BUENA MONEDA
› Por Alfredo Zaiat
Joseph Stiglitz y Paul Krugman, los dos economistas más conocidos a nivel mundial debido a su exposición mediática pero fundamentalmente por sus inteligentes observaciones sobre la economía, encendieron luces de alerta sobre Estados Unidos. Ambos consideran que está muy cerca una recesión en la potencia que representa el 20 por ciento del PIB mundial. En los últimos días expresaron lo mismo, con más o menos intensidad, cuatro grandes bancos de inversión internacionales (Merrill Lynch, Goldman Sachs, Morgan Stanley y Lehman Brothers). Hasta el Foro Económico Mundial de Davos en su informe sobre Riesgos Globales 2008 y el reporte anual de las Naciones Unidas acaban de alertar sobre el estado de la economía estadounidense. Más allá de pronósticos más o menos dramáticos, que se precipite una recesión importante o sea simplemente una leve, lo cierto es que el escenario de la economía mundial será diferente de ahora en más. En el mejor de los casos será con signo positivo, pero ya no con indicadores de bonanza extraordinarios como en los últimos años. En el peor, la desaceleración afectará el flujo de comercio, pero a diferencia de recesiones pasadas, en ésta las fuentes de crecimiento global hoy son más diversas que hace una década debido a la irrupción de potencias emergentes en regiones en desarrollo.
Stiglitz explica que la economía mundial pudo esquivar los profundos desequilibrios globales que genera el gigantesco endeudamiento de Estados Unidos por la concurrencia de tres factores: 1. China, que con sus enormes incrementos de productividad basados en altos niveles de inversión exportó deflación; 2. Estados Unidos, que aprovechó esa situación reduciendo las tasas de interés a niveles sin precedentes, generando una burbuja inmobiliaria con hipotecas disponibles para cualquiera, que se ha precipitado en crisis; y 3. los trabajadores de todo el mundo, que padecieron el castigo de aceptar salarios reales más bajos y una menor participación del PBI. Este último aspecto es ignorado por la mayoría de los análisis sobre la evolución de la economía mundial, que permite comprender las crecientes tensiones que se verifican en el ámbito laboral, por ejemplo en Europa, lo que motivó la reaccionaria advertencia del Banco Central Europeo sobre que las tensiones inflacionarias se deben a los reclamos sindicales. El Premio Nobel de Economía concluye que “para Estados Unidos hoy, el verdadero interrogante es si habrá una depresión breve y estrepitosa o una desaceleración más prolongada, pero menos profunda”.
Estados Unidos ha estado exportando sus problemas al extranjero a través del dólar cada vez más débil. Por caso, a Europa le resulta cada vez más difícil exportar por la fortaleza relativa del euro respecto de la moneda estadounidense. Esa debilidad se ha empezado a manifestar porque esa potencia ha sido el único país industrializado que ha tenido persistentemente un déficit en cuenta corriente superior al 5 por ciento del PIB. La razón de esa excepcionalidad ha sido la hegemonía del dólar como dinero mundial, privilegio que ha empezado a cuestionarse. Como antecedente, el economista liberal chileno Sebastián Edwards sostiene que desde 1970 ningún país, industrializado o pobre, ha logrado mantener por más de cinco años un déficit externo de esa magnitud sin caer en una crisis de pagos. Adelanta, entonces, la inevitabilidad del ajuste en Estados Unidos.
En ese contexto, otro destacado economista, Krugman, observó sobre la profundidad y, fundamentalmente, el desconocimiento sobre la actual crisis financiera. Relató una interesante anécdota trasmitida por un ejecutivo del fondo de inversión en bonos Pimco, Hill Gross, quien explicó que “estamos asistiendo, en sustancia, al desplome del sistema bancario moderno actual, un complejo de préstamos apalancados tan difícil de comprender que el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernake, precisó de un curso de puesta al día cara a cara con los gestores de los fondos de productos financieros derivados (hedge funds) a mediados de agosto”. Krugman sostiene que “si la crisis de los mercados financieros se prolonga mucho ha de traer consigo una grave reducción del crédito en general, lo que hará que el resto de la inversión siga el camino del sector de la construcción. Y eso significa una recesión, posiblemente grave”.
La eventual futura recesión en Estados Unidos gatillada por el estallido de la burbuja hipotecaria impulsada por los créditos denominados subprime es, en realidad, hija de la recesión contenida de 2001 por la política del entonces titular de la Reserva Federal, Alan Greenspan. En ese momento estalló la burbuja bursátil de las puntocom y el presidente de la banca central estadounidense redujo sucesivamente la tasa hasta el increíble 1 por ciento anual, base desde donde se impulsó la burbuja inmobiliaria que ahora ha explotado. En relación al mercado hipotecario de Estados Unidos, el investigador Alejandro Valle Baeza presentó unas cifras impactantes en un reciente coloquio de la Sociedad Económica y Política Latinoamericana: el endeudamiento anual hipotecario en 1995 fue de 154.200 millones de dólares, aumentando a 1 billón 67 mil millones en 2005. Ese auge fue impulsado por la expansión crediticia motorizada por una política monetaria de tasas bajas. Valle Baeza ilustra la magnitud de la burbuja con la siguiente comparación: entre 1950 y 1995 los precios de las casas nuevas se movieron al ritmo de la inflación, mientras que entre 1995 y 2005 se elevaron 50 por ciento. Y recuerda que anteriores boom especulativos con viviendas en Estados Unidos terminaron en recesiones, como en 1974, 1982 y 1991.
Frente a este inquietante escenario mundial aparecen dos cuestiones referidas a su eventual impacto en la economía argentina. Por un lado, que las condiciones externas no serán tan extraordinariamente favorables, y que tendrá mucha más influencia en el frente financiero que en el comercial. En los hechos, el mercado de capitales ya está casi cerrado para nuevas emisiones de deuda salvo que se quiera pagar tasas de interés muy altas. Esto significa que el gobierno seguirá, en esta circunstancia, sin muchas opciones, con escasa intervención en colocación de deuda en mercados del exterior y, por lo tanto, continuará apelando a la Venezuela de Hugo Chávez como prestamista de última instancia para cerrar el programa financiero 2008. Por el lado de los commodities, una desaceleración del crecimiento mundial puede afectar sus precios, pero éstos se encuentran en niveles históricamente elevados, por lo que un probable retroceso moderado no perjudicará la actual tendencia de incremento de esas exportaciones.
Por otro lado, la presente crisis internacional es la primera de envergadura desde el shock petrolero del ’70 que tiene un mínimo impacto en la economía local. La relativa desconexión financiera a partir del default, la estrategia de desendeudamiento y de superávit gemelos y la acumulación constante de reservas han constituido una sólida defensa frente los vientos huracanados de la globalización. Esta bienvenida inmunidad presenta el desafío de evitar caer en una siesta mientras se desarrollan desaguisados externos.
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