Dom 22.10.2006
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Cuenta de Generación del Ingreso

› Por Alfredo Zaiat

El Instituto Nacional de Estadística y Censos difundió el jueves pasado el estudio Cuenta de Generación del Ingreso 1993-2005, equivalente al concepto de Distribución Funcional del Ingreso. Se trata de un avance sustancial para analizar y comprender con más claridad los procesos económicos. Cómo se reparte la riqueza generada por los factores de producción (capital y trabajo) resulta fundamental para definir con precisión el rumbo de determinadas políticas. Más allá de cuestiones operativas, no ha sido casualidad que se haya abandonado ese tipo de estudio a mediados de los ’70. Desde entonces, el salario pasó a ser la principal variable de ajuste y ha perdido participación en el Producto total. El último trabajo oficial que permitía una investigación integral de la manera en que se repartía el producto social era del Banco Central, en 1975. En ese año se publicó Sistema de Cuentas del Producto e Ingresos de la Argentina, que abarcó el período 1950-1973. En ese lapso se registró la distribución más favorable a los asalariados. El porcentaje de apropiación por parte de los trabajadores alcanzó el máximo de 50,84 por ciento en 1954. El promedio superó el 44 por ciento en ese período. En el último año de esa serie (1973), esa cifra fue del 47 por ciento, para luego comenzar un prolongado período de caída, evolución que se aceleró en los ’90 y se profundizó aún más en el año de la salida traumática de la convertibilidad con la megadevaluación. Durante ese tiempo de vacío estadístico oficial hubo series estadísticas sobre la distribución funcional del ingreso elaboradas por FIDE, la Cepal y el Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo, dependiente del Instituto de Investigaciones Económicas de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Ahora, la Dirección Nacional de Cuentas Nacionales viene a cubrir ese bache de información oficial.

Puede haber discusiones metodológicas entre especialistas sobre la información que, a partir de ahora, todos los años difundirá el Indec. Por caso, ahora se presenta el PIB a precios básicos mientras que la medición anterior se realizaba a costos de los factores de producción. A diferencia de la del BCRA, la medición actual incluye la economía informal para el cálculo del valor agregado. Pero esta nueva serie no sólo es importante por eventuales debates metodológicos o por el aporte para el análisis económico, sino también porque resulta un acontecimiento político relevante debido a que el Estado ha retornado al estudio de cómo se reparte la riqueza, con todo lo que ello implica.

De acuerdo a la flamante Cuenta de Generación del Ingreso, el trabajador asalariado (público + privado) se quedó con el 38,6 por ciento de la torta en 2005, creciendo cuatro puntos desde el valle de 2002. Y el capital retuvo el 47,3 por ciento. La participación del trabajador es mayor a lo que se estimaba en estudios privados –que la ubicaba en un rango del 24 al 30 por ciento– pero también muestra que el trayecto todavía es bastante largo para alcanzar una distribución equitativa. En la actual medición hay un porcentaje de la renta –denominado Ingreso Mixto Bruto–, que alcanzó el 14 por ciento, que corresponde a los autónomos, que incluye en un mismo sujeto la retribución del trabajo y el capital. La presente estimación no es comparable con las previas realizadas por el Banco Central por varias cuestiones metodológicas, pero igualmente la actual es una serie extensa que permite varias observaciones (para ello, el gráfico que acompaña el artículo actúa de una colaboradora importante):

  • La megadevaluación implicó una brutal transferencia de ingresos del trabajo al capital. El Excedente Bruto de Explotación (retribución al capital) alcanzó el máximo del 52,3 por ciento, mientras que la Remuneración al Trabajo Asalariado tocó el mínimo de 34,3. La salida de la convertibilidad era inevitable, pero la forma elegida constituyó un asalto a los ingresos del sector más vulnerable. El capital se apropió de un plumazo de 10 puntos del ingreso global. Incluso, aislando el efecto de la recesión y la deflación del lapso 1998-2001 en el esquema de distribución –que igualó el reparto entre capital y trabajo–, el sector empresario se apropió de cinco puntos más del tope alcanzado en la convertibilidad (46,7 por ciento, en 1997). O sea, durante el período de Eduardo Duhalde en ejercicio de la Presidencia, la participación en el ingreso del trabajador bajó del 42,1 por ciento (2001) al piso mencionado del 34,3 por ciento (2003). Desde entonces, a lo largo de la administración Kirchner fue recuperando posiciones hasta alcanzar el 38,6 por ciento (2005).

  • Nunca antes, en esta serie que comienza en 1993, el capital se quedó en sus manos con tanto excedente. El 47,3 por ciento de 2005 está por encima de cualquier año anterior a la devaluación. En la dorada década del ’90 para los empresarios el capital no llegó a apropiarse de una porción del ingreso equivalente al que registraron anualmente en el período 2002-2005. El modelo del dólar alto, pilar básico del modelo económico del gobierno de Kirchner, implica ganancias extraordinarias para las empresas. El año pasado, los asalariados contabilizaron la misma porción en el reparto que en 1998, cuando se inician los largos cuatro años de caída, pero el capital retuvo casi dos puntos más de los ingresos de aquel momento.

  • En la actual política económica, la puja distributiva queda bien expuesta. Los cuatro puntos que aumentó la Remuneración al Trabajo Asalariado desde el 2002 son los que perdió el Excedente Bruto de Explotación (exactamente 4,6). Es decir, que la discusión ajuste salarial-acuerdos de precios y, por consiguiente, cómo se dirime ese pelea resultará clave para definir el rumbo que asumirá la distribución funcional del ingreso. En ese lapso, el proceso de recuperación del sector salario tuvo su origen en el efecto combinado del alza en la cantidad de horas trabajadas y en la suba de los salarios nominales por encima de los precios implícitos en el Producto Interno Bruto.

  • Esta nueva herramienta estadística elaborada por cuadros técnicos del Estado facilita el abordaje de un tema complejo y central como es la distribución de la riqueza generada por la sociedad. Significa un importante salto de calidad frente al indicador de distribución personal del ingreso (brecha entre el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre). A partir de ahora habrá elementos más eficaces para evaluar el tránsito de este gobierno en el todavía difícil camino de reconstrucción de una sociedad integrada y con una distribución equitativa de la renta.

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