DISTRIBUCIóN DEL INGRESO Y CRECIMIENTO ECONóMICO
Las clases medias y pobres gastan todo lo que ganan y cuando su ingreso disminuye gastan menos, mientras que los ricos gastan sólo una pequeña parte de lo que reciben. El vínculo del consumo con la inversión.
› Por Bruno Susani *
A mediados de 2013, los economistas observaron una ralentización de la tasa de crecimiento económico en los Estados Unidos a pesar de las políticas económicas expansionistas fiscales y monetarias. Los ortodoxos Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart explicaron que cuando la deuda pública llegaba a (casi) 100 por ciento del PIB la economía se estancaba, y Martin Feldstein un economista friedmaniano de Harvard sorprendió postulando que eso era la manifestación del comienzo de una nueva era inflacionista.
Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, sostuvo que la política económica de George W. Bush había provocado la Gran Recesión de la crisis del 2008. Había impactado en las capas medias y los sectores populares enfrentaban graves dificultades para asegurar un nivel de educación para sus hijos. Además la disminución de los ingresos de los sectores medios disminuía los ingresos fiscales y la concentración del ingreso en manos del 1 por ciento que gana más está asociado a ciclos de expansión y crisis de los mercados financieros y con recesiones más frecuentes y más severas. Agregaba que la política de Bush había aumentado las desigualdades en la distribución el ingreso debilitando el poder adquisitivo de las capas medias. Estas, que habían sido en el pasado el motor del crecimiento económico, ya no tenían la capacidad de compra que tenían antes y de allí la ralentización observada.
La razón es bastante simple en países como Estados Unidos donde las exportaciones representan 13 por ciento del PIB o la Argentina donde representan el 15 por ciento, el mercado interno tiene un rol dinámico insustituible fácil de observar, puesto que para incrementar del 1 por ciento el PIB, las exportaciones tienen que crecer un 7 por ciento, misión muy difícil. Dicho de otra manera, el mercado interno representa 87 por ciento de la riqueza producida, y más del 90 por ciento del empleo y por lo tanto para obtener un crecimiento del 1 por ciento del PIB se necesita menos del 1,3 por ciento de crecimiento del mercado interno.
Paul Krugman contestó en un editorial en The New York Times que estaba sin duda de acuerdo con los tres primeros puntos pero se interrogaba sobre el último. Este, en efecto, plantea el problema del sub-consumo de las clases adineradas respecto de su ingreso evocado por Keynes ya que gastan en consumo una escasa parte de lo que ganan. Krugman sugirió que esto quizás podía ser resuelto con impuestos más altos y con una incitación a gastar más en yates, casas estrafalarias, coach o cocineros prestigiosos, numerosos servidores y otros bienes lujosos que les placen tanto, de tal suerte que aumentaran su propensión a consumir. Quizás la polémica hubiera quedado allí si no hubiera intervenido Nick Hanauer un multimillonario norteamericano de Seattle que escribió un ácido comentario sobre la situación económica de los Estados Unidos en Bloomberg View donde decía “Nunca habrá suficientes norteamericanos inmensamente ricos como yo para hacer funcionar la economía. Los ingresos de la gente como yo son centenares o miles de veces superiores a los de las capas medias pero no podemos comprar centenares o miles de veces más cosas que ellas”. Hanauer negaba el posible efecto derrame.
La respuesta que seguramente le hubieran hecho los economistas ortodoxos es que los que perciben altos ingresos invierten una gran parte de lo que ganan. Esto puede ser válido en pura teoría pero no lo es en la realidad. En efecto, para realizar la inversión los capitalistas deben vislumbrar la posibilidad de que los bienes que van a producir con ella sean comprados vale decir, que exista lo que Keynes llamaba la demanda efectiva. Si los inversores sospechan o intuyen que los bienes que se disponen a producir gracias a las inversiones no encontrarán compradores entonces no harán las inversiones.
Es aquí donde interviene la variable crucial evocada por Stiglitz: la distribución del ingreso. En la medida en que se produzca una transferencia del ingreso a favor de las clases adineradas y en detrimento de las capas medias y de los sectores populares la demanda global (el consumo y la inversión) disminuirán. Esto se debe a que las clases medias y pobres gastan todo lo que ganan y cuando su ingreso disminuye gastan menos mientras que los ricos gastan solo una pequeña parte de lo que reciben. Una transferencia de ingresos de los sectores populares y de las capas medias hacia los ricos conduce a una disminución de la demanda efectiva porque los ricos siguen gastando lo mismo que antes porque su consumo esta saturado y no invierten cuando el “clima de los negocios” acrecienta la incertidumbre.
En la actual situación de Argentina se han impuesto cambios en la economía y en las variables económicas que coadyuvan a una disminución de la demanda efectiva. Ya nadie niega la recesión. Notemos, sin ser exhaustivos, la contracción del gasto público, en particular la inversión pública, los despidos vale decir el aumento del desempleo lo que conlleva a la pérdida del salario, la caída del salario real de los que mantienen su empleo debido a la inflación, la disminución de los impuestos de los más ricos, las retenciones, que incrementa el déficit presupuestario.
Conviene anotar además que las medidas tomadas disminuyen la demanda efectiva a través de la baja del ingreso real de los sectores medios y pobres a través del aumento de las tarifas de los servicios públicos, el aumento de los impuestos indirectos provocado por el incremento de los precios y las tarifas.
El aumento de la participación de las clases adineradas en el ingreso global es una restricción al crecimiento económico porque provoca una contracción de la demanda agregada y por ende de la actividad económica y esta tendencia es acumulativa. La caída de los ingresos de aquellos que gastan la mayor parte de los mismos introduce una mayor incertidumbre en cuanto a la pertinencia de la inversión y hace disminuir aún más el gasto global, lo cual restringe a su vez nuevamente la demanda, el empleo y el crecimiento económico.
* Doctor en Ciencias Económicas Université de París. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, Paris 2014. Editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, 2015
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