Broda bajó el pulgar
› Por Julio Nudler
Sin planes ni ideas para seguir adelante, con su suerte atada a un incierto acuerdo con el FMI, no parece que la actual administración sea capaz de restaurar la confianza y la credibilidad perdida.” Diagnóstico de Miguel Angel Broda, publicado el martes 2 de julio en El Cronista. Esa misma tarde, Eduardo Duhalde anunciaba la convocatoria anticipada de elecciones, reconociendo implícitamente, aunque dijese lo contrario, que no le daban las fuerzas para seguir mandando en el país todo el 2003.
Leyendo a Broda no quedan dudas de que el establishment le había bajado el pulgar al presidente provisional, no considerándolo capaz de garantizar sus intereses. La semana anterior había dejado en claro, tanto en los mercados, con la remontada del dólar, como en las calles, con los piqueteros reprimidos a balazo limpio, que había poderosas fuerzas jugando a la catástrofe. Y también que el enclenque gabinete de Duhalde no podría ponerles dique.
“La incógnita –escribía Broda– es si este gobierno de transición puede revertir la desconfianza actual que él mismo contribuyó a crear. La falta de seguridad jurídica, de predisposición para comenzar las negociaciones con los acreedores y el poco respeto a la independencia del BCRA y a las leyes de mercado son sólo algunos de los factores que alimentan esta desconfianza.” Pero el párrafo transcripto al inicio de esta nota muestra que Broda se refería a una incógnita que no era tal para él.
Su conclusión, alcanzada antes de redactar esas líneas, rezaba que el gobierno de Duhalde, con Roberto Lavagna de ministro, no satisfará los reclamos de las privatizadas (seguridad jurídica), de los tenedores de bonos (negociación con los acreedores), de la banca (independencia del BCRA), ni de capitalistas y especuladores en general (respeto a las leyes de mercado). Curiosamente, desde el atalaya de un Broda –a quien el periodismo moteja como “el consultor mejor pago de la city”, lo sea o no– el vacilante régimen de Duhalde es visto como populista-izquierdoide. ¿Por qué costará tanto compartir esa visión?