo Argentina se inserta geopolíticamente desde esta aceptación.

¿Cómo habría que abordarlo?

–Cuando uno piensa las deudas, más que una pregunta material sobre cuánto, debe hacerse una pregunta sobre cómo el país se inserta en la relación de poder. El mundo financiero es un mundo sumamente jerarquizado, muy entrelazado por lógicas de confianza pero también por relaciones de fuerza: quién es firme y quién no lo es. Frente a este acuerdo hemos dado pruebas de una falta de firmeza. Muchas veces se confunde la entrega con la idea de confianza y eso, en la historia de las finanzas, siempre ha sido un problema.

¿Por qué?

–Porque muchos países sobreactúan signos de acuerdo, su sometimiento o sus principios morales de honrar la deuda para ganar confianza .Técnicamente, en la forma que Argentina negoció el default hay claramente una aceptación global del 93 por ciento, mucho más de lo que ha habido en muchos otros países. Entonces no hay forma justificar este acuerdo presentándolo como un regreso a la normalidad. Las formas en las cuales se había renegociado la deuda eran normales.

¿Qué no fue “normal” en la renegociación de la deuda hecha por el gobierno de Néstor Kirchner?

–Lo que salía de los cánones era el hecho de que no participaran de la negociación de la deuda actores como el Fondo Monetario Internacional. Eso sí molestaba geopolíticamente afuera, pero eso no es anormalidad, eso es singularidad en un proceso de negociación de deuda. En el mundo hay diversas iniciativas: medidas anti-fondo buitre en Bélgica o los reclamos de Argentina ante Naciones Unidas, que han sido acompañados por un conjunto de actores a nivel mundial.

Si se revierte esa singularidad, ¿cuál será el efecto sobre otros países deudores?

–Claramente tendrá un impacto a nivel mundial, porque la Argentina cambió su estrategia en varios niveles.

¿Qué rasgos podría mencionar de la estrategia argentina anterior?

–Siempre se trató de negociar con todos los acreedores juntos, pero eso les daba fuerza a los acreedores. Lo que hizo Néstor (Kirchner) en su momento fue negociar distinto con los acreedores, fraccionarlos: al FMI le pagó por razones políticas, a los italianos no les pagó, a los norteamericanos les dijo que les iba a pagar. Ese tipo de divisiones generó un proceso de negociación. El otro rasgo es haber negociado sin las instituciones de finanzas internacionales.

¿Cree que esto fue un acierto o un desacierto?

–Creo que hubo una buena razón: esas instituciones son guardianes de cierta ortodoxia de la confección de la deuda. Se dio la siguiente paradoja: vos terminas teniendo miles y miles de acreedores que entran en el acuerdo con Argentina y dos o tres actores que pugnan en contra de ese acuerdo. Es muy evidente que el problema no es tanto la relación con los acreedores sino con algunos actores que tienen nombre y apellido, como Thomas Griesa o Paul Singer. Todos conocemos a personas pertenecientes al microcosmo financiero mundial, que tienen mucho peso porque son las personas que han defendido una forma de organizar las finanzas internacionales. Pero si uno mira el grado de aceptación de los acreedores se da cuenta de que el mundo de las finanzas está dividido frente a la solución argentina. En el marco de la actual negociación, el argumento del regreso a la normalidad se cae cuando uno toma el mundo financiero en forma heterogénea.

¿Entonces, qué sería normal?

–La normalidad de nuestros acreedores era el acuerdo; la normalidad a la que estamos entrando es la normalidad de los fondos buitre, esta normalidad explicita un disciplinamiento. Insisto mucho sobre esto: la discusión es puramente geopolítica y el hecho de que Argentina haya aceptado estas condiciones vuelve a obturar una vía distinta de reinserción de las finanzas internacionales, que privilegiaba mucho más los intereses de los deudores y los acreedores directamente que los intereses de algunos actores específicos de la finanza internacional.

¿Qué relación encuentra entre un acuerdo que usted define como “disciplinamiento”, la vuelta a las supervisiones del Fondo Monetario y la política monetaria como forma de resolver la inflación?

–Está todo atado. El desafío es, justamente en este momento, no simplificar el debate y poder poner en perspectiva todas estas variables en conjunto respetando la inteligencia de los lectores. De lo contrario terminaremos haciendo reflexiones metonímicas: tomamos una parte y juzgamos el proceso sólo desde una posición. Vamos a tener capitales a corto plazo y creemos que está bien, pero no vemos que los capitales a corto plazo son volátiles y que eso generará una deuda a 20 años. Cuando uno organiza el capitalismo de tal forma que la acumulación se dé por la industria, el consumo, el pleno empleo, aumentar los salarios, entonces se puede entrar en una contradicción institucional con el mundo financiero. Lo mismo ocurre al revés: si uno organiza el capitalismo de tal manera que la forma de acumulación sea básicamente una acumulación financiera, eso tiene consecuencias institucionales, y uno se pregunta: ¿por qué un gobierno quiere organizar la acumulación en torno al sector financiero?

¿Por qué?

–Más allá de la representación de intereses, hay algo muy presente en la historia del pensamiento argentino: los capitalistas argentinos no son disciplinados. Eso se piensa tanto por izquierda como por derecha. ¿Cuál es la forma de disciplinar por derecha? Sometiéndolos al capitalismo financiero internacional. Algunos sectores piensan que la única manera de acumular es disciplinando a los capitalistas a través de las finanzas. La fusión colonial es una fusión racionalizada, no es una pura fusión.

¿Qué lectura de la inflación hace el gobierno de Mauricio Macri?

–Durante los primeros días de este gobierno no solo se anunció una devaluación, sino que en el gobierno estaban convencidos de que la inflación se iba a reprimir enseguida. Obviamente que la devaluación fue trasladada a precio inmediatamente, eso lo ves en cualquier manual de macroeconomía. La única explicación sociológica del anuncio de la devaluación es que, como son representantes de los intereses del capital, estaban convencidos de que no habría tal juego de tensión. Y ahí hay dos hipótesis que surgen con respecto a la inflación. La primera es que el gobierno no está pudiendo disciplinar a los capitalistas, lo cual es teóricamente muy interesante pero históricamente catastrófico. Eso te lleva a la idea de que hay que generar dispositivos de control.

¿Y la segunda hipótesis?

–Que estamos frente a una estrategia de despliegue de la inflación para poder apelar a políticas de estabilización monetaria, es decir, se mezcla un diagnóstico político que se funde sobre la teoría estructuralista de los precios con una actuación política que se funde sobre una teoría monetarista de los precios. En esos casos, la teoría que se moviliza es la de la anticipación racional, de manera que es muy probable que en el segundo semestre siga habiendo inflación y el discurso sea: “el problema es que no tenemos estabilización de las anticipaciones racionales, hay un problema de confianza en la economía, con lo cual hay que hacer un shock de confianza”.

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