BUENA MONEDA
El ahorcado
› Por Alfredo Zaiat
Roberto Lavagna afirmó que el canje de la deuda en default es un tema más, no el único de su agenda. Sin embargo, por el indudable peso del mundo de las finanzas para fijar rumbos o por las propias falencias del ministro en la construcción de otro menú de discusión, el tránsito para abandonar el estado de cesación de pagos congestiona el imprescindible debate sobre el horizonte económico más allá de las desventuras de los acreedores y la cotización de los nuevos bonos. Incluso el conflicto con las privatizadas, que tiene a la francesa Suez controlante de Aguas Argentinas en el ojo de la tormenta, tiene una lógica financiera más que de proyecto de desarrollo. Indicadores macroeconómicos con robustos crecimientos colaboran para mostrar una riesgosa suficiencia ante bienintencionadas advertencias de debilidades estructurales de un modelo de dólar alto. En ese sentido, uno de los principales desafíos de este año se encuentra en el frente externo: se trata del poco dinamismo que reflejan las exportaciones, pese a estar acompañadas con un tipo de cambio bastante elevado. Se sabe que una economía endeudada es muy dependiente del ingreso de divisas, y la argentina más aún a partir de que ahora requerirá todavía de más dólares luego de normalizar la situación de su deuda en default.
Muchos se entusiasman con el crecimiento de las importaciones como señal de haberse gatillado un intenso proceso de inversión, que ciertamente éste muestra impulso pero que requeriría de un análisis desapasionado. Al desagregar qué tipo de bienes han ingresado se descubre que gran parte corresponde a aparatos de telefonía celular. Esto no significa que no haya crecido la inversión, en especial de las pequeñas y medianas empresas, y que ese aumento haya sido con capital propio esquivando el costoso financiamiento del sistema financiero. Pero con la salida del default existe esa falsa ilusión de una avalancha de inversiones extranjeras, como si ese torrente de dólares –si realmente existiera– viniera a reparar deficiencias estructurales de la economía. Más bien las agudizaría, aunque muchos se resistan a admitirlo porque –vaya uno a saber por qué– la mayor o menor inversión extranjera pasó a ser símbolo de éxito o de fracaso de un país. Incluso desde la city se critica que la demora en salir del default implicó perder la posibilidad de capturar una porción del importante flujo de capitales que hubo hacia la región durante el año pasado. Lo que se presenta como una oportunidad, en realidad es un desafío de proporciones para evitar caer en una nueva crisis provocada por el estrangulamiento del sector externo.
Si bien, en un primer momento, aparece la borrachera de muchos dólares ingresados por la inversión externa (productiva y financiera), luego aparece la resaca. No es una cuestión de levantar banderas ideológicas contra el capital extranjero. Lo que sucede es que quienes analizan la situación argentina –con sus complejas particularidades– a veces desconocen cuál es una de las principales debilidades de su economía: el sector externo. En ese contexto de fragilidad, las divisas son el bien escaso por excelencia y, por lo tanto, no resulta irrelevante definir cuál es el grado de apertura comercial y financiera. Por caso, la inversión extranjera viene acompañada con un aumento de las importaciones de maquinaria y equipo del exterior, incrementando la demanda de divisas. Además, luego de madurada la inversión se acelera el giro de utilidades –a propósito, en nueve meses de 2004 se remesaron 1650 millones de dólares, el triple de lo enviado en igual período del año anterior–. Ambos comportamientos –importaciones y giro de dividendos– terminan ejerciendo una mayor presión sobre la balanza de pagos hasta concluir en un desequilibrio del frente externo, con los descalabros conocidos.
Si se admite que no hay que descuidar el sector externo, los síntomas que éste ha empezado a manifestar son, por lo menos, para estar atentos. El saldo de la Cuenta Corriente (balanza comercial más la cuenta capital) sigue registrando superávit pero éste viene disminuyendo con rapidez. Esto se debe a un fuerte incremento de las importaciones, al escaso dinamismo de las exportaciones, al aumento en el giro de utilidades de compañías extranjeras a sus casas matrices y al crecimiento en los pagos de la deuda pública. De esos cuatro factores, sólo las exportaciones pueden frenar esa dinámica que conduce a un déficit de Cuenta Corriente, que se financia con más endeudamiento, pérdida de reservas o una paridad cambiaria más alta con el consiguiente riesgo de una disparada de la inflación. Por ese motivo, una de las claves de 2005 será ver cómo evolucionarán las ventas al exterior.
La cuestión pasa por las cantidades que se embarquen puesto que es poco probable que los precios de los bienes que se exportan tengan un sendero al alza. Más bien, el mejor escenario sería que no sigan bajando de los elevados niveles en los que todavía se encuentran. Los términos del intercambio –relación de precios de exportaciones e importaciones– “se ubican en niveles excepcionalmente altos en la historia de los últimos años de nuestro país, un nivel mucho más pronunciado que el evidenciado en 1996 y 1997 que permitió una salida más rápida de la crisis del Tequila”, señala Alfredo García, en un reciente documento del Centro de Estudios Financieros del IMFC.
Pese a esas condiciones externas sumamente favorables, el monto de las exportaciones en 2004 aumentaron apenas el 17 por ciento, alza que se explica por precios (13 por ciento) y por cantidades (4 por ciento), comportamiento que se ubicó por debajo del promedio de la región (22 por ciento): las exportaciones chilenas aumentaron 52 por ciento, y la de Brasil y Venezuela 32 por ciento cada uno, según un informe sobre comercio exterior de DataRisk. Y las perspectivas para este año no son muy alentadoras según el análisis realizado por la consultora M&S: las exportaciones anuales arrancarían con una caída de 700 a 1200 millones de dólares por el retroceso del precio de la soja. Por lo tanto, el valor de las ventas al exterior en 2005 dependerá fundamentalmente de lo que aporten las de manufacturas industriales. Como signo positivo, esas exportaciones (químicos, plásticos y vehículos) vienen creciendo a buen ritmo, lo que compensaría la caída en monto de los rubros tradicionales. Así, las exportaciones totales de este año apenas crecerían de 3 a 4 por ciento y, a la vez, seguiría a un buen ritmo el crecimiento de importaciones. No se constituirá así en un círculo virtuoso el modelo de dólar alto.
Algunos piensan que con la salida del default se afloja la soga del ahorcado, pero el sector externo se resiste a esa flexibilización y la sigue manteniendo firme amenazando con un estrangulamiento. Por ese motivo, como las divisas son lo único que permite respirar al condenado que busca clemencia para su salvación, las reservas en el Banco Central son lo suficientemente importantes como para rifarlas.