BUENA MONEDA
Prestar atención
› Por Alfredo Zaiat
Poco y nada se ha debatido la política monetaria instrumentada por el Banco Central bajo el paraguas de la teoría del Régimen de Metas de Inflación (RMI). El análisis de esa estrategia es tan importante como discutir la calidad de la política fiscal, que hasta ahora ha mostrando avances muy tibios en relación a cambiar su estructura regresiva. La aspiración de transitar un sendero de crecimiento con equidad requiere estar atentos a una y otra política. Sin embargo, la discusión económica está pasando casi exclusivamente por el destino del mayor superávit fiscal, puja que se entiende dentro del marco de la renegociación de la deuda. Pero no es una cuestión menor la política monetaria. Al respecto, hay un aspecto que resulta peculiar: la inexistencia de críticas por parte del grupo de economistas dedicados a pronósticos errados hacia la gestión de Alfonso Prat Gay en el Banco Central. Ante esa carencia, resulta esclarecedor el documento preparado por Alfredo T. García publicado en el último Informe Monetario Financiero del Cefim, centro de estudios del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
En ese trabajo de investigación se menciona que si bien durante la década del ‘90 casi ningún país pudo escaparse del pensamiento único neoliberal de controlar la inflación mediante una política monetaria restrictiva, la mayoría de los integrantes del Grupo de los Siete más poderosos no aplica el Régimen de Metas de Inflación. García sostiene que esa teoría está íntimamente ligada a la concepción neoliberal de la economía, categoría a la que Néstor Kirchner no le gustaría ser mencionado como uno de sus miembros. El economista cooperativista se internó en papers preparados en diversas universidades de Estados Unidos para estudiar el RMI.
De esa pesquisa surgieron ideas interesantes para abrir el debate. G. Epstein, de la Universidad de Massachusetts, establece que ese sistema es un ejemplo particular del planteo neoliberal sobre la banca central. Explica que ese enfoque busca mantener la inflación en niveles muy bajos, reducir el apoyo del Banco Central a los déficits fiscales, ayudar a manejar la integración del país en los mercados comerciales y financieros internacionales y reducir la influencia de las organizaciones de la democracia sobre la política de la autoridad monetaria.
Además de esa relación con el neoliberalismo, M. Kumhor, de Stanford University, resalta la relación entre el RMI y la independencia del Banco Central. “La verdadera atracción de las metas de inflación –precisa Kumhor– parece ser que da mayor discrecionalidad a la autoridad monetaria. Y ello, en el contexto de muchos mercados emergentes, debe ser una causa de preocupación”. Por su parte, Frederic Mishkin, de Columbia University, y Klaus Schmidt-Hebbel, del Banco Central de Chile, concluyen que para desarrollar un RMI maduro, según sus adherentes, se requieren de varias condiciones del entorno, tales como la ausencia de cualquier otra ancla nominal (como puede ser objetivos de tipo de cambio o de crecimiento del Producto), un compromiso institucional hacia la estabilidad de precios, que la política monetaria no se encuentre sujeta a presiones de origen fiscal y también una política de transparencia y responsabilidad.
G. Epstein remarca que, con régimen de metas de inflación o no, los bancos centrales reducen la inflación con la receta tradicional de la ortodoxia: aumentando las tasas de interés, causando recesiones o menor crecimiento y elevando así la desocupación. Con ese respaldo académico, García señala que la aplicación del RMI significa que el resto de las variables, y por lo tanto el resto de las políticas macroeconómicas, deben ajustarse al objetivo de inflación esperada, el cual determina la magnitud de la emisión monetaria y las tasas de interés, variable esta última que tiene un fuerte impacto sobre la producción. Por esa vía, indica García, al mejor estilo del dogma neoliberal “la economía real debe ajustarse a los designios de la economía financiera, y todo ello en función de las expectativas del mercado”. Este enfoque de la política monetaria no le debería resultar indiferente a un gobierno que pretende desmontar las trampas de los ‘90.
El director del Cefim destaca que el RMI impone una fuerte dependencia al accionar del Gobierno, que queda necesariamente sujeto a las expectativas del mercado. Estas son relevadas cada semana por el Banco Central de consultoras de la city, bancos de inversión locales e internacionales y universidades. Esa línea encierra la concepción de que esas expectativas del mercado son siempre racionales, derivadas de una interpretación científica de la economía al estilo de las ciencias naturales. Como bien apuntó García, de ese modo, “no se reconoce la existencia de pujas distributivas ni intereses sectoriales o corporativos: es el enfoque ideológico más concentrado del neoliberalismo”.
Como se ha comprobado durante los ‘90, la política del Banco Central tiene impactos fulminantes sobre la economía y, por lo tanto, sería imprudente no prestarle atención.