Desde que Página/12 difundió el miércoles 14 el contenido de un mail enviado por Jorge Remes Lenicov a Joaquín Morales Solá, afirmando que los propios bancos presionaron al Gobierno para imponer la pesificación 1 a 1 de las deudas bancarias de las empresas, muchos recuerdos dormidos comenzaron a despabilarse. La oleada revisionista bate los contrafuertes del propio directorio del Banco Central, donde rememoran que Roque Maccarone, como presidente, informó a posteriori al cuerpo que él y un director (se supone que Felipe Murolo) fueron informados con 48 horas de anticipación de la implantación del corralito. El encargado de prevenirlos sobre la gravísima decisión habría sido Horacio Liendo. La revelación de Maccarone causó sentimientos encontrados y malamente confesables, ya que a varios directores se les quedaron ahorros atrapados en los bancos.
A su vez, fuentes de una entidad bancaria pública aseguran que los grandes bancos fueron enterados con tres días de anticipación de lo que se tramaba. Es decir, el miércoles 28 de noviembre de 2001. También se mencionan filtraciones hacia el sector privado no financiero. Las remesas preventivas de dólares al exterior que efectuó una muy importante privatizada se explicarían por el hecho de que un sillón de su directorio era ocupado por un profesional estrechamente ligado al equipo económico.
En aquellas jornadas decisivas no habrían tenido intervención destacada junto al poder político los personeros locales de la banca extranjera, ya que ésta no era la más afectada por la corrida. Ese papel se lo dejaron a las principales figuras de la banca privada nacional. Los extranjeros y sus expertos locales retomarían más tarde la voz cantante. Por ejemplo, en la redacción del núcleo duro del fracasado proyecto de bono compulsivo. Vinculados a esta tarea habrían estado Emilio Cárdenas (HSBC), en cuanto a la recomendación de los redactores sobre guión ideológico de Pedro Pou. Su colega Martín Lagos y Mario Vicens, hoy presidente de ABA, habrían aportado su aquilatada experiencia.