HéCTOR VALLE, ALDO FERRER Y JULIO OLIVERA
En los últimos meses fallecieron tres de las voces que más fuertemente cuestionaron la economía neoliberal: Héctor Valle, Aldo Ferrer y Julio Hipólito Guillermo Olivera.
› Por Julián Blejmar
Seguramente haya sido el fatal azar del destino, pero lo cierto es que, junto al regreso de una economía neoliberal, fallecieron en los últimos meses tres de las voces que más fuertemente la cuestionaron, como las de Héctor Valle, Aldo Ferrer, y Julio Hipólito Guillermo Olivera. Egresados y docentes de la UBA, desde donde habían elaborado el “Plan Fénix” como una respuesta a la crisis de 2001, compartían un sólido perfil académico desde el que cuestionaron las aventuras económicas que diferentes gobiernos como el actual le hicieron atravesar a nuestro país, e incluso el concepto de la economía como una ciencia predictiva.
Este último caso fue el de Olivera, fallecido en julio pasado a los 87 años, quien planteaba en su texto “La ciencia económica como hermenéutica social” que “la ciencia que trata de la actividad económica, es una ciencia de interpretación, (…) y solo secundariamente, y en menor escala, ciencia de predicción”, pues “las genuinas leyes económicas son una especie rara (…) A veces varias líneas de interpretación son admisibles para un mismo fenómeno”. Olivera, graduado con honores en la UBA y dos veces candidateado al Premio Nobel de Economía, había llegado a ser rector de esa casa de estudios entre 1962 y 1965, desde donde impulsó una renovación que Onganía destruyó a bastonazos. Tras ese paso, fue ministro de Economía de su ciudad natal, Santiago del Estero, y como funcionario del Banco Central y la Secretaría de Ciencia y Tecnología, dirigiendo hasta su fallecimiento el Instituto de Investigaciones Económicas de la UBA. De una formalidad extrema, trataba de “doctor” hasta a la gente a la que le dispensaba su afecto, como Eduardo Basualdo, quien lo recuerda como un referente al que consultaba sobre diversos aspectos de sus investigaciones. “Era un hombre de una inteligencia y formación superior –apunta Basualdo–, cuando le requería bibliografía, por ejemplo para mis investigaciones sobre la evasión y la elusión en el sector agropecuario, podía llegar a preguntarme si sabía leer en japonés o en alemán, ya que él se nutría de textos en esos y otros idiomas”. Su extremado rigor, le impedía incluso manifestarse políticamente, pues según Basualdo “solo daba su perspectiva sobre temas muy puntuales, sino prefería mantener su bajo perfil, con el que se movía en diversos ámbitos”. Aún así, en los últimos años se había alejado del estudio de la economía para interesarse más por la matemática cuántica.
En sus textos, Olivera remarcaba que todas las corrientes económicas coincidían en un aspecto, como era el rol clave que jugaba la educación. Desde sus propias palabras, era el determinante para “elevar la tasa de crecimiento económico, el desarrollo duradero, y el progreso y el bienestar para todos”.
Esa misma línea transitó Héctor Valle, fallecido en diciembre, quien le dio un lugar central a su instituto FIDE (Fundación de Investigaciones para el Desarrollo) y su clásico boletín de investigaciones, lo cual, apunta Basualdo, “en algunas etapas de estos últimos treinta años tuvo un carácter heroico, ya que le era muy difícil sostenerlo”. Junto con la ex presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, desde FIDE capacitaban y divulgaban sus ideas desarrollistas, poniendo en un lugar central a la industria y la soberanía nacional.
Valle poseía también una enorme afición por el tango, había escrito cuatro años atrás años la novela “Heridas de guerra” que unía la guerra civil española y la dictadura argentina, y se encontraba redactando su segunda obra, “Goyo”, más allá de que uno de sus mayores placeres era irse de camping con su esposa al sur. Posiblemente esa faceta artística fue la que lo llevó a asumir en 2005 la presidencia del Fondo Nacional de la Artes , antes de recalar en el directorio de YPF, su último cargo público. El contador Roberto Faur, quien trabajó codo a codo con Valle en el Fondo, señaló que “era por sobre todo una gran persona, muy preocupada por la gente que trabajaba a su lado, sean directores o administrativa”.
En su última entrevista, publicada a fines del año pasado en el diario comunitario Nueva Sión, advertía que la fuerte devaluación que había decido el actual gobierno no resolvía ningún problema, sino que sólo acarreaba una nueva oleada inflacionaria junto al derrumbe de los salarios. Lejos de las repuestas simplistas de “falta de confianza” de los inversores y alto déficit fiscal, atribuía los problemas coyunturales de la Argentina fundamentalmente al derrumbe de la economía brasileña, la caída en el precio de las materias primas en los mercados internacionales y la continuidad en la crisis internacional desatada en 2008, y sostenía que el camino correcto para el desarrollo era atacar la actual estructura monopólica y desarrollar un plan industrial no dependiente de los insumos externos, “pero eso lleva tiempo y no contamos con una burguesía industrial”, advertía. E incluso desde su concepción desarrollista, sostenía que “el plan de las multinacionales o el plan de la oligarquía van por otro camino que no coincide con el interés nacional”.
También Aldo Ferrer, fallecido en marzo a los 88 años, le había asignado un espacio central a la formación. Además de poseer durante décadas una cátedra en la UBA, de la cual era profesor emérito, en 1960 había fundado el IDES (Instituto de Desarrollo Económico y Social) en 1960 y la revista Desarrollo Económico, dirigiendo durante casi dos décadas el Centro de Estudios de Coyuntura Económica. Haberse desempeñado como ministro de Economía entre 1970 y 1971 y redactar el clásico La economía argentina –texto leído por generaciones de economistas y que desde 1963 ha agotado treinta reimpresiones en sus versiones castellana, inglesa, portuguesa, y japonesa–, le impedía mantener un perfil bajo y no ser un referente obligado para el periodismo económico, incluso el hegemónico que batallaba contra sus ideas. Frente a la consulta por un reportaje, Ferrer no nos trasladaba con secretarios ni hacía dilaciones para recibirnos en su living de su departamento sobre Avenida Libertador. En sus últimos años, su lucidez se basaba no solo en sus abundantes lecturas y escritos, sino en mantenerse constantemente activo, dando todo tipo de charlas y entrevistas, bailando habitualmente tango y yendo a nadar dos veces por semana, una práctica que le había permitido atravesar ríos y mares.
Al igual que Valle, respaldó el modelo económico llevado antes de la última irrupción neoliberal a fines del año pasado, pero no por ello dejó de formular críticas y advertencias. En sus propias palabras, el modelo iniciado con los gobiernos de los Kirchner poseía “ejes conceptuales que son los correctos desde el punto de vista del desarrollo y de la situación actual del orden mundial”, pero marcaba la necesidad de modificar la estructura industrial heredada del neoliberalismo, con amplia dependencia de insumos importados en los sectores de autopartes, electrónica, y bienes de capital, así como una mejor administración cambiaria y aumento en la oferta del comercio exterior. Así y todo, definió al modelo anterior como “nacional y popular, con una recuperación de la soberanía a través de YPF o las AFJP, por ejemplo, y que se encuentra en la misma línea que otros regímenes de América del Sur, como Brasil, Venezuela, Ecuador y Bolivia”.
Con todo, nunca dejó de advertir los peligros de un retorno al neoliberalismo.
Ferrer, Valle y Olivera fueron tres voces que desde sus singulares perspectivas, confrontaron durante muchos años con el poder económico y sus empleados en la política, las empresas, y los medios.
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