Dom 28.04.2002
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BUENA MONEDA

¿Será el nuevo Jesús?

› Por Alfredo Zaiat

El desmadre económico era agobiante. El plan hacía agua por todos lados. El dólar ponía en jaque al Gobierno, cuya característica era su debilidad política. El ministro de confianza del Presidente fue volteado por el candidato del oficialismo a las próximas elecciones. No encontró fácil su reemplazante. Cuando uno aceptó el convite fue barrido rápidamente por un mercado que pensó con el bolsillo y no con el corazón. El cargo quedó, finalmente, para el único soldado del primer mandatario que se atrevió a dar la cara a las puertas de la hiperinflación. Jesús Rodríguez asumió el Ministerio de Economía en esos meses traumáticos de 1989. Poco y nada quedó para el recuerdo de esa breve gestión de 42 días al frente del Palacio de Hacienda. En perspectiva histórica, esa intrascendencia resulta lo menos relevante, sino que el gesto de lealtad a su jefe Raúl Alfonsín mostró más el tiempo de descuento del gobierno radical de entonces que lo que hizo o dejó de hacer en Economía. ¿Roberto Lavagna será el Jesús Rodríguez de Eduardo Duhalde?
En la última e insólita semana, con un ministro de Economía que renuncia sin reemplazante inmediato, nebulosa inédita desde el retorno de la democracia, quedó al desnudo que el gobierno de Duhalde está muchísimo peor que lo que estaba el de Alfonsín. La designación precoz de Alieto Guadagni y la sucesión de negativas de una larga lista de candidatos fue un bochorno. En ese escenario, la aceptación de Lavagna se puede entender solamente a que desde la lejanía, viviendo en las apacibles Ginebra y Bruselas, se perciben las cosas diferentes. La crisis económica y, en especial, la disgregación del poder político lo traerá rápidamente a la realidad.
Cuando se apaguen los fuegos de la tormenta por el cambio de ministro, aparecerán nuevamente las dos cuchillas que van deshojando a cualquiera que se sienta en la poltrona del Palacio de Hacienda: la inflación, disparada por el descontrol cambiario, y el corralito financiero. En los próximos días se difundirá el índice de precios de abril, que se ubicará cerca del 10 por ciento, porcentaje que por lo menos se repetiría en mayo. Aquellos que hablan de un dólar recontraalto a 3,50 para generar un “colchón” no dicen que a ese tipo de cambio los precios se dispararían aún más. Es una convocatoria irresponsable a la hiperinflación. De esa forma, se instrumentaría el asalto más dramático sobre el ingreso real de la población desde la dictadura militar de 1976, que en el primer año derrumbó en un 45 por ciento el salario real.
El peligro del estallido de la bomba del corralito no desaparecerá con la ley tapón, puesto que el drenaje de recursos continuará a un ritmo insostenible de los bancos de 2000 a 3000 millones de pesos mensuales. Incluso un canje de bonos por plazos fijos también sería insuficiente para aliviar las tensiones que genera el corralito. Todavía quedarían de 8000 a 10.000 millones de pesos en cajas de ahorro, cuyo origen son plazos fijos que pasaron a la vista por diferentes vías. Ese dinero seguirá presionando en el mercado cambiario, a la vez de poner en jaque a los bancos. Si el Plan Bonex para plazos fijos generó resistencia, basta imaginarse lo que provocaría la propuesta de un bono para esos depósitos, tal como impulsan los bancos.
El desastre social gatillado por una inflación que, en un escenario medianamente optimista, apunta al 100 por ciento anual junto al colapso del sistema financiero pone a Lavagna ante un desafío de resultado incierto. En un contexto de licuación del poder político, las puertas del infierno se abren mostrando un futuro inquietante.

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